Empezamos el año con un sacudón tras la violencia que se vivió, en especial en Guayaquil, que obligó al gobierno a decretar el Estado de Guerra. Sin embargo, a pocas semanas que acabe el Estado de Excepción siento como ecuatoriana que de a poco nos han devuelto la esperanza.
Nos convertimos desde hace mucho tiempo en un narcoestado que nadie quiso ver hasta que la violencia y el miedo tocó las puertas de los hogares del común de los ecuatorianos. Las muertes por ajustes de cuentas que cobraron vidas de inocentes, las muertes por error en el perfil del asesinado, los valientes que denunciaron el cobro de vacunas y de otros mecanismos de extorsión, así como las balaceras y las muertes de políticos nos hicieron enfrentarnos a una verdad que nos negábamos a ver.
Aquellas noticias que siempre menosprecié en países de Centro América, México y Colombia hoy son parte de nuestros titulares. Cuando vivía fuera del país y trataba de promocionar el turismo en Ecuador siendo solo una ecuatoriana orgullosa de su país; podía decir que no éramos como aquellos países que acabo de mencionar que causaban miedo a muchos extranjeros de Estados Unidos y Europa.
En enero me tocó responderles a todos aquellos amigos que me visitaron ya en Ecuador y algunos que estaban próximos hacerlo. Efectivamente la situación ya no era la misma de hace algunos años; pero que, pese a todo aún es posible disfrutar de nuestras maravillas.
Sentí un gran vacío al no tener argumentos suficientes para defender a mi país y de persuadir a mis amigos (que también son posibles turistas) que mantengan su deseo de visitar Ecuador. Era una mezcla de rabia, pena, impotencia, frustración e incluso miedo.
Por mi personalidad, mi entorno y el carácter de mis padres nunca dejé de hacer mis actividades pese a que algunos días pude sentir miedo al caminar, al regresar de noche a mi casa por poner unos ejemplos. Hoy, a pocos días de cumplirse el Estado de Excepción, puedo sentir un ambiente diferente no solo en mi sino en los ciudadanos.
Poco a poco el gobierno nos ha devuelto la fe y la esperanza en nuestro país. Las calles vuelven a tener ambiente, los negocios en algo compensan las ventas ya que la percepción de seguridad de la gente influye en su nivel de gastos. Las noticias ya no son sólo robos y asaltos, ahora son capturas de los más buscados, decomisos enormes y constantes de drogas, desarticulación de bandas, etc.
Este es sólo el primer paso, aún falta mucho por hacer, pero por fin un gobierno tuvo la valentía de hacerlo. Luego de que finalice el Estado de Excepción habrá que tomar otras medidas, pero hasta eso vamos levantando todos de a poco al Ecuador.
Nos urge contar con gente valiente. Gente que no le tema salir a trabajar, que no le tema denunciar la corrupción, que no se deje ganar del miedo para salir adelante en su día a día. Esto únicamente lo logramos mejorando la seguridad y la percepción de seguridad de los ciudadanos. Los correistas jugaron con nuestra percepción ya que creíamos estar tranquilos cuando dormíamos con los más peligrosos y hoy pese a creer estar con nuestro círculo de confianza nos sentimos inseguros.
Este problema es estructural y tomará tiempo, dinero y convicción poder romperlo. Sin embargo, hemos dado ya todos el primer paso. Sigamos dinamizando la economía para que nosotros y el Estado tengamos las herramientas para hacerle frente al narcotráfico con militares y policías limpios y con ciudadanos valientes que no caigamos en las amenazas y manipulaciones que nos han tenido acostumbrados. (O)