¿Normal? Una niña cargando a otra niña
Talvez parezca un problema lejano, pero no lo es. Ahora que vivo la maternidad con todo su esplendor, con alegrías y tristezas. No me puedo imaginar lo complicado que debe ser para una niña -que no cuenta con las herramientas psicológicas, emocionales y económicas- criar a otro ser humano y darle la atención y la educación que se merece.

Nunca pensé que la primera columna que escribiría sería sobre un tema tan complicado como la maternidad. Hay tantas cosas de qué escribir, pero hay algo que me impactó de sobremanera. Ahora veo todo con otros ojos, con la visión de una mujer que sabe lo duro que es procrear una vida. Recuerdo el día que fui al Registro Civil a inscribirle a mi hijo y me encontré -en la fila- con un par de niñas que cargaban a otras niñas. Hasta ahora no entiendo cómo lo logran. Tampoco entiendo por qué no tenemos más políticas públicas que nos ayuden a reducir estos embarazos. Según cifras del INEC, más de 41.000 niñas y adolescentes, entre 10 y 19 años, se convierten en madres cada año. Les invito a visitar el Registro Civil (los centros de salud también) y ver este cuadro que -sin duda- nos debe preocupar a todos.

Estas niñas deberían estar terminando el colegio o pensando qué van a estudiar en la universidad. Sin embargo, están cambiando pañales y -muchas de estas- sobreviviendo, sin dinero ni recursos. Hace dos años, el 15,7% de los nacimientos en el país fueron de madres adolescentes y el 0,7% de niñas menores de 14 años. Son cifras aterradoras, cifras que colocan a Ecuador como el segundo país en la región con más casos de embarazos adolescentes. Y ¿saben qué es lo peor? El 80% de los embarazos, en menores de 14 años, son resultado de violencia sexual. Es un círculo vicioso donde niñas se convierten en madres, estas madres no tienen cómo mantener sus hogares y aparecen problemas como la desnutrición infantil, donde también tenemos números rojos. 

Debemos entender que estas niñas no tienen las mismas posibilidades ni la educación necesaria para cambiar sus vidas. De acuerdo con la ONU, el 38,4% de niñas y adolescentes viven en hogares que sufren pobreza monetaria en Ecuador y la tasa de pobreza multidimensional alcanza el 45,8% en este grupo, el tercero más alto, solo detrás de mujeres indígenas y montuvias. (Han pasado cinco años desde que se levantaron estas cifras, no me imagino cómo han crecido en los últimos años). 

Talvez parezca un problema lejano, pero no lo es. Ahora que vivo la maternidad con todo su esplendor, con alegrías y tristezas. No me puedo imaginar lo complicado que debe ser para una niña -que no cuenta con las herramientas psicológicas, emocionales y económicas- criar a otro ser humano y darle la atención y la educación que se merece. Todos estos problemas sociales están relacionados. Hemos visto cómo niños de 12 años se convierten en sicarios y para ellos, con hogares pobres y llenos de violencia, esa es la única salida. Todos somos parte de este círculo, que se convierte en una bola de nieve, que arrasa con todo a su paso y con el deseo, intrínseco, de que nuestros hijos tengan un futuro.  

Este es un llamado para quienes podemos hacer un cambio, sobre todo a quienes buscan ser nuestros representantes. Esos ocho binomios tienen una deuda social y es momento de pagarla. Además, apoyar la erradicación (o por lo menos la disminución) de estas realidades es un buen negocio, solo hay que hacer números. Los empresarios deben invertir para un mejor futuro de las niñas y las adolescentes, es una apuesta por mejores profesionales para sus negocios, así estarán mejorando la productividad, reduciendo las brechas… Es un ganar para todos.   (O)