Al comenzar cada año, más allá de una lista de metas, establezco una intención que me acompañará durante 12 meses y sobre la cual me guiaré para tomar decisiones. Era noviembre de 2021 y me había planteado como intención para el 2022 “trascender”, principalmente en mi carrera.
Establecer intenciones es una gran responsabilidad, porque si bien le estás pidiendo a Dios la gracia para cumplirlas, también te estás comprometiendo a hacer el trabajo necesario y te abres a las cosas que la vida te ponga en el camino para expandirte.
En el 2021 pedí “plenitud” y fue el año en el que tuvimos que atravesar con mi familia el diagnóstico de c. de mi mamá. Fue mi compromiso con la plenitud lo que me mantuvo viendo el lado positivo, aún en los días más dolorosos de ese proceso. En diciembre de ese año, luego de terminar las quimioterapias llegó el momento de su operación. Fueron las dos horas más largas de mi vida. Si bien era una operación planificada, cargaba en el alma una angustia incontrolable, no había palabra, pensamiento u oración que me tranquilizara. En medio de mi ansiedad miré al cielo en un intento de plegaria y hubo un pensamiento que me hizo reír y que me hizo sentir que hice reír a Dios también. Me reí con Él y finalmente pude poner calma a mi angustia.
Esa noche regresando a casa luego de una operación exitosa y 6 meses cargados de emociones intensas, me puse a pensar en la intención que había establecido para el siguiente año y me di cuenta de que no me quedaba energía para hacer todo el trabajo que “trascender” iba a implicar y que estaba agotada de vivir cada año persiguiendo el siguiente nivel de éxito. Tuve que aceptar que la intención que mi alma me pedía a gritos era “divertirme” porque era tiempo de parar un rato y disfrutar lo que ya tenía, ya que con mi mamá bien, sentía que lo tenía todo en la vida.
Las palabras tienen la interpretación que nosotros le damos, interpretación basada en la emoción que nos hacen sentir. “Diversión” puede significar muchas cosas, pero para mí en ese momento significaba conectarme con áreas de mi vida a las cuales nunca le había dado tiempo, ni energía. Quería dejar en pausa mi necesidad de ascender en la escalera corporativa, de ser exitosa bajo los estándares que pensaba que tenían los demás, mi necesidad de hacer, crecer y sanar todo el tiempo.
Existe una palabra en inglés llamada surrender. No creo que exista una traducción en español que le haga justicia, pero lo más similar es “rendirte”, sin embargo, ese es el punto, la esencia de esta palabra no es el fracaso, todo lo contrario, es confiar tanto en ti, en la vida, en Dios, que entregas el control y te permites recibir. Confiar en que, si bien somos creadores de nuestra vida, podemos atraer cosas más grandes de las que pensamos si confiamos.
Así que comencé el año con la intención de divertirme y tomando acciones inspiradas al respecto y poco a poco me di cuenta de que esa emoción que yo llamaba diversión era algo más profundo, era una conexión con el gozo. En esa conexión con el gozo comencé a cuestionar lo que yo definía como éxito.
En el gozo comencé a aceptar las cosas que realmente deseaba sin preocuparme demasiado por lo que los demás pensaran de mí. En el gozo solté culpas, en el gozo solté prejuicios, en el gozo solté el miedo de aceptar que mi anterior trabajo no me llenaba y que mi negocio se merecía una oportunidad más grande de la que le estaba dando.
Entonces lo inimaginable comenzó a suceder en mi vida: comencé a trascender.
Trascender no implica ser alguien extraordinario para llegar a un siguiente nivel o llegar a un siguiente nivel para ser alguien extraordinario, significa decir que si a esa versión de ti que sabes que es posible. Es natural que esa versión implique trabajo, riesgos, incomodidad, pero por sobre todo, te dará alegría, conexión, agradecimiento y esa satisfacción de saber que estás escogiendo la vida que eres capaz de vivir. No tiene que ser un camino duro. Puede ser un camino inspirador.
Cada vez que sientas que una oportunidad es más grande que tú, recuerda regresar al gozo y el “cómo” va a ir apareciendo junto a más oportunidades. Es un estado constante de interpretar todo a tu favor porque aún en los días “malos” puedes decidir que lo que te está sucediendo te va a ser útil. Es entonces cuando el gozo comienza a seguir el gozo, porque no puedes evitar verlo en todas partes.
Mi plan de descansar salió volando por la ventana porque también es el año en el que más me he quemado las pestañas para abarcar esa persona que me di cuenta que podía ser, no para probarle nada a nadie, sino para entregarle todo a la vida en un acto de reciprocidad con lo que había encontrado: gozo y gloria. (O)