Negociar cuesta arriba
La situación venezolana se envenena cada vez más. Se cierran las opciones democráticas. Se sostiene la mentira y se incrementa la represión. La negociación parece imposible.

Venezuela es un polvorín que se resiste a estallar. La situación está trabada, aunque Maduro lleva la iniciativa con la fuerza bruta por delante. Tres actores emergen con fuerza en la actualidad. Primero: la oposición, que con su espectacular jugada de difundir las actas ha puesto a muchos de cabeza. Hay juicios levantados para sus líderes, y cualquier momento serán aprehendidos o expulsados. Este actor ciudadano colectivo, a pesar de las amenazas con penas monumentales, continúa con su presencia en las calles con las manos vacías, fiel a González y a María Corina. 

Segundo: Nicolás Maduro que prende y apaga a 5 testaferros venenosos, vacíos y torpes: Rodríguez, Cabello, Tarek, Amoroso, Padrino…. Y exhibe su aparato represivo sin tapujos, incluyendo desapariciones, torturas y menores apresados. Sus colectivos motorizados recuerdan ejemplos históricos de paramilitares al servicio de tiranos. Fanáticos, obedientes y serviles. Atentos a las órdenes de jefes incuestionables. Con sustanciosos intereses en empresas públicas y en la economía criminal, narcotráfico, sobre todo. 

Y tercero: comunidad internacional. Aparte de aliados históricos de Maduro (Irán, Rusia, China, Cuba, Nicaragua…) el resto del mundo empuja por la transparencia. Profusión de pronunciamientos de países, organismos, figuras que pesan, aunque no quiebran la relación interna. Advertencia tibia de sanciones. 

Los actores involucrados -especialmente la comunidad internacional- han empezado a hablar de opciones para destrabar el momento y evitar que Maduro -empeñado en comprar tiempo- consolide su poder. Sin olvidar que la opción más consistente, veraz y de sentido común no era otra que la revisión de actas como paso imprescindible para cualquier proclamación. Lastimosamente, el sentido común y la verdad, pocas veces triunfan.

Otra de las opciones planteadas rechaza lo que llaman una claudicación. Apuesta por insistir en una triple pinza: revisión de actas, movilización y lucha social persistente, y presión internacional. Penosamente esta alternativa está por ahora bloqueada y tiene el peligro de desatar una represión de corte fascistas y el “baño de sangre” que anima Maduro.  La presión externa, por otra parte, y a pesar de su amplitud, muestra sus límites. Resulta casi imposible luchar con armas democráticas contra un gobierno que no lo es. Un gobierno que respira dictadura con un caudillo inflexible al frente. 

Negociar en un entorno gris

Resta la opción de la negociación. Para algunos, la palabra produce urticaria, suena a traición. Desde varios sectores, sin embargo, se ha ido posicionando la idea de realizar nuevos comicios como alternativa. Así, ninguna de las partes se quedará con las manos vacías. Nadie alegaría fraude. Ambas se someterían al juicio popular. El voto dirimiría el poder. Pareciera inapelable. 

Pero no hay que engañarse. La negociación es un proceso complejo, largo, persistente. Implica avances y retrocesos. Cesiones y aceptaciones. Supone peligros de ruptura, de incumplimientos, de irrespeto a la ética. Demanda establecer las líneas rojas que no se deben cruzar. ¿Existe un entorno favorable para todo aquello?

Especialistas y editorialistas han señalado estos días cinco condiciones esenciales que una negociación de este tipo podría tener: revisión del padrón para no excluir a los migrantes forzados; transparencia de actas de votación; liberación de presos políticos; suspensión de juicios; presencia de observadores internacionales idóneos en todo el proceso. Observadores como Naciones Unidas, Comunidad Europea…

La mediación precisa aceptación de las partes de facilitadores y testigos. Tres países, adictos al Socialismo Siglo XXI, podrían cumplir un papel estelar por su cercanía a Maduro y sus posiciones críticas no extremas, conciliadoras: Colombia, México y Brasil. Se espera no se sumen a la engañosa quema de tiempo. Estados Unidos podría agregarse, junto a un par más de países latinoamericanos. 

Sin embargo, todo lo dicho sobre negociación puede quedar convertido en polvo, en mera especulación. Sucederá si Maduro y su camarilla no están dispuestos a abrir el nudo y posibilitar los diálogos. Lastimosamente, hoy Maduro exhibe con cinismo tres estrategias sin retorno: rechazo de toda negociación que implique riesgo a su nombramiento (sabe que perdería); desinterés por probar resultados (sabe que hubo fraude); indiferencia ante los pronunciamientos del extranjero.

Si no ocurre algo extraordinario, el camino al totalitarismo se abrirá paso, generando otra oleada de migrantes forzosos. Ojalá, por ellos y por la región, no llegue a suceder.  (O)