Maradona y el héroe de los que no tienen nada
Fontanarrosa lo dijo mejor que nadie: "Qué me importa lo que hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía". Creo que no hay nada más que decir sino ponernos a rezar al héroe de los domingos, al héroe de los que no tienen nada.

Si, es fútbol. Pero no es fútbol. Es mucho más que fútbol y Diego Maradona lo entendió a la perfección porque, aunque era simplemente un tipo que se ganaba la vida pateando una pelota, entendió sobre la trascendencia de un deporte que usó como pretexto para llevar alegrías a los que no tienen nada.

 

Para comprenderlo, hay que entender que a la gente le pasan cosas todos los días, muchas veces cosas no tan buenas. Sin embargo, el estadio, una pantalla, una radio convierten al fútbol en un punto de conexión todos los domingos (o los días de partido) y termina convirtiéndose en una fuga frente a lo habitual. Estar en el estadio es vivir una realidad que amortigua otra realidad (opio del pueblo, parafraseando a Marx) y lograr tener la capacidad estratégica de no poder pensar en otra cosa. Es conectarse con los amigos, el fútbol, la fanaticada, los hijos o con esa masa inmensa de fieles (porque siempre habrá alguien a quien abrazar) y, por otro lado, desconectarse del resto de las cosas, al menos durante 90 minutos. El fútbol son los cánticos, las emociones, el sufrimiento que el deporte genera al hincha que le permite salir de lo cotidiano, los goles, la agonía del descenso. Sobre todo, es el pretexto que junta alrededor de una pelota y nos anestesia de los problemas diarios, de las penurias personales, de la dificultad de no tener qué comer, de que el lunes tengo que levantarme a conseguir trabajo.

Entonces, ¿por qué Maradona se convirtió en héroe? Por qué empezó a ser un referente popular por su cercanía con la gente (el fútbol es algo inherente a todos) y la fragilidad de su figura empatizó con una sociedad carente de ídolos. Sergio Martínez describe este fenómeno con claridad: "Diego, por un momento, nos hizo olvidar a los pobres que éramos pobres [...]. En casa no había comida, pero lo teníamos a Diego, y eso no se olvida, yo no me olvido". Eso provoca el fútbol: tener a Diego.

Maradona no fue un benefactor de la humanidad ni un santo varón. Se ganaba la vida con una actividad profana. Pero tenía la virtud de ser el mejor en lo que hacía, que va de la mano (siempre presente una mano) con saber generar emociones. Porque el futbolista hace eso. El gol es una explosión de alegría y más uno que llega en un momento adecuado. Un gol provoca abrazarte con un desconocido solo por el hecho de descargar emociones contenidas. Y el artista que lo provoca es un tipo que tiene la virtud o la habilidad de hacer eso. Josemaría Ortiz, amante del fútbol, me dijo que Maradona es magia. Es alguien que podía transmitir sentimientos solo tocando el balón. No creo que se pueda sintetizar de mejor manera. 

Maradona nunca olvidó que donde mejor se juega es en las canchas de barro. Eso genera identidad ya que nos parecemos en el hambre, aunque dejemos de pasar hambre. Las necesidades son las mismas, con talento o sin talento. La humanidad se iguala en el dolor y el rico puede sufrir tanto como el menesteroso. Eduardo Galeano decía de Maradona que es un Dios sucio, en el sentido de que está sucio de barro humano. Se nos parece mucho, es como nosotros: pecadores, mentirosos, fanfarrón, mujeriego, le gusta el trago, todos los defectos humanos que quieran imaginar. Es el más humano de los dioses. Entonces, muchísima gente del mundo se reconoce en él. Y los Dioses no se jubilan.

Nadie defiende a Maradona por la pureza de sus actos. Maradona es grande por lo que representa, porque es un tipo que se dedicaba a patear pelotas que trasciende en la sociedad. Es el héroe que se repite en los errores, tan mundanos, y en los aciertos, tan mundanos también. Nadie justifica las equivocaciones, pero muchas veces son ese espejo donde intentamos reproducirnos para lo bueno o lo malo.  Maradona termina siendo "el más humano de los dioses", como lo describe Eduardo Galeano, por eso la devoción por alguien que crees que te va a salvar y te salva es bastante humana y divina también. Es una salvación dominical, casi clerical. 

Nadie la reza al fanfarrón. Le rezan al que llenó de alegrías nuestras casas y que es tan humano como nosotros. Alguien decía: "¡Qué pocas alegrías teníamos en esa época! Y todas las alegrías, en esa época, vinieron con la firma de Maradona".  Por esto, siempre va a haber alguien, en alguna parte del mundo, soñando con ser Maradona.

Al final del día, Fontanarrosa lo dijo mejor que nadie: "Qué me importa lo que hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía". Creo que no hay nada más que decir sino ponernos a rezar al héroe de los domingos, al héroe de los que no tienen nada. Amén.  (O)