Mary Jane, maduro con queso, nieve, speed, jaimitos, grifa, perica, basuko, Brown Sugar o como quieras llamarlas, todas tienen algo en común: son ilegales. Todas estas drogas mantienen su prohibición explícita de producción, refinación y circulación. Y, como en los años de prohibición de venta de alcohol de Al Capone, hay varios beneficiados de este mercado a causa de sus altos precios y poca accesibilidad. Como en las clases más básicas de economía este mercado cuenta con una oferta (asociada por lo general al crimen organizado y desorganizado) y una demanda (¡mucha demanda!).
El Informe Mundial sobre las Drogas 2022 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), indica que aproximadamente 284 millones de personas de entre 15 y 64 años consumió drogas en todo el mundo, lo que representa un aumento del 26 % en comparación con la década anterior. Esto es equivalente, a como si el 67 % de habitantes de América del Sur fuera consumidor. Pero, irónicamente, su vecina del norte es el verdadero destino final, con un estimado de 31,9 millones de clientes.
Y, ¿qué pinta Ecuador en este tema? Nuestro país cumple un rol fundamental, el de la logística. Antes, éramos solo considerados un lugar de paso, pero en los últimos años se lo considera también como centro de acopio, procesamiento y distribución de drogas. Hecho por el cual nuestra pequeña isla de paz, poco a poco se ha visto incluida en los titulares de todo el mundo por su resiente cambio de imagen. La legalización de las drogas, o mejor dicho, la regulación del mercado existente de las drogas es una acción necesaria para terminar de una vez por todas con los problemas que acarrea el narcotráfico. Aquí mis razones en 5 pasos:
1. Rentabilidad.
No importa si metemos en la cárcel a todos los cabecillas del narcotráfico, porque este negocio es tan rentable que otro reemplazará su vacío inmediatamente. Se cree que solo en América, la rentabilidad se encuentra entre US$ 80.000 y US$ 100.000 millones anuales. Si cortamos el financiamiento, se acabó el negocio.
2. Rehabilitación
Una vez legalizadas todas las drogas, el Estado asumirá el control de la producción y distribución. De esta forma tendrá un catastro detallado de los adictos que se encuentran a escala nacional y podrá ofrecerles programas de rehabilitación y reinserción social. Se estima que 36,3 millones de personas, es decir, el 13 % del total de personas que consume drogas, padece trastornos por su consumo. Solo en Ecuador, en 2019 se dieron 110.970 tratamientos contra adicciones, 54 % fue casos de opioides, 28 % por cannabis y 13 % por cocaína.
3. Recursos
Para tener una idea de lo grande que es este negocio, según un artículo de BBC Mundo, se estima que el narcotráfico mueve alrededor de US$ 320.000 millones al año, lo que representa aproximadamente el 1,5 % del PIB mundial. Con mayores ingresos lícitos, se generan mayores impuestos para ser invertidos en salud y educación. De esta forma rompemos el ciclo vicioso de la criminalización de la pobreza y de la salida de capitales a paraísos fiscales.
4. Regulación
Uruguay se convirtió en el primer país del mundo en legalizar el consumo recreativo del cannabis, teniendo en cuenta que tenían 200.000 consumidores uruguayos activos a los que pudieron localizar y ayudar en caso de que la dependencia sea muy agravada. El mundo también está subiéndose a esta tendencia, pero Ecuador aún penaliza severamente su tenencia. Un día de estos saltaremos a la ola, quizás muy tarde, pero inevitablemente lo haremos.
5. Recuperación
En 2001, Portugal decidió despenalizar el consumo de todas las drogas, como resultado, el número de adictos a la heroína bajó de 100.000 a menos de 25.000. Necesitamos recuperar, no solo a los consumidores de su vicio, sino que también necesitamos recuperar nuestro territorio de toda la violencia que se ve y percibe a diario. ¿Cuándo vamos a ponernos al corriente?
La guerra contra las drogas se perdió hace mucho tiempo, pero la noticia aún no llega aquí. Y si algún día arriba, esperemos que los oídos de nuestros gobernantes no sean sordos. Porque si no escuchamos esta vez, una muerte cruzada será el menor de nuestros problemas. (O)