Hace muchos años, exactamente en 1969 del pasado siglo, apareció un libro editado en España, una novela del australiano Hugh Atkinson llamada “Los Juegos Olímpicos” una ficción con ribetes de realidad sobre las Olimpíadas, competición que cada cierto tiempo atrae la atención del mundo entero y que va más allá del rendimiento de millares de deportistas, así como de su compleja organización.
La novela, escrita entre 1966 y 1967, presenta tres ejes argumentales que abarcan con claridad los entretelones de esta justa deportiva mundial: el primero es el espionaje, los sobornos, los tratamientos oscuros y prohibidos para cambiar la sede de los Juegos, mientras los otros dos se centran sobre la historia de dos maratonistas – uno inglés y otro australiano- que sueñan con el oro olímpico en la “prueba reina” del atletismo.
La novela tuvo gran acogida entre el público a tal extremo que fue llevada al cine en 1970, con el nombre de “Los Juegos” dirigida por el reconocido Michael Winner y con el guion de un fantástico escritor el estadounidense Erich Segal (guionista de “Love Story” y “Un hombre y una mujer”). El reparto estelar contó con figuras relumbrantes como Ryan O'Neil, Michael Crawford, Stanley Baker y el cantante armenio Charles Aznavour, quien rememoró a Emil Zatopek el más grande fondista checo de todos los tiempos.
El director británico Michael Winner conjuntamente con el guionista Erich Segal decidieron que en la película se elimine la parte del espionaje y los tortuosos manejos que esconden tanto la organización como la realización de las “olimpíadas de verano” centrando el filme en la preparación y en la ejecución de la maratón olímpica, de allí el éxito y espectacularidad del filme.
Esta breve rememoración de dos antiguas como importantes obras- literaria y cinematográfica- para poner en “modo olímpico” a quienes entre indignados y absortos miran como se desangra el planeta : cruentas guerras, condiciones climáticas extremas, hambre, injusticias y un inédito modo de vida que se reflejará en la Historia del Mundo.
Los Juegos Olímpicos de París 2024, el mayor evento deportivo internacional multidisciplinario ha comenzado y con ello un himno al esfuerzo, a la entrega y al tesón de miles de deportistas llegados de casi todos los países incluso una delegación de 37 atletas “refugiados” que cobijados con la bandera olímpica van a representar a un sufriente como digno grupo poblacional.
Pierre de Coubertain, pedagogo e historiador francés, fundador de los Juegos Olímpicos Modernos en una de sus frases célebres decía “ En los juegos olímpicos, lo más importante no es ganar sino participar, lo esencial no es haber vencido…es haber competido “.Las Olimpíadas efectivamente son justas de ganadores, mujeres y hombres triunfadores que para llegar a sus pistas, piscinas, estadios, cuadriláteros y más escenarios vienen de cubrir las marcas bases impuestas por el olimpismo internacional. No hay improvisaciones solo hay evidencias concretas de su excelencia. Se lucha por alcanzar el triunfo- por ser el o la mejor entre los y las mejores- por buscar medallas , por lograr la gloria, por romper marcas, por superar récords y aunque parezca extraño en estos Juegos no hay vencedores ni vencidos únicamente sobresalientes competidores del mundo en cada especialización deportiva. A los Juegos Olímpicos llega sólo la élite del deporte mundial por eso el fracaso no consta en su esencia y a igual que sucedía en la antigua Grecia- cuna de las Olimpíadas- todos los atletas son considerados como seres especiales.
El anecdotario olímpico es extremadamente grande y rico, tiene en común historias de sacrificios, de superación y de entrega. Cada competencia olímpica tiene implicaciones que superan largamente a sus predicciones. Cronómetros, balanzas, marcadores, tableros, pistas, canchas, arenas han sido mudos testigos de luchas sin cuartel, de valentía sin límites, de increíbles esfuerzos , de dar todo y más de una medalla olímpica constituyó la alegría desbordante de un pueblo que a miles de kilómetros de distancia y ubicado en otro huso horario, eufórico celebraba el logro de su atleta.
A igual que sucedió con los recientes torneos de fútbol la Copa América y la Eurocopa, el mundo entra en otro ambiente, los Juegos Olímpicos de París 2024 tienen esa misión. Por unos cuántos días el planeta tendrá la oportunidad de mirar, oír o conocer hazañas deportivas, muchas de las cuales llevaran sonrisas y salpicarán de heroísmo a sus gentes. El deporte servirá para mitigar tanta tragedia, tanta incomprensión y tanta irracionalidad.
A lo largo de los Juegos Olímpicos de París 2024 nos encontraremos con encarnizadas disputas, con derroches físicos inimaginables y con atletas increíbles. Habrá récords pulverizados, nuevas marcas y el deporte mundial señalará su constante superación. Habrá llantos e impotencia, habrá revanchas, pero sobre todo habrá esa eterna inconformidad del ser humano por lograr sus metas. Habrá naciones satisfechas y pueblos enteros que se identificarán con los sacrificios de sus atletas, pero sobre todo habrá el sueño de unos jóvenes deportistas olímpicos ecuatorianos–damas y caballeros- de llegar al pódium y homenajear a una nación que siempre reconoció en ellos la calidad de su esfuerzo y el crecimiento sin límites de sus aspiraciones. (O)