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Con relación a los indicadores globales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que existan 2,3 médicos por cada mil habitantes. En 2019, Ecuador contaba con 40.230 médicos (INEC), lo cual, en relación con su población representaba un cumplimiento casi exacto del indicador.

26 Junio de 2024 15.26

Según las cifras oficiales de cupos universitarios de la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación del Ecuador (Senescyt), un total de 22.449 bachilleres aspiraban a estudiar la carrera de Medicina en Ecuador en 2022: 10.945 en la primera convocatoria y 11.504 en la segunda. El Consejo de Evaluación de la Calidad de la Educación Superior (CACES) reporta a su vez, 22 instituciones de educación superior que ofertan la carrera de Medicina en el país: 10 públicas y 12 privadas. Extrapolando con información de varias fuentes, se estima que anualmente casi 3.600 estudiantes finalmente logran acceder a los estudios de esta carrera, es decir, el 16% de los postulantes.

Con relación a los indicadores globales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que existan 2,3 médicos por cada mil habitantes. En 2019, Ecuador contaba con 40.230 médicos (INEC), lo cual, en relación con su población representaba un cumplimiento casi exacto del indicador.

No obstante, estas cifras nos llevan a cuestionar aspectos subyacentes: ¿qué pasa con los más de 18.000 jóvenes que aspiran a estudiar Medicina en Ecuador y no logran su objetivo cada año? ¿Cómo podemos mejorar la calidad de las vocaciones profesionales médicas? ¿Cuál es la respuesta que el país ofrece para que los médicos jóvenes puedan especializarse a nivel de postgrado? 

Para intentar hallar respuestas y obtener una visión desde otra perspectiva, contacté a la doctora Gloria Villalba Martínez, médica graduada en la Universidad de Barcelona, especializada en dolor craneofacial, quien ha realizado más de 5.000 cirugías, consolidándose como pionera en el campo de la neurocirugía.

En medio de su jornada como médica e investigadora en el Hospital del Mar, inicio preguntándole sobre su infancia y cómo iniciaron sus actuales sueños profesionales. Gloria, a su vez, me confesó que proviene de una familia muy humilde. Sus padres emigraron de Andalucía a Cataluña en busca de nuevas oportunidades de trabajo. Fue la primera persona en su familia en llegar a la universidad. Escogió estudiar Medicina porque le ofrecía respuestas para realizarse como persona en la empatía con la gente, uno de los rasgos más importantes de su personalidad.

Descubrió su especialidad a lo largo de la carrera y, cuando empezó a rotar en neurocirugía, fue un "amor a primera vista". Se consideraba como una niña “un poco rara” porque siempre le gustó aprender. Sus recuerdos la llevan a sus 5 años, cuando se despertaba a las 6:00 de la mañana para estudiar. Desde pequeña, resaltaron sus características de “niña preguntona” y su preocupación por razonar y buscar respuesta más allá de lo evidente. La medicina ha extendido esa curiosidad en el tiempo, permitiéndole ejercer esa actitud de vida, explorando ahora cosas nuevas en el ámbito de la ciencia.

Cuando hablamos sobre las características que deben tener los médicos, me responde que “no le gusta que el mundo encasille a las personas”, y concluye que la decisión y la voluntad son los valores comunes que determinan lo que quieres ser y que en esta profesión pueden tener cabida perfiles muy diversos. Sobre sus rutinas para haber logrado operar más de 5.000 cerebros, me habla con ilusión de un proceso que no es repetitivo, donde cada caso es diverso. Encuentra motivación en las ganas de trabajar, haciendo muchas guardias incluso sin obligación.

Gloria remarca que repetir un procedimiento de manera metódica nos hace buscar más excelencia, y de eso se trata la cirugía. Al hablar del esfuerzo requerido en la carrera de Medicina, lo define como muy duro respecto a otras carreras, porque implica muchas más horas de estudio. Como anécdota, me cuenta sobre su pasión por el piano y como tuvo que dejarlo porque era incompatible con las jornadas de su carrera.

Hablando acerca del machismo en su profesión, reconoce que las cosas han cambiado mucho desde que estudiaba, pero aún existe. Anima a todas las mujeres que quieren hacer medicina o ciencia a no dejarse vencer y buscar referentes que las orienten y apoyen, evitando ir solas.

Nos habla con ilusión del libro que está escribiendo, titulado “Al otro lado del bisturí”, donde quiere retratar la parte humana de la neurocirugía, la que no ven todos. Define como su mayor desafío responder cuando le preguntan sobre pacientes en mal estado: “no podemos mentir porque no es justo para el paciente y su familia”. Apela al lado más empático de su profesión, pues considera que innovar no es solo tecnología, sino también aspectos del trato humano a las personas. Por ejemplo, refiere el acompañamiento espiritual laico que ha desarrollado en su centro hospitalario para los pacientes neuroquirúrgicos, creando una sala para dar información relevante y espacios amigables para atender a las familias.

En los aspectos más técnicos de su especialidad, se refiere a la neuromodulación como uno de los procedimientos de futuro en la medicina. Esta innovación consiste en la modificación de circuitos cerebrales con electrodos u otros procesos, el cual tiene el potencial de curar o aliviar incluso síntomas de enfermedades complejas como trastornos mentales y alimenticios. En España, ha solicitado autorización para iniciar tratamientos en anorexia y adicción a cocaína. También nos habla de la nebulización en el dolor neuropático, un enfoque terapéutico que implica la administración de medicamentos mediante inhalación, con la cual ha conseguido aliviar síntomas de dolor neuropático e incluso revertir a pacientes con trámites iniciados de eutanasia, ofreciéndoles alternativas que les han salvado la vida.

Finalmente, al hablar de cómo los padres pueden acompañar y estimular vocaciones médicas en sus hijos, sugiere asistir juntos a conferencias o investigar juntos por Internet: “existen miles de conferencias sobre las actuales aplicaciones médicas”. Al final de este diálogo, le pido a Gloria un mensaje para los jóvenes, y no duda en decirme: “escojan lo que les gusta para tener una vida plena laboral y personal”.

Me quedo con la satisfacción de confirmar, en esta sencilla y sabia charla con esta profesional española, que la medicina, como cualquier otra profesión, requiere pasión, disciplina y esfuerzo. Pero, sobre todo, que los jóvenes que vestirán la bata blanca mantengan en su vida la vocación y el compromiso hipocrático de calmar el dolor de los que más sufren. Luego de ello, las recompensas de todo tipo llegarán, incluso las económicas. (O)

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