Vivimos en un mundo capitalista en el que trabajar y hacer dinero es una necesidad para sobrevivir, pero ¿solo estamos aquí para eso? ¿llegamos a este planeta para ser el más rico del cementerio o para que nos recuerden como aquellos que lograron acumular más dinero.
El egoísmo no se limita únicamente al dinero, ni a la falta de generosidad. El egoísmo va más allá: se trata de cómo utilizamos nuestro tiempo y en qué lo gastamos. Por ejemplo, la mayoría de las personas piensa en su propia felicidad, en qué les gusta hacer y en cómo alcanzar sus metas.
Pero, ¿por qué no ir más allá y dedicar unos minutos, unas horas o unos días a ayudar a quienes más lo necesitan? Pensemos en los beneficios que podemos generar para adultos mayores, personas con discapacidades, refugiados y otros grupos.
Por ejemplo, los fines de semana muchos tenemos dos días de descanso, entonces ¿por qué no dedicar una parte de ese tiempo a mejorar nuestra comunidad y apoyar a los más vulnerables? No se trata solo de donar dinero, sino de involucrarnos, entender los problemas, generar ideas, impulsar proyectos y buscar soluciones efectivas.
La falta de organización en la ayuda social es uno de los retos. Uno de los mayores desafíos es saber cómo, dónde y con quién ayudar. Muchas personas quieren contribuir, pero no existen suficientes entidades particulares sin fines de lucro bien gestionadas que organicen todo tipo de procesos más la logística necesaria y que faciliten la participación de la sociedad.
Veamos algunos números. En el mundo se cuentan aproximadamente 58 millones de millonarios. Si cada uno donara 1 millón de dólares, se recaudarían 58 billones de dólares. Si este dinero se distribuyera entre los 195 países reconocidos, a cada nación le corresponderían alrededor de US$ 297,4 millones.
En Ecuador, por ejemplo, ¿no podría esa cantidad de dinero ayudar a crear una institución privada seria con metas concretas? ¿Por qué no invertir en la salud infantil y abrir unas clínicas gratuitas para todos los niños de 0 a 10 años? Tomo este ejemplo por mi hija y el alto costo de la medicina privada.
También podemos pensar en soluciones para reducir el desperdicio de alimentos. Sin necesidad de que los millonarios donen grandes sumas, existen otras formas de combatir problemas sociales.
Cada año, millones de toneladas de comida son desechadas por restaurantes, cadenas de comida rápida y supermercados. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en 2019 se desperdiciaron 244 millones de toneladas de alimentos a escala mundial. Esta cantidad podría alimentar a 477 millones de personas durante un año, lo cual es más de cinco veces la cantidad de personas que sufren inseguridad alimentaria severa en el mundo.
¿Por qué no implementar un sistema en el que los restaurantes donen la comida que está por caducar o que no se ha consumido para alimentar a quienes no tienen acceso a ella?
Una posible solución sería establecer un pequeño porcentaje de contribución sobre las ventas de los restaurantes para cubrir los costos logísticos del transporte y la distribución de estos alimentos. De esta manera, cuando las personas se alimenten en su lugar favorito, sabrán que ese restaurante también está ayudando a quienes más lo necesitan.
Si donar dinero no es algo atractivo, quizás se podría implementar un descuento al impuesto a la renta por montos en donaciones específicas para este tipo de iniciativas, y que las dirijan para aplicarse a todos los establecimientos que sirven comida, incluyendo colegios, universidades, hoteles, centros comerciales y empresas.
Otro reto: Mejoras en el acceso a la salud. ¿Por qué en las clínicas y hospitales privados, de un promedio de 10 pacientes que atienden al día, los médicos especialistas deberían atender gratuitamente a por lo menos dos personas que no pueden pagar una consulta?
A algunos médicos se les ha olvidado el juramento hipocrático que asumieron cuando se graduaron por vocación y están priorizando el dinero sobre la ayuda a los demás.
Otro tema de mucha importancia en la salud es el desperdicio de medicamentos, que es alarmante. Se estima que un alto porcentaje de los medicamentos en los hogares termina en la basura, los cálculos del desperdicio mundial en cifras dadas por organizaciones mundiales serios, calculan que son unos US$ 750.000 millones los que se dejan caducar.
En hospitales, especialmente en EE.UU., se desperdician más de US$ 3.000 millones al año en medicinas debido a que las dosis suelen ser únicas y que contienen más de lo necesario para los tratamientos ambulatorios ¿No podría destinarse este excedente a quienes realmente lo necesitan?
La industria del deporte también puede impactar. A escala mundial genera más de US$ 500.000 millones de dólares al año. Solo con un pequeño porcentaje de estos ingresos se podría hacer una gran diferencia en múltiples causas sociales.
En lugar de invertir tanto dinero en proyectos espaciales y la exploración de otros planetas, ¿por qué figuras como Elon Musk no destinan parte de sus recursos y esfuerzos a mejorar el mundo en el que vivimos? Con una buena organización a nivel global, la hambruna podría ser erradicada.
¿Y si ayudamos a que ayudar sea sexy? Hoy en día, los premios y reconocimientos van para las personas más ricas, las empresas más exitosas o las celebridades más atractivas. ¿Por qué no existen premios para quienes más contribuyen al bienestar del mundo?
Deberíamos crear incentivos para que ayudar se convierta en algo prestigioso, que llene de orgullo y motive a más personas a sumarse a la causa.
En conclusión, para lograr un verdadero cambio deben existir entidades privadas bien gestionadas con regulaciones que garanticen el cumplimiento de sus objetivos. Si nos organizamos y aprovechamos los recursos que ya tenemos, podemos mejorar significativamente la calidad de vida de millones de personas.
No es solo cuestión de dinero. Es cuestión de voluntad. (O)