La vida es más simple de lo que uno cree y el juego es sólo una parte del todo. Por eso, el fútbol son muchas cosas a la vez que van más allá de una cancha y una pelota. Cuando Deportivo Quito salta al estadio y regreso a ver la pasión con la que van los fieles me asombro y me pregunto por qué pasa eso. Vivir un partido en la prefe contagiado por los gritos es algo único. La gente va motivada por un sentimiento con el objetivo de alentar, pero, casi siempre hay algo más. El fútbol me enseñó que es el pretexto para compartir con un hijo, con los amigos o para abrazar al de al lado cuando hay un gol.
El fútbol me enseñó nociones de solidaridad, de repartición de responsabilidades, de dignidad. El fútbol es un gran descubridor de personalidades al alcance de todos. Es sumamente fácil reconocer en la cancha al noble, al egoísta, al valiente o al cobarde. Me enseñó que si no hay sangre no hay faul y que a los grandotes les duele igual que a los chiquitos. Por eso, si te pegan en la canilla, hay que devolver la patada en la rodilla. Si te pegan en la rodilla, le pegas en los huevos. Si te pegan en los huevos, le pegas en la cabeza y aprendía que, si hay que irse de la cancha, hay que irse de la cancha. Entendí que eso de que si te pegan en una mejilla hay que poner la otra es una idiotez. Aquí funciona el ojo por ojo, menisco por menisco. La humanidad se iguala en el dolor y el rico puede sufrir tanto como el menesteroso (Fontanarrosa).
El fútbol me enseñó a no tener vergüenza y sentirme orgulloso de lo que soy. No importa si es segunda categoría o la Premier League. Desde ese espacio, con humildad, hay que vivir con orgullo. El equipo es sagrado y uno es fiel por lo que representa, no por los títulos que tiene. Sin duda, a todos nos gusta ganar y la seducción de ser campeones atrapa. Por eso jugamos el juego. Pero no siempre ocurre el milagro. Es una forma de amor. Es como el ludópata apostando siempre al rojo… con azul. Pero si la cancha es de tierra o es Wembley, la pelota sigue girando y los colores serán los mismos. La humildad para aceptar esa circunstancia se transforma en nobleza.
El fútbol es lo que mejor revierte la tristeza los domingos. A pesar de la cantidad de desocupados, la inseguridad que existe en nuestros barrios o cualquier otra desgracia, el fútbol me enseñó que adormece y relaja el alma. El fútbol, cuando está en el comedor de la casa, en la calle con dos camisetas como arco o en el estadio, nos hace sentir un poco menos huérfanos. Un poco menos meados por los perros.
El fútbol me enseñó que repetir cábalas por cuarenta años no sirve para ganar campeonatos. La suerte llega al que está más preparado para recibirla. Por eso, esto es trabajo puro y duro. Tiene que haber algo de talento, qué duda cabe, por eso Messi es único en el mundo y nadie más. El resto somos mundanos jugadores buscando salir adelante con esfuerzo y dedicación y, si el destino es generoso, meter algún gol. Es una perogrullada, pero es verdad. El fútbol es un deporte que resalta las bondades del trabajo en equipo. Por eso, aunque Messi siga siendo Messi, sólo no podría ser lo que es. Será desequilibrante, pero el Mundial lo ganaron 11.
El fútbol es un sitio de desfogue donde el hincha tiene derecho al insulto. El adulto descarga sus frustraciones en un offside mal pitado (no debería haber offside) y, en cambio, para el niño será el templo en el que está permitido hacer las cosas que están prohibidas en el colegio o su casa. Podrá repetir con alegría una cantidad apabullante de insultos y malas palabras, muchas ni siquiera sabrá que significan, pero qué bien se siente gritarlas. Así, el fútbol será esa dicotomía que le permitirá entender en qué momento es permitido meterse con la mamá del árbitro con total libertad y en qué momento esas novedosas e imaginativas palabras se usan para el bien común. No en vano las madres han acuñado el famoso grito: no estás en el estadio.
El fútbol es, en definitiva, no estar seguro de nada. El fútbol es algo enigmático e inentendible. Porque, el fútbol, apasionados amantes del balompié, se vuelve espectáculo y congrega todos los instintos. Ya lo dijo Dante Panzeri, es la dinámica de lo impensado. Amén. (O)