Al ser el año nuevo sinónimo de nuevos inicios, renovación y positivismo para todos nosotros a nivel personal, el nuevo año también representa un reto empresarial para administradores y líderes de iniciativas que pretenden alcanzar nuevos objetivos organizacionales y por ende, nuevas métricas en pendiente positiva y de forma más productiva. Evidentemente no es posible obtener resultados distintos de procesos cotidianos, y es ahí cuando la innovación empresarial se percibe como la herramienta mágica para resolver todos los dilemas y ambiciones de una organización. No obstante, antes de considerar el nuevo modelo de innovación empresarial que empieza a tomar especial relevancia en el viejo mundo - y que se planteará en breve -, primero hace falta reflexionar sobre algunos mitos erróneamente asociados a la innovación en nuestras organizaciones.
La innovación no es una actividad aislada que visita nuestra empresa en momentos de crisis o con la ocasión del nuevo año, más bien es un proceso reservado para el sector empresarial cuyo objetivo es identificar y aprovechar el conocimiento, transformándolo en algo diferenciado que genere valor o riqueza. Innovación no es dejar de hacer algo obsoleto, ni sustituir equipos; no es trasladar variaciones de coste a los precios, cambiar de mercancía por estacionalidad ni vender algo nuevo con el método habitual. Por lo contrario, las actividades que incluyen actuaciones científicas, tecnológicas, organizativas, financieras y comerciales que conducen a un éxito viable, sí corresponden a una innovación.
La innovación en sí se materializa en un proceso que parte de 4 factores básicos: (a) la realizan las personas (b) de forma consciente o inconsciente (c) para conseguir algo mejor (d) utilizando el conocimiento. Por lo tanto, la innovación no es un resultado fortuito, es el vehículo con el que una empresa obtiene competitividad al potenciar sus actividades de investigación y desarrollo, proceso que principalmente genera rentabilidad en el largo plazo. Dicho esto, a pesar de la aparente dificultad que representa convertirse en una empresa de mejora continua, nunca es tarde para preparar el terreno en el que se desarrolle la innovación empresarial pues en la mayoría de los casos la innovación resulta ser incremental, incluyendo cambios o mejoras de los productos y servicios que se ofrecen, de la comunicación, de los procesos internos o de la organización de la empresa.
Particularmente, la innovación organizacional trata sobre la implementación de nuevos modelos de negocio como la evaluación del talento humano, la gestión del conocimiento o de los sistemas de calidad, como resultado de un cambio de paradigma que antiguamente destinaba el esfuerzo de todos los miembros de una organización a una única dirección sin considerar que el entorno se encuentra plagado de incertidumbre. A diferencia de la actualidad en donde la preocupación empresarial - incluida la del nuevo año - es que los miembros de un equipo cuenten con la capacidad de confrontar los cambios adaptando sus acciones a una situación voluble de forma coordinada y eficiente. Coincidentemente, en ambos momentos, las empresas siempre han pretendido liderar con la estrategia idónea y esto solo se obtiene mediante la innovación del modelo de negocio tradicional.
En los últimos años, los proyectos de triple impacto han tomado especial interés en el contexto nacional. Este es un modelo propuesto por Etzkowitz y Leyderdorff en la década de los noventa que pretendía potenciar la colaboración entre la universidad, el gobierno y la industria. Con el transcurso de los años, el modelo evolucionó para poder abordar los complejos desafíos de nuestra sociedad, incluyendo a más grupos de interés y distintos actores en el desarrollo del proceso de la innovación empresarial. Más tarde Carayannis y Rakhmatullin proponen un modelo de tetra-hélice que incluye al "usuario de la innovación". En este modelo ahora centrado en el usuario, se priorizan los intereses de la sociedad, es decir de los ciudadanos que resultan directamente influenciados por la cultura y los medios. Se conforma así una nueva dimensión democrática que no es la única en incorporarse, pues más tarde, en el modelo de quinta hélice, de los mismos autores, se sugiere que la innovación debe preocuparse también por los entornos naturales en los que dicha sociedad se desenvuelve.
De este modo, Carayannis y Rakhmatullin consideran que las organizaciones deben adoptar estrategias de especialización inteligente que no solo aporten al desarrollo sostenible e inclusivo de Europa sino también del resto del mundo, aplicando modelos de interacción colectiva y de intercambio de conocimiento, que deben contar con al menos cinco subsistemas o hélices, representados por: (a) el sistema educativo, (b) el sistema económico, (c) el entorno natural, (d) el sector público o sistema político, y (e) la comunidad basada en los medios de comunicación, cultura o sociedad civil.
Recientemente, el modelo de innovación más contemporáneo propone un sistema de "N-hélice". Leyderdorff asegura que esta propuesta representa un modelo de negocio de colaboración y co-creación que considera un número indefinido de hélices o participantes, con el objetivo de fomentar el desarrollo económico y social mediante un complejo sistema de innovación diverso y contemporáneo. Los promotores del Modelo N-hélice aseguran que el desarrollo innovador y sostenible de los países solo se construye con un crecimiento que esté siempre alineado al progreso democrático, con participación de las universidades e industrias, con objetivos sostenibles claros que beneficien a la sociedad y al medio ambiente. En definitiva, el nuevo modelo de innovación empresarial debe ser capaz de convertir los retos actuales en un futuro de sostenibilidad e inclusión para todos. (O)