Las palabras y el nombre de las cosas, aunque no parezca, son fundamentales. Moldean no solo lo que expresamos, sino lo que pensamos y por eso nunca están aisladas. Siempre están conectadas unas a otras, pero también van de pegadas a gestos y emociones. Por eso, interfieren en nuestros sistemas, en la forma de comunicarnos y en como entendemos el mundo.
Sin entrar en detalles o estudios de gente inteligente que se dedica a la semiótica, la influencia de las palabras es tan grande que deberíamos ser muy cuidadosos en cómo las usamos. Por eso, debemos ser supremamente prácticos en la construcción de palabras. Ahora, que vivimos comunicándonos exageradamente gracias a la interconectividad y a las redes sociales, hacerlo correctamente podría solucionar una serie de inconvenientes. Sin embargo, no me refiero al academicismo riguroso, que se debe desterrar, sino a la posibilidad de adaptar palabas más sencillas o que ayuden a la comprensión de las cosas. No planteo un anarquismo gramatical, porque tampoco nos entenderíamos, pero si cierto sentido práctico en la construcción de los sustantivos.
Lo que intento plantear es que las palabras, en su mayoría, deberían intentar describir las cosas que representan. Hay palabras como correveidile, tan útil para ir de chisme en chisme y que se entiende por sí sola. No hace falta explicación para saber de qué se trata. ¡Bellísima palabra! Otras como paraguas, sobre todo si la lluvia es agresiva; o, sacacorchos que explica con claridad para qué funciona ese instrumento.
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Pero hay otras palabras que no describen lo que quieren decir. Sin duda son la mayoría. Por eso, deberíamos tener más palabras que escondan la definición en sí mismas. Por ejemplo, en vez de pistola, "cosaquemata". En vez de bache, deberíamos decir "¡cuidadoconelhueco!". Con signos de exclamación siempre y, dependiendo del hueco, ¡"cuidadoconelhuecohijueputa! Si no hacemos esto, estamos condenados a ver el diccionario cada vez que manejamos por las calles maltrechas (otra linda palabra) de la ciudad.
Deberíamos empezar a construir este tipo de palabras para poder entendernos mejor. Ejemplos existen como el genérico que con el que se acostumbra llamar a los perros: firulais. Firulais es el apocope de free of lice, que significa libre de piojos en inglés. Y tiene mucho sentido. Otra palabra parecida es Chipipe, que colinda con Salinas, que se deriva de la pronunciación costeña de otro anglisismo: shit pipe. Prefiero no explicar su traducción porque podría oler feo.
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En cambio, hay palabras que te invitan al equívoco y también habría que hacer algo con ellas. Por ejemplo, seco, plato típico ecuatoriano de proteína con arroz repleto de algún líquido muy sabroso, pero chorrea. Es todo menos seco. Sin embargo, se deriva de second. Por lo tanto, como suelen hacer los habitantes de este país costeño, el uso formó una palabra a la que se le comieron todas las letras. Literal.
Para poner un ejemplo de otras latitudes, en Argentina, un país muy práctico, llaman al acné, esa cosa que sale en la cara cuando eres adolescente, pornoco. Que es la constricción de la frase, "por no coger". Que además de ser una frase mucho más divertida que acné, cumple la función de explicarte porqué aparecen esos granos. Son unos genios.
En Ecuador tenemos el famoso comeibebe y se podría decir que es un sustantivo que se hace con jugo de naranja y frutas y, aunque podría parecer una orden a un niño, termina siendo la descripción exacta de lo que sucede cuando uno pide ese plato. ¡Una maravilla!
En todo caso, en esto de crear palabras los alemanes son más prácticos. Este idioma es infinito en palabras ya que las forman sobre la base de las circunstancias. De hecho, existe la palabra Rindfleischetikettierungsüberwachungsaufgabenübertragungsgesetz, que significa "Ley de transferencia de delegación para el etiquetado de la carne de vacuno con el fin de controlar las transferencias de tareas". Si, una sola palabra que describe todo eso.
Viendo así las cosas, ¿será muy difícil mandar a la mierda a todas las palabras que no tienen nada que ver con lo que describen? Dejemos la solemnidad académica y seamos más como los alemanes. Prácticos y un poco colorados. Las palabras deberían cumplir con la función de describir lo que significan. ¿Y si lo intentamos? A mi esta idea me parece forbesmidable. (O)