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Pero las redes sociales también tienen cosas positivas, como la enorme difusión cultural que allí se hace, o los comentarios inteligentes y opiniones de personas a las que probablemente no conoceríamos, leeríamos o escucharíamos si no fuera por estos medios, o las imágenes, detalles, sensaciones, sonidos, colores que nos sorprenden y nos motivan, o esas historias que inspiran y merecen nuestra atención.

11 Mayo de 2022 15.10

En los últimos años todos nos hemos hecho esta pregunta muchas veces. Basta tan solo entrar a una de las redes sociales y navegar en ella durante un momento para sentirnos agobiados, asqueados, escandalizados, deprimidos por lo que vemos, escuchamos y leemos allí: tragedias, crímenes, política de la más baja calaña, insultos, rebaños de seguidores obsecuentes y no pensantes, además de la infaltable y diaria exhibición de cuerpos, comidas, viajes, lujos, vanidades, amores y desamores de sus usuarios.

De todos modos, el morbo, el vicio, la curiosidad o el simple interés por lo banal nos llevan a las redes una y otra vez sin que podamos alejarnos demasiado de esa dimensión agresiva e insufrible que termina por subyugarnos. 

Pero las redes sociales también tienen cosas positivas, como la enorme difusión cultural que allí se hace, o los comentarios inteligentes y opiniones de personas a las que probablemente no conoceríamos, leeríamos o escucharíamos si no fuera por estos medios, o las imágenes, detalles, sensaciones, sonidos, colores que nos sorprenden y nos motivan, o esas historias que inspiran y merecen nuestra atención ya sea porque sus desenlaces resultan esperanzadores o porque el destino de alguien bien puede estar al alcance de nosotros con un solo click.

Una de esas historias es la de Julia Espinosa, una niña ecuatoriana que nació en Estados Unidos con un problema grave en sus intestinos y en su aparato digestivo, que terminó siendo extirpado por completo sin que sus padres tuvieran ninguna esperanza de vida para su pequeña. Sin embargo, Julia, se aferró a este mundo y decidió luchar desde su nacimiento. A través de una línea central que va directamente a su corazón, ella recibe la alimentación que su cuerpo necesita para sobrevivir. Hoy, Julia tiene diez años y es una niña vivaz, inteligente, activa y con una enorme fortaleza espiritual, y aunque necesita de muchos cuidados y atenciones especiales, en todo este tiempo ha logrado hacer una vida cercana a lo normal, pero que no puede extenderse por mucho tiempo más.

Julia es parte de una larga lista de beneficiarios de trasplantes en los Estados Unidos. Ella y su hermana son ciudadanas estadounidenses, pero sus padres son ecuatorianos y si no logran renovar sus visas hasta julio de este año, se verían obligados a volver a su país, perderían sus trabajos y el seguro que mantiene con vida hasta ahora a su hija. Perderían, además, la posibilidad de seguir en esa lista a la espera de un trasplante y, en consecuencia, Julia moriría en poco tiempo.

La familia de Julia ha emprendido una campaña en redes sociales para conseguir varios miles de firmas que les permita tener la atención del gobierno estadounidense para su hija. Sí, al parecer, si consigues un importante número de firmas en redes, alguien importante se fija en tu caso y te brinda la ayuda necesaria, de lo contrario te ignoran. Sin esas firmas, posiblemente los padres de esta familia se quedarán sin visa, sin trabajos, sin seguros y sin Julia.

Cuando conocí de este caso me cuestioné el hecho de que alguien como Julia y su familia necesiten de las redes para intentar salvar su vida, pero, al final así parece que funciona hoy el mundo, para bien o para mal. 

Hasta ahora, luego de varias semanas de campaña, todo lo que se ha hecho por Julia ha resultado insuficiente. Por recomendación de gente especializada en el manejo de redes, la familia de Julia acudió a ciertas personalidades que tienen mayor cantidad de seguidores para que les pudieran ayudar solamente con unos pocos segundos de sus vidas para conseguir una firma por su hija, nada más que una simple firma electrónica. Algunas de esas personalidades ayudaron, pero otras, quizás las que más podrían haber colaborado en esta campaña, aunque resulte increíble, dijeron que no podían hacerlo… Se negaron, asumo, por compromisos comerciales, imposiciones de sus auspiciantes, ignorancia o quizás tan solo por falta de tiempo, solidaridad o empatía, pero se negaron...

Una vez más me dije, para qué sirve toda esta parafernalia voyerista, desagradable, malsana, si cuando tenemos la oportunidad de ayudar a alguien que depende de nuestra atención durante treinta segundos, solo treinta segundos de su vida, la ignoramos, pero pasamos horas enteras de distracción, ocio o pura morbosidad para seguir la vida íntima de esos personajes que no merecen un segundo de nuestra atención.

Julia, esa niña luminosa y feliz a pesar de sus circunstancias, tan solo necesita nuestras firmas para salvarse. Si quieren apoyarla, si quieren escucharla y verla sonreír, si no tienen restricciones comerciales o si sus auspiciantes no lo impiden, les dejo este enlace que es al final el vínculo que le queda a esta niña para conservar su vida: https://youtu.be/bexY0R3-JtI   (O)

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