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Según la conceptuación ofrecida por Walter Brandmüller, cardenal historiador de la Iglesia, los concilios son reuniones del colegio episcopal donde la Iglesia ejerce su ministerio magistral. Sus decretos, emitidos por el papa, son obligatorios.

23 Abril de 2025 12.30

Con ocasión del fallecimiento del papa Francisco, las próximas semanas abordaremos temas histórico-religiosos, en particular los concilios de la Iglesia católica. Los textos que someteremos a consideración de los lectores de esta columna forman parte de nuestra obra La -irritante- decadencia del ser humano (Rayuela Editores, 2024). Para cabal entendimiento de la historia de nuestra religión debemos remitirnos a aquella de sus "concilios". En su proyección normativa, están contemplados en el Código de Derecho Canónico, cuya versión actual corresponde a la promulgada por Juan Pablo II en 1983. El primero, conocido como el Código Pío-Benedictino, fue expedido en 1917 por Benedicto XV. Antes, las normas del Derecho Canónico se encontraban desperdigas en varios cuerpos legislativos.

El canon 337 del estatuto establece que la potestad del Colegio de los Obispos sobre la Iglesia se ejerce de modo solemne en el concilio ecuménico. El Colegio episcopal está constituido por los obispos siempre encabezados por el papa... sujeto de la potestad suprema y plena respecto de la Iglesia como unidad indisoluble. La facultad de convocar al concilio ecuménico y determinar sus temas es privativa del Romano Pontífice, sin perjuicio de que, previa aprobación papal, los obispos puedan incorporar asuntos a deliberar.

Según la conceptuación ofrecida por Walter Brandmüller (1929), cardenal historiador de la Iglesia, los concilios son reuniones del colegio episcopal donde la Iglesia ejerce su ministerio magistral. Sus decretos, emitidos por el papa, son obligatorios. En el caso de los doctrinales, además, infalibles y por ende irrevocables. Están, pues, esos pronunciamientos atados al absurdo y arbitrario principio de la infalibilidad papal.

El origen remoto de los concilios puede identificarse en el Libro de los Hechos. Reseña que algunos judíos llegaron a Judea para aleccionar a sus hermanos sobre la imposibilidad de salvación, a menos que "se circunciden como lo manda Moisés". Ello generó acaloradas discusiones entre los presentes, quienes delegaron a Pablo y a Bernabé subir a Jerusalén para analizar el tema con los apóstoles y los presbíteros. Emprendieron el camino. A lo largo del trayecto relataban la conversión de los paganos para alegría de todos, afirma. Continúa el relato bíblico señalando que en Jerusalén expusieron "lo que Dios había hecho por medio de ellos". Advierte Hechos que el grupo de fariseos que había abrazado la fe afirmó, de manera enfática, que los no judíos también debían ser circuncidados. Ante ello, dice Hch. 15,6, "los apóstoles y los presbíteros se reunieron para tratar este asunto". Esta reunión la definen los historiadores católicos como el Concilio de Jerusalén, génesis del consorcio que se institucionalizará en el futuro.

Durante los primeros tres siglos de la Iglesia se dan los llamados "Synodos", asambleas que discutían temas de relevancia doctrinal en materia de fe. Eran, más bien, de naturaleza regional. Citamos al de Asia Menor que trajinó en el caso de la secta de los Montanistas (fundada por Montano, quien sostenía tener el "don de la profecía"); y al convocado por Víctor (120-199) para definir la fecha de celebración de la Pascua en oeste. La historia refiere también al celebrado por Cipriano de Cartago (200-258), y al de Elvira de principios del siglo IV, que analizó la templanza eclesiástica.

Los tratadistas distinguen tres tipos de concilios. Hablan de concilios provinciales dada su jurisdicción de tal naturaleza; y de concilios plenarios, en atención a su competencia regional más extendida. Con el devenir de los siglos aparecerían los concilios ecuménicos propiamente dichos, también referidos como "concilios generales". El primer concilio ecuménico reconocido por la Iglesia es el I de Nicea, celebrado en 325 en esa ciudad de la provincia romana de Asia Menor. Casi cinco siglos después (año 787), en la misma ciudad tendría lugar el Concilio Niceno II.

El primer concilio de occidente tiene lugar en 1123 en Roma, convocado por Calixto II. Nos referimos al I Concilio Lateranense (Basílica de Letrán). A partir de entonces, todos los concilios se cumplirán en poniente: en las ciudades de Roma, Lyon, Vienne, Constanza, Basilea (Ferrara, Florencia) y Trento. Los dos últimos son los Concilios Vaticano I (1869-1870) y Vaticano II (1962-1965).

El único del siglo XX tuvo propósitos políticos tendientes a adecuar la Iglesia a los imperativos de la modernidad, que se presentaba imparable también en teología. Fracasó en su intento, o al menos sus pronunciamientos no fueron suficientes para enfrentar al embate que sufría Roma. La Iglesia católica continuó deteriorándose. Lo hizo a pesar de que Juan XXIII sostuvo que Vaticano II surgió como inspiración del Espíritu Santo. Como que este Espíritu les falló a Pablo VI y a los más de dos mil obispo que participaron en el concilio. (O)

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