Unas semanas atrás cayó en mis manos un curioso libro que parecía haber sido rescatado de alguna inundación furtiva o de la incineración inminente de un basural, o tal vez de la condena eterna al abandono y al olvido en algún recóndito desván o de una de esas estanterías de libros viejos en la que demasiadas obras encuentran su sepultura final.
Un amigo lo había leído tiempo atrás y, ¡oh sorpresa!, tenía dos ejemplares de este ajado libro en su biblioteca. Me regaló uno de esos ejemplares. Este amigo se había quedado encantado con las maravillas descubiertas en esas páginas de una reedición sin fecha ni datos de imprenta, que bien podría haber sido publicada alrededor del año 1993 como homenaje a la muerte de su autor, el doctor Franklin Tello Mercado, en 1991. La primera y única edición del libro, de la que quizás alguien conserve todavía algún ejemplar, era de 1973, publicada por la editorial Fray Jodoco Ricke.
Dice Nelson Estupiñán Bass en el prólogo del libro que el doctor Franklin Tello Mercado (Esmeraldas 1902-1991) fue “… una eminencia de la ciencia médica ecuatoriana… Comenzó sus estudios de medicina en la Universidad Estatal de Santiago de Chile, pero volvió a Esmeraldas por motivos de salud. En la Universidad central reanudó su aprendizaje de médico.”.
'Más allá de la simple receta' hoy está lejos de ser lo que quizás fue en sus orígenes: un anecdotario médico que recogía enseñanzas y vivencias destinadas a estudiantes y colegas de profesión con cimientos sólidos de humanismo, ética profesional y sabiduría. Y es que décadas después, este texto se ha convertido en una valiosa y exquisita compilación de relatos que caen inevitablemente en la alforja del realismo mágico, del costumbrismo y de la historia profunda de nuestro país, narrada por un hombre revestido de aguda genialidad.
Entre decenas de historias increíbles, resalta por ejemplo la acontecida en la antigua Maternidad de la calle Montúfar en la ciudad de Quito, en la que el doctor Franklin Tello hacía sus prácticas de internado. Allí, en esos tiempos en los que no se conocía aún el resucitador, los médicos utilizaban el método de Shultz, que “…consiste en tomar al niño con una y otra manos de ambos omóplatos, y el operador, de pie, con las piernas un tanto entreabiertas, debe imprimirle movimientos rítmicos elevándose sobre la cabeza y echándolo hacia atrás, para enseguida darle un impulso en sentido contrario y hacerlo regresar casi a ras del suelo”. Estos movimientos, dice el doctor Tello, se deben repetir a un ritmo de veinte por minuto, lo que demanda un agotamiento brutal del médico o ejecutante, y el éxito del método depende justamente de no cansarse.
Así, relata Tello, una mañana, el doctor Angel Augusto Terán, otra eminencia médica del país, practicó una cesárea de la que nació un niño asfíctico. Su pupilo, Franklin Tello, practicó el método de Shultz a la criatura. Cuando no pudo más, siguió con el método otro de los internos y luego otro, y otro… hasta que, finalmente, todos convinieron en que el niño había muerto. Tras la intervención quirúrgica, la madre, que aún no sabía del desenlace de su hijo, fue trasladada a la sala de operadas. El entonces interno, Franklin Tello, vio que una enfermera se llevaba al niño muerto envuelto en sábanas ensangrentadas. Detuvo a la enfermera y le pidió que le dejara el cuerpecito para examinarlo. Así, colocó al pequeño de piel reseca bajo un chorro de agua para que tuviera la consistencia de un bebé recién nacido. Lo ubicó en una camilla y tras tomar el tiempo con su reloj, practicó otra vez durante más de once minutos la resucitación con el método Shultz. Estaba extenuado, pero sabía que podía extender un poco más la práctica, y así lo hizo, hasta que al llegar al minuto 12 cuando el niño, de pronto, se soltó a llorar. Temblando de emoción y miedo, Tello abrazó al niño, se contempló en un espejo y se vio agotado, pero con aquella criatura viva entre sus brazos. Lo vistió con lo que tenía a mano: “…sentí que unas gotas de lágrimas salían a mis ojos y caían sobre el rostro del niño… Era su primer bautizmo de dolor.”.
Confusiones de niños al nacer; mujeres que nunca habían expulsado los óvulos de sus menstruaciones y creían estar embarazadas; el miedo irracional de esos tiempos a la tifoidea; los engaños de una madre que fingió encontrarse en agonía para que el doctor Tello la visitase en casa y así solucionar una mala nota de su hijo estudiante de medicina; los colegas geniales con los que compartió cátedra y profesión, como el propio Dr. Isidro Ayora; la vida y costumbres de un país que entonces era apenas un pacífico y amodorrado pueblo grande; la ética y la moral por delante de cualquier aspecto económico y material; todo esto y más anécdotas e historias tan fascinantes como sorprendentes, que se recogen en este libro del doctor Franklin Tello Mercado, reeditado por su hijo, también médico, Franklin Tello Quirola en 1993, y que merecería una nueva reimpresión y muchas lecturas futuras. (O)