En economía, como en la vida, las cifras tienen una capacidad asombrosa para simplificar lo complejo, pero también para ocultarlo. La inequidad, aunque muchos desearían que pudiera reducirse a un solo número, es una de esas realidades que escapan a tal simplificación. En Ecuador, entender la desigualdad es un ejercicio que implica profundizar en las múltiples dimensiones que la componen. Las desigualdades estructurales en acceso a oportunidades, servicios básicos y calidad de vida son mucho más complejas y, a menudo, invisibles detrás de los números disponibles.
El premio Nobel de Ciencias Económicas (1998), Amartya Sen, en sus escritos sobre la desigualdad, sostiene que esta debe entenderse no solo como una cuestión de ingresos, sino como una restricción a las oportunidades de las personas para llevar la vida que valoran, cuan subjetiva y objetiva sea dicha valoración. En este sentido, los métodos tradicionales de medición, como el ingreso per cápita o la pobreza multidimensional, pueden resultar insuficientes si no se actualizan para reflejar las realidades contemporáneas. Si las cifras no reflejan las verdaderas condiciones del país, ¿cómo se pueden tomar decisiones para reducir la inequidad?
En un contexto en el que las dinámicas sociales, políticas y económicas cambian con rapidez, la actualización, o la falta de actualización de los datos oficiales crea un vacío crucial para el diseño de políticas públicas efectivas, de servicios privados ajustados a la necesidad de la población, e incluso el desarrollo de productos acorde. La pobreza y la desigualdad no son conceptos estáticos, y sus manifestaciones pueden cambiar profundamente en cortos períodos de tiempo.
Tomemos, por ejemplo, el acceso a la educación y la salud, dos de los principales indicadores de bienestar en cualquier sociedad. En Ecuador, el acceso a estos servicios está profundamente marcado por el nivel socioeconómico. Las personas en situación de pobreza o vulnerabilidad no solo enfrentan mayores obstáculos para acceder a estos servicios, sino que también tienen menos posibilidades de disfrutar de su calidad.
Contamos con una estratificación socioeconómica oficial del INEC calculada 2011, donde podemos ver datos tan interesantes como que en el nivel A los jefes de hogar tiene un nivel de instrucción superior y un número considerable alcanza estudios de post grado, el 95% de hogares tiene acceso a seguro público y 79% a seguro privado.
En el segmento más bajo, D, los jefes de hogar tienen un nivel de instrucción de primaria completa, y solamente el 11% de los hogares está afiliado o cubierto por un seguro público; no se detalla cobertura de seguros privados.
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Para comprender en contexto, de alguna manera, cómo se refleja la inequidad en la distribución del patrimonio, resulta útil compararla con otros países de la región y del mundo. Diversos estudios, como el Informe sobre la Riqueza Global de Credit Suisse, muestran que la concentración de la riqueza en un pequeño porcentaje de la población es un fenómeno común en América Latina. Sin embargo, los niveles y las causas de esta concentración pueden variar significativamente entre países.
En Ecuador y sus símiles regionales, la alta concentración de la riqueza en un pequeño porcentaje de la población refleja una realidad que va más allá de las cifras: una estructura económica que limita las oportunidades de los más vulnerables. Las personas con menos acceso a la riqueza no solo carecen de bienes materiales, sino que, más importante aún, tienen menos acceso a oportunidades como la educación de calidad, la salud y otros recursos que les permitirían mejorar su bienestar a largo plazo.
La desigualdad es un problema complejo que requiere soluciones integrales. Al comparar nuestra situación con otros países de la región, podemos identificar tanto desafíos comunes como oportunidades para aprender de las experiencias de otros. Es fundamental fortalecer las instituciones, promover políticas redistributivas y fomentar la inversión en capital humano para construir un país más justo y equitativo. La desigualdad no es un destino inevitable, sino el resultado de decisiones políticas y económicas. Al trabajar juntos, podemos construir un Ecuador donde todos tengamos las mismas oportunidades de desarrollo, de acceso y de bienestar. (o)