Me acuerdo
Me acuerdo de que las amistades incondicionales son las que están plagadas de tanta confianza que es como conversar con uno mismo, pero en voz alta y con la necesidad de seguir estando juntos, porque de eso se trata la amistad.

El artista norteamericano Joe Brainard escribió en 1970 un librito disruptivo y maravilloso, inclasificable la verdad, que consiste en una colección de recuerdos y frases que tienen la particularidad de ser una sincera confesión. Todas empiezan con la frase "me acuerdo" y, a partir de ahí, surge el retrato. Utilizando la misma idea, y copiando el estilo que confieso no es mío, me vi tentado a continuar con su experimento y elaborar una versión personal. Quizás es un buen ejercicio escribir pequeños recuerdos (en el celular, la computadora, un correo, una libretita, un artículo) de lo que soy, de algo, de cualquier cosa. Podría ser una buena idea para que usted también lo intente, amable lector. Total, al final cuando estamos solos lo único que nos queda son los momentos, esos pequeños instantes:

Me acuerdo de las figuritas que hacía por la noche con los dedos, en noches de vela y apagones o simplemente por jugar con una linterna. Me acuerdo de que los más fáciles eran el perro y el conejo. Me acuerdo de hacer fogatas y el encanto hipnótico que tiene el fuego cuando calienta. Me acuerdo de jugar con las maderitas encendidas y hacer figuras en el cielo oscuro con la brasa o la llama. Sobre todo, círculos.

Me acuerdo cuando creía que iba a tener que sobrevivir como Robinson Crusoe en una isla abandonada, vivir las más grandes aventuras por el Mississippi como Tom Sawyer o pertenecer al Gun Club y poder viajar a la luna. Me acuerdo de las veces que leía, más que de los libros que leía, porque viajar por muchos mundos me salvó la vida. Me acuerdo jugar a la lucha libre y ser Hulk Hogan cuando luchaba solo y ser los British Bulldogs cuando peleaba en parejas. Quizás porque eran los campeones.

Me acuerdo de la delirante manera de reír de mi papá. Me acuerdo de que llenaba la casa con su carcajada luego de un mal chiste (y uno bueno también) de Cantinflas y contagiaba a todos. Nos reíamos sin saber por qué. Pero también me acuerdo la primera vez que le vi llorar. Fue algo extraño. Sin embargo, lloramos en silencio y al mismo tiempo porque se había muerto mi abuelito. 

Me acuerdo de Tres son multitud y de MacGyver, de Mazinger Z y de Los Magníficos. Hasta ahora sigo tarareando esa canción. Me acuerdo de que me gustaba coleccionar cromos sin álbum ni engrudo. No me dejaban tener álbum, pero me hacía ilusión intercambiar figuritas y ser respetado entre mis compañeros. No era correcto ser el único que no tenía de qué hablar en los recreos. Me acuerdo que el fútbol era solo un pretexto para hacer amigos, tener una conversación luego del partido o compartir con mis hijos jugar a la pelota.

Me acuerdo cuando decía no te ilusiones, no te ilusiones, no te ilusiones... y te ilusionas.

Me acuerdo de mi primer cigarrillo y de que, por suerte, fue el último también. Me acuerdo también de la náusea y el vómito que vinieron luego de echar la única calada. Me acuerdo cuando entré por primera vez a una plaza de toros y veía desde la arena cómo se construyen los sueños. 

Me acuerdo cuando hacía arte en una pared, aplastando no sé qué cosa. Me acuerdo también cómo terminó: un hermoso dibujo abstracto, un chancletazo, agua y jabón para devolver todo a una normalidad blanca y aburrida, chancletazo y el fracaso de mi carrera como pintor. 

Me acuerdo cuando estoy en tus brazos, porque ahí me siento seguro a pesar de que sigas siendo solo mi hijo y yo solamente tu padre. 

Me acuerdo de la curva mojada de un lunes, del lugar donde estaba cuando deshojaba domingos y aprendía de las cicatrices que me había dejado la vida. Me acuerdo roto, destrozado, en permanente cambio y transformación. Ahí está la belleza de las cicatrices. La reconstrucción de las roturas, al fin de cuentas, son amor propio transformado en costura. 

Me acuerdo de todos los culos gloriosos y memorables que vi. Por eso son memorables. Pero también me acuerdo de lo que no puedo escribir en estas líneas, ni sus nombres. Me acuerdo de que las amistades incondicionales son las que están plagadas de tanta confianza que es como conversar con uno mismo, pero en voz alta y con la necesidad de seguir estando juntos, porque de eso se trata la amistad. 

Me acuerdo de que los caracteres de este artículo son limitados y no me alcanzan aquí mas "me acuerdo". Así que este ejercicio ha terminado, aquí, por el momento. Ethan Hawke dice que "somos el resultado de la suma de todos los momentos de nuestra vida". Y aquí no alcanza una vida. Será en otro papel. (O)