Época difícil la que estamos viviendo en Ecuador… una violencia nunca antes registrada con episodios inéditos en nuestro medio pero conocidos en otras latitudes… cotidianidad alterada y una serie de interrogantes sin respuesta…un gobierno convertido en un asombrado espectador más… carente de reacción, con recetas ajenas a la realidad y totalmente reincidentes a pesar de sus repetitivos y sonados fracasos como las insistentes declaraciones de excepción…o las requisas de armas en centros carcelarios o el control de pandillas urbanas.
Violencia notoria e indetenible en todos los espacios de la sociedad: asesinatos, feminicidios, sicariatos, ajuste de cuentas, macabras advertencias, bombazos, quema de buses o taxis, explosivos humanos, inocentes víctimas colaterales y una territoriedad defendida a sangre y fuego. Lavado de activos, abierto narcotráfico y un notable como extendido avance del microtráfico; violentas bandas (auspiciadas por carteles internacionales) disputan palmo a palmo, calle a calle un mercado que parece no tener techo. Provincias, cantones, parroquias y barrios a merced de grupos armados, acciones extremadamente violentas que van desde “vacunas” hasta secuestros y asesinatos o asaltos a plena luz del día… tal como se aprecia en los noticieros nacionales, donde cada fin de semana se cuentan los muertos por decenas al extremo que expertos coinciden en que se “está viviendo la peor violencia de la Historia”… la tasa de homicidios del Ecuador va a la par de países tradicionalmente violentos como México o la misma Colombia.
Hace rato que las cárceles y centros de retención pasaron a manos de mafias que estratégicamente las manejan a su antojo, mientras el Estado trata de convencernos de lo contrario…y los muertos en cada revuelta penitenciaria no hacen sino enrostrarnos un inoperante e ineficaz gobierno que habla mucho, pero acciona poco…eso sin contar con las ya mencionadas requisas periódicas de armas, municiones, bombas, granadas y drones cuyo origen es ignorado o desconocido y muy mal explicado.
Desde el momento que el narcotráfico pasó a contribuir –abierta o solapadamente - para las campañas políticas ecuatorianas y condicionó exigencias como la desaparición de la Base de Manta o la eliminación de los radares o la llamada “ciudadanía universal” se permeó la entrada de organizaciones criminales exógenas que con “el silencio cómplice” de las autoridades de turno, ingresaron con éxito en la institucionalización ecuatoriana: asamblea legislativa, ejecutivo, cortes de justicia, poderes seccionales, ejército o policía, desde donde con “traje y corbata”, dirigen y controlan su lucrativo negocio… manipulando leyes, dictando medidas cautelares o cambiándolas… violando reglamentos o eliminando sin contemplación alguna a todo el que considera un obstáculo para sus nefastos intereses …quitando o poniendo candidatos y jugando sus mejores cartas (léase millonarios auspicios) a quienes en su momento los auparon y con quienes piensan cogobernar los próximos años como ya lo hicieron en el pasado reciente.
El 24 de enero del 2020, en la ciudad de Madrid un Jurado presidido por el escritor mejicano Juan Villoro, otorgó el XXIII Premio Alfaguara de novela a “Salvar el fuego” del también mejicano Guillermo Arriaga, el Acta de ese prestigioso evento literario hispano, textualmente dice: “Salvar el fuego” es una novela polifónica que narra con intensidad y con excepcional dinamismo una historia de violencia en el México contemporáneo donde el amor y la redención aún son posibles. El autor se sirve tanto de una extraordinaria fuerza visual como la de recreación y reinvención del lenguaje coloquial para lograr una obra de inquietante verosimilitud…”
Guillermo Arriaga, muy conocido por ser guionista de películas como Amores Perros, 21 Gramos o Babel entre otras, pone en su novela “Salvar el Fuego” el dedo en la llaga, entonces se revelan unas extraordinarias similitudes con lo que está viviendo nuestro país en estos aciagos días… pasajes o capítulos que parecen desarrollarse en Ecuador… corrupción a todo nivel, incesante búsqueda de impunidad, jueces al mejor postor o el mafioso manejo de las penitenciarías o los consabidos ajustes de cuentas con sicarios entrenados para gatilleros y verdugos…a la par que políticos y abogados sin pudor alguno interpretan y tergiversan la ley a su antojo .
La historia de un amor imposible en medio de un entorno feroz y violento da cuerpo a la premiada novela de Arriaga, mientras que un variopinto conjunto de personajes matizan una narrativa que funde ficción con realidad, entregándonos páginas de alta calidad literaria, sin soslayar la descripción y tratamiento de una “guerra no convencional” entre un estado indefinido y unos perversos carteles que han extendido sus raíces hasta estamentos inimaginables. La trillada frase de “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia” no hace más que ratificar las duras afirmaciones de Guillermo Arriaga sobre la violencia en que vive su México natal y cuyas características principales – desgraciadamente- se reproducen con inusitada exactitud en el Ecuador del 2023. (O)