Aunque siempre se destacaron a lo largo de la historia, hace una o dos décadas que la ciencia intenta encontrar evidencia concreta sobre las diferencias estructurales en la psiquis de los líderes mundiales, tales como presidentes, cúpulas ejecutivas de grandes corporaciones y/o exitosos empresarios. ¿Cuál es el origen de tal asimetría intelectual con el ciudadano promedio? ¿Poseen otro mecanismo de razonamiento? ¿Hay un factor genético involucrado o es la experiencia la responsable del resultado final? ¿Cualquiera puede convertirse en un verdadero líder?
La adecuada comprensión de las causas cuya acumulación o sucesión pueden convertir a un hombre o a una mujer en un líder ayuda a labrar la llave para entender que esos factores y circunstancias puedan constelarse en otras personas posiblemente.
¿Existe el hombre normal?
Para rastrear supuestas diferencias, es preciso indagar sobre una cuestión básica: ¿Existe un hombre normal, un prototipo a partir del cual extender el análisis? La normalidad humana es un tema que ocupó la atención de muchos pensadores, filósofos, juristas, estadígrafos, biólogos, psicólogos y médicos psiquiatras. Es para muchos una entelequia conceptual que no se resuelve mediante la aplicación de principios lógicos; para algunos es una intuición natural más que una valoración objetiva y, para otros, una realidad biológica indiscutible, que surge del raciocinio aplicado a la resolución de tan complejo problema.
La normalidad humana se observa en un equilibrio inestable, pero equilibrio al fin, que no todos los hombres pueden sostener permanente o indefinidamente. Cuando este equilibrio desaparece, se instala la condición anormal que asigna la comunidad: la anormalidad, entonces, se define en la valoración de nuestros semejantes. Estas apreciaciones conceptuales han hecho decir al psiquiatra Alejandro Raitzin que la normalidad, como la belleza, la moralidad y la bondad, es en esencia una cuestión de armonía, de unidad, de simetría y sobre todo de equilibrio.
Otros autores, como Robert Cloninger, consideran que la personalidad está conformada por el temperamento y el carácter. Según esta aproximación, el temperamento está condicionado genéticamente y en gran medida es estable; el carácter, por el contrario, se forja durante el proceso de aprendizaje y socialización del individuo.
Es factible que los líderes de nuestro mundo posean una carga genética que condiciona, en parte, sus lineamientos de pensamiento, razonamiento y empatía. Pero sin dudas el ambiente en el que crecieron y desarrollaron (epigenética) terminó de esculpir su estructura psíquica.
Es común que la sociedad crea que las personas que ocupan importantes cargos carezcan de empatía (rasgos psicopáticos), lo que les permite no ponerse en el lugar del otro y, en oportunidades, priorizar sus propios intereses a costas de perjudicar a otros.
Es innegable y perentorio reflexionar que ser líder implica tener un pensamiento propio y diferente al de la mayoría de las personas, sabiendo defenderlo, argumentarlo y debatirlo correctamente. La persona que ostenta el liderazgo de un equipo tiene que saber que es un puesto muy solitario.
En el mundo competitivo actual, los antiguos líderes naturales dejaron de tener vigencia para ser desplazados por quienes son dueños de aptitudes psíquicas particulares que realizan sinergia con su preparación académica. Cabe destacar que también existen aquellos que su coeficiente intelectual es tan elevado y sus ideas tan innovadoras que arrollan cualquier curriculum vitae, pero son la minoría.
La mente de los líderes suele estar coronada por velocidad de asociación de ideas, atención flotante, anticipación constante y el encadenamiento de razonamientos muy particulares que logran balizar el camino al éxito.
La confianza suele ser su tesoro más preciado, les es extremadamente difícil poder depositarla en alguien, suelen evaluar las situaciones de traición como un evento esperable y generalmente ya tienen en su mente la solución con antelación a que el suceso desafortunado suceda.
Tienen un pensamiento binario ,no lineal, siempre hay más de una alternativa. No hay prácticamente lugar para la improvisación.
Son dueños de cualidades muy singulares, la capacidad de adelantarse a los hechos, de normalizar situaciones que suelen hacer vacilar a la mayoría de los individuos, la confianza en sí mismos, la determinación y la convicción de que van a saber hallar el mapa hacia el éxito son la clave para destacarse de la mayoría de los pares.
No todo el que se lo proponga puede ser un líder, más allá de la formación académica y de saber cómo guiar e inspirar al otro, debe haber un temperamento particular que es el que finalmente sale a la luz en momentos críticos y es justamente ahí cuando se devela quien es el dueño de una mente brillante.