Son “gremios” las asociaciones formales y agrupaciones de facto de personas naturales y/o jurídicas que, teniendo propósitos comunes o ejerciendo una misma actividad, profesión u oficio, se congregan para representar los intereses de sus miembros. Tal representación implica delimitar e identificar esos acervos, promoverlos y defenderlos. El término proviene del latín “gremium”, significando “refugio”. Su origen se remonta al medioevo, en que los mercaderes que viajaban por Europa constituían grupos de defensa frente a los asaltos y robos de que eran víctimas en las rutas que transitaban.
El primer país en regularlos fue Inglaterra a través de las denominadas Cartas de Franquicias, emitidas por el soberano, las cuales otorgaban beneficios fiscales en el tráfico de mercaderías entre ciudades. Por su parte, los comerciantes se obligaban a realizar contribuciones económicas en favor de los pobres y la iglesia. Estas asociaciones dieron origen, a su vez, a relevantes clases media y política que jugaron un importante rol en el desarrollo económico europeo y la Revolución Industrial del siglo XVIII.
Con el devenir de los tiempos y las circunstancias, la conveniencia de la existencia de gremios comenzó a ser cuestionada en el plano filosófico. J. J. Rousseau, por ejemplo, sostuvo que la sociedad estaba compelida a desenvolverse frente al poder gubernamental sin intermediario alguno, como podían ser los gremios. A. Smith, padre de la “economía de mercado”, de hecho fue muy crítico de los albergues en que podían refugiarse los empresarios para distorsionar el normal desenvolvimiento de los mercados.
A la fecha pocos abogarían en contra de los gremios. Sin embargo, sí que pueden llegar a ser instituciones negativas no per-se, pero cuando caen en manos de dirigentes inescrupulosos que las utilizan de manera indebida. Igual si acceden a su dirigencia personas que “in-comprenden” la responsabilidad de las asociaciones gremiales en los contextos económicos, sociales y políticos de un país. Este particular fenómeno adquiere visos de dramatismo en sociedades con escasa solidez institucional pública y privada.
En tales sociedades los gremios, bajo el paraguas de que son “entidades apolíticas”, se abstraen de hacer oír su voz cuando les conviene callar. Por el contrario, justificadamente, alzan la misma si consideran que el gobierno de turno está agrediendo a los intereses gremiales. Es decir, juegan a dos bandas acomodando su actuar a los beneficios perseguidos.
Cuando esos intereses dúctiles son ubicados por encima de aquellos de la sociedad en su conjunto, los gremios pierden credibilidad. De allí que la dirigencia corporativa debe observar y aplicar estrictos principios y valores éticos hacia la nación de que son parte. Jamás las aspiraciones de colectivo alguno son superiores a los objetivos nacionales.
La toma de decisiones en los gremios debe ser un proceso racional abierto, no soterrado. El hecho cierto de que los gremios, por principio, no deberían ser políticos en términos ideológicos generales en modo alguno significa disociarlos de sus tareas y responsabilidades en, y hacia, la sociedad. Hacerlo acarrea el riesgo de convertirlos en agrupaciones burocráticas, rutinarias, sin la necesaria proyección social.
Mientras más proba sea la institucionalidad de un país, más consistentes serán los referentes asociativos de toda y cualquier congregación: empresarial, profesional, síndico-laboral, ocupacional, burocrática y otras. Entre las doctrinas definitorias de la concepción tras los gremios particular importancia tiene la representación instrumentalista. En virtud de ésta, los colectivos están compelidos a una conducción tendiente al logro racional de sus fines, mediante estrategias lógicas que no arbitrarias o discutibles en moral y ética.
Por otro lado, en las agrupaciones gremiales no bien institucionalizadas proliferan “administradores profesionales”… en el mal sentido de la palabra. Esos regentes se enquistan en los gremios, y toman provecho para satisfacer sus propias conveniencias mas no aquellas de las partes colegiadas. Son dirigentes operativos quienes al margen de que reportan al directorio de la organización, tienen el peso específico de sus funciones administrativas de las que toman ventajas. Es el caso de funcionarios con escasa capacidad intelectual y solvencia ontológica pero con poder de manipulación, que siempre es pernicioso.
Los gremios están convocados a ser dinámicos y objetivos en sus análisis de los fenómenos nacionales. Proceder de manera distinta es convertirlos en entes irrelevantes, carentes de trascendencia y por ende inútiles. (O)