Pese a que representa apenas el 2% del peso del cuerpo, el cerebro consume el 20% de la energía total que consumimos. Es el órgano que más recursos per cápita consume y dónde concentrar nuestros esfuerzos de ser eficientes más retornos producirá.
Si relacionamos la infinidad de procesos mentales con el cerebro, si la generación de ideas provienen principalmente de él, es inevitable reflexionar sobre la importancia de cuidar en que invertimos nuestra energía. De vigilar en que pensamos.
Si la energía mental no se usa con inteligencia se corre el riesgo de desperdiciarla para crear lo que no requiere ser creado, al mismo tiempo de prevenir que se la use para lo que sí requiere de su poder. Ambas conductas son perjudiciales. La primera agrega complejidad innecesaria. La segunda reduce el presupuesto energético dedicado a innovar.
Para evitar este común error es condición precedente tener claridad sobre lo que queremos lograr. Si no tenemos prioridades la prioridad se convierte en conocerlas. Caso contrario, terminaremos haciendo lo que creemos que necesitamos hacer o lo que alguien más quiere que hagamos.
Terminaremos siendo el peón en vez del rey. Sin independencia y libres en apariencia. Presos en realidad.
Hasta aquí la parte filosófica que nos ha permitido, sin querer, comprender la importancia de pensar antes de hacer. Conocer la razón por la que existen las paradas tácticas en los deportes. De la relevancia de reflexionar.
Y si bien me encanta filosofar y me podría quedar en el mundo de las ideas por siempre, sé que en algún momento debo regresar y enfrentar la necesidad de aplicar lo imaginado por el bien de todos los involucrados. Existe un hambre insatisfecha en el lector y el escritor proveniente de cómo traducir la teoría a la práctica. De conocer la etapa que sigue al entendimiento. De cerrar el círculo abierto y obtener la tan ansiada paz que ofrece el saber que hacer.
Por lo que les contaré sin más rodeos que la aplicación práctica de la filosofía es la planificación.
Uno de los efectos más importantes de planificar es que nos permite conocer cuales son las prioridades, a qué le diremos que sí en nuestro camino. O, lo que es lo mismo, a qué le diremos no. Es la producción consciente de lucidez respecto de donde invertiremos nuestra energía mental limitada. E, igual de importante, donde no la usaremos. O, lo que es lo mismo, en qué no pensaremos.
¿Atenderemos un nuevo nicho de mercado o geografía el próximo año? ¿No? Entonces no pensemos en esto.
¿Crearemos un nuevo producto que complementará nuestra oferta actual? ¿No? Entonces no nos pongamos creativos respecto a ello.
Obtener claridad acerca de lo que haremos, y por lo tanto de donde debemos concentrar nuestros pensamientos, nos permitirá notar cuando estemos usando valiosa energía mental en algo que no lo requiere. Comprender que estamos perdiendo el tiempo.
Para evitar ponernos creativos Verne Harnish, escritor del libro Scaling Up, recomienda tener a la mano un documento al que llama One Page Strategic Plan, y que contiene las prioridades del año y trimestre en curso. Podemos usar está herramienta para planificar nuestras semanas y así crear actividades en ella relacionadas únicamente a lo que queremos lograr.
¿Qué sucede si las cosas cambian en mitad del camino y debemos pensar en algo nuevo?
En principio sería un muy mal síntoma y revelaría una falencia en la planificación. La información de todas las posibilidades debería de haber sido incluida en el plan. Por ejemplo, si vivimos en un país inestable políticamente o en una zona donde los desastres naturales ocurren con frecuencia, la planificación debe tomar en cuenta también estos riesgos.
Pese a ello, puede suceder. En los casos donde debamos recalcular la ruta por la razón que fuere, los pasos a seguir son los mismos que debimos tomar al planificar el año en un principio:
1. Obtener la mayor cantidad de información contradictoria posible: el conflicto es bueno mientras exista respeto. La diversidad de opiniones contradictorias permite descubrir puntos de vista diferentes y valiosos.
2. Contar con el compromiso de todos los líderes que asistirán a la reunión de planificación: deberán estar disponibles al menos durante todo un día para realizarla y dejar organizados a sus equipos para que no existan interrupciones durante la sesión. Teléfonos en modo avión, por favor.
3. Realizar una reunión de planificación por fuera de la oficina en un lugar lo más alejado posible de la rutina diaria. Cuando se realiza dentro de las oficinas es inevitable pensar en los problemas del día a día. En vez de pensar en las oportunidades que encierra el futuro, nuestras mentes divagarán a los inconvenientes que no alcanzamos a resolver día anterior.
El objetivo final es lograr claridad sobre que pensamientos evitar por ser inútiles al no estar alineados con nuestras metas.
O: pensar en que no pensar. (O)