Llegó para quedarse
"No hay nada más aterrador que la realidad" frase atribuida a Stephen King

Ha pasado el más largo feriado del 2024 en Ecuador, volaron las fiestas de Cuenca, el día de difuntos y el cada vez más celebrado Halloween, la mayor parte de la gente se divirtió, paseó, descansó o se aburrió, quedando lista para completar noviembre y esperar diciembre con toda su interminable cadena de festejos y culminar un sui generis año que ha tenido de todo.

El prolongado asueto tuvo como particular escenografía los cortes de luz, que nuevamente aparecieron de inesperada manera, incumpliendo calendarios y sorprendiendo por su impredecible ejecución. Las conmemoraciones sirvieron como pretexto para reunir a la familia más cercana, recordar a quienes se adelantaron en el viaje eterno, visitar decorados camposantos o tradicionales cementerios, limpiar y adornar tumbas, nichos o lápidas, desde luego servirse la colada morada con las guaguas de pan como reza la tradición ecuatoriana.

El jueves 31 de octubre-que empezó la prolongada vacación nacional- países como Estados Unidos, Reino Unido o Irlanda- entre muchos en el mundo-celebraron su exportado Halloween con una serie de símbolos como calabazas, murciélagos, brujas y esqueletos. Aparecieron disfraces de fantasmas, monstruos, hechiceras o zombis, en calles, avenidas, bares y discotecas mientras niños, de puerta en puerta fueron solicitando caramelos y dulces en tanto pantallas de cines y canales de televisión proyectaron consabidos filmes de terror. Una celebración de origen celta, que, en los países de cuatro estaciones, marca el fin del verano e inicio del invierno, una noche en que "los espíritus de los difuntos vuelven a la tierra".

En nuestra otrora tranquila y apacible ciudad de Quito, días anteriores al 31 de octubre fueron muy agitados para almacenes y locales comerciales, poco a poco, presentaron una notable metamorfosis:  escaparates, exhibidores y vitrinas se llenaron de telarañas blancas, negras y tomates a la par que repletaron los espacios con esqueletos, calaveras, huesos, lápidas, murciélagos, hombres lobo y toda clase de criaturas fantasmagóricas. Cambiaron la tonalidad de la iluminación, encontraron luces pálidas y buscaron reflectores o focos propicios para recrear ambientes tétricos y abandonados. Por si fuera poco, sus dependientes o empleados aparecieron con pintarrajeadas heridas o cuchillos, navajas o tijeras clavadas en cualquier parte del cuerpo, especialmente la cabeza.

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Extraña y rara coreografía la que ese día de Halloween se formaron en los centros comerciales: caravanas integradas por familias enteras, amigos y compañeros de colegio o vecinos del barrio que, vestidos como vampiros, momias, zombis, cadáveres insepultos junto a brujas, magas y esqueletos andantes, pasearon divertidos y entre risas, por corredores y patios internos en un interminable como multicolor desfile.

Las creaciones macabras que componían las espontáneas comparsas, entre las que se destacaban el muñeco Chucky, el asesino en serie Freddy Krueger, sangrientos y desdibujados payasos conjuntamente con coquetas brujas  alegremente disfrutaron su papel, dando a entender que el miedo había cambiado definitivamente de vereda . Niños, jóvenes y adultos satirizaron a los personajes venidos de ultratumba o propios de la imaginación hollywoodense.

Lejos quedaron los días en el miedo lo producían los relatos orales de la "María Angula" o las emisiones radiofónicas del "Jinete sin cabeza" o la transmisión de la novela "La pata del Mono", del inglés William Wymark Jacobs. El acartonado Conde Drácula o el maltrecho Frankenstein hoy no asustan a nadie y las series televisivas o filmes de vampiros arrancan más de un suspiro a adolescentes que sueñan con vampíricos besos. Las Antologías del Terror donde constan los cuentos de Guy de Maupassant, Edgar Alan Poe o Ramón de Valle Inclán sirven como evidencias de grandes piezas de la literatura universal y nada más. El terror y el miedo tienen otros orígenes más terrenales que van de la mano de sicariatos, vacunas, extorsiones y una cotidiana violencia recreada por los medios. 

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El aparato comercial quiteño-muy golpeado por la falta de energía eléctrica- gradualmente ha ido sumándose al Halloween, este año surgieron de la nada," islas" de ventas de caramelos o dulces especialmente etiquetados. Vendedores informales ofertaron caretas, máscaras y unos puntiagudos sombreros negros. Peluquerías y salas de belleza abrieron sus puertas para maquillajes especiales y hasta las tiendas de mascotas exhibieron toda clase disfraces para perros y gatos.

Celebración que, siendo ajena al entorno ecuatoriano, habiendo nacido y desarrollado en latitudes lejanas y diferentes, tiene en Latinoamérica un espacio importante que ha venido a engrosar su abultada cadena de festejos y  lo que es más decidor, un infinito como creciente número de partidarios que van desde -inocentes e ingenuas- criaturas que nacieron o se criaron con una festividad a la que fácilmente supieron abrazar, hasta interesadas y grandes trasnacionales que vieron en "el día de brujas" un notable filón comercial al que, con un gran aparataje publicitario, han sabido sacarle todo provecho posible. (O)