El escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, fue autor del famoso libro de culto ¨Le Petit Prince¨, una obra dirigida fundamentalmente a niños pero que contiene inmensas reflexiones. A lo largo de los años lo he leído nuevamente con distintos ojos, sin embargo, no fue sino hasta hace poco que comprendí a que se refería el zorro, personaje inolvidable, cuando revela su secreto al Principito: Lo esencial es invisible a los ojos.
La forma de ver la vida, por mucho tiempo ha estado relacionada con lo que podemos percibir mediante los sentidos, por lo cual el concepto de ir más allá de ellos y de un mundo invisible, recibió cierto descrédito, especialmente en occidente, donde se generó un prejuicio respecto de todo lo que el hombre no podía ver o comprobar. Todo lo que excedía a esa lógica era catalogado como falso, superstición o engaño.
Hoy cada día menos personas dudan de la veracidad de realidades no tangibles y con el paso de los años, la propia ciencia ha ido corroborando ciertos hechos. Hasta hace relativamente poco tiempo, hablar de un tema como el “aura” de los seres vivos era considerado como esoterismo o misticismo. Pero la investigación ha demostrado la presencia de este campo magnético y la capacidad de verlo de algunas personas, llamada sinestesia. De igual manera, creencias como la existencia de la intuición, eran calificadas de charlatanería pura en algún momento y ahora son parte de importantes estudios dentro de la psicología y ensayos relacionados con las glándulas cerebrales. Lo cierto es que, uno tras otro se ha ido demostrando la fidelidad de muchos criterios que hasta entonces permanecían como meras hipótesis espirituales.
Por otra parte, resulta sorprendente que hace miles de años, en las filosofías orientales ya se conocía de la presencia de este reino más sutil. Teorías sobre los centros energéticos en el ser humano, la interconexión entre la mente, las emociones y la parte física, el flujo de la energía, la influencia del sonido en la materia o la coexistencia de varios cuerpos a más del físico, ya habían sido ampliamente estudiadas y hoy muchas de ellas confirmadas por medio de la tecnología moderna.
En oriente en principio y ahora en nuestro lado del planeta, se va comprendiendo, cada vez más que no todo lo importante está sucediendo frente a nuestros ojos. Que es fundamental mirar más adentro, ir más allá de lo material y más profundo que la mente. Por ejemplo, un sin número de publicaciones se centran ahora en la relación entre un impacto emocional, la huella que este deja y enfermedades que aparecen muchos años después, o en la evidencia de que la medicina alopática, sino va acompañada en ciertos casos, de una sanación en otras áreas, puede ser insuficiente. Comenzamos a tener consciencia de que no vivimos en un cosmos de elementos aislados, sino que existe una relación entre la naturaleza y el ser humano, entre lo incorpóreo y lo palpable y que aceptarlo puede brindar más equilibrio durante nuestra permanencia transitoria en este plano.
Sin duda, estamos lejos de descubrir todo lo que ocurre en el mundo que no percibimos a simple vista, pero ya la física cuántica nos enseñó que las leyes conocidas no se aplican en el ámbito microscópico de las partículas y los átomos, para citar un caso. Que en ese campo no se puede establecer causas y efectos certeros como se había pensado, así que definitivamente la sapiencia actual no lo conoce todo por el momento. Parecería entonces que hay mucho que explorar, experimentar y aprender, si no dejamos que nuestra mente nos limite. Es necesario ampliar nuestro horizonte y tener claro que no podemos guiarnos solo por el torrente de pensamientos que filtran la realidad y nos llevan a la conclusión errónea de que solo lo que está en un esquema de tres dimensiones es real. Si somos capaces de modificar nuestra perspectiva, tal vez encontraremos que lo más vital pasa en el universo inmaterial y quizá, comprender la afirmación que parecía un poco ingenua de Antoine de Saint-Exupéry, en el sentido de que “lo esencial es invisible a los ojos”, y que lo que podemos ver y tocar es solo una parte de la verdad. (O)