Hace unos días se publicaba una interesante reflexión sobre las razones por las que Manuel López Obrador, AMLO, presidente de Méjico, que en poco tiempo terminará su mandato de 6 años, haya logrado mantener su popularidad (más del 60%), pese a su gobierno mediocre y lleno de problemas, siempre girando alrededor de su figura, la dificultosa e interrumpida forma de exponer sus ideas y mentiras, especialmente en su programa infaltable "Las Mañaneras," transmitido durante todo su período.
Mencionaba el comentarista, que esa popularidad se ha debido en gran parte, a que AMLO logró, desde un principio, dominar al periodismo mejicano, justamente uno de sus "enemigos" declarados. ¿Cómo se puede comprender esta contradicción?
En general, los medios, convencidos de que "todo es noticia" y que su obligación, siguiendo la antigua idea de la profesión, debe ser relatar los hechos independientemente de quien los genere, han sido los principales gestores de la popularidad presidencial. Durante 6 años, AMLO fue el protagonista principal de la información publicada. Su programa "Las mañaneras" ha establecido la línea informativa de cada día, generalmente sustentada en el contenido que ha impuesto.
Y esa exposición pública tan repetida, no solo ha colocado los temas a discutir cada jornada, que la prensa leal u opositora, los ha comprendido como asuntos de interés y simpatía de la población, sino que, en ese mismo informe, se afirma que, durante estas diarias presentaciones, AMLO ha mentido más de 230.000 ocasiones; únicamente en una de sus últimas Mañaneras, lo ha hecho 35 veces, se afirma. Pero la prensa en general, convencida que debe publicar lo que el presidente manifiesta cada día, independientemente de su verdad o importancia, se ha convertido en su principal promotor.
Interesante situación. Uno de los más fuertes críticos y enemigos de la prensa independiente, se ha transformado en el principal actor, director e informador de la comunidad, utilizando a esa misma prensa, el principal motor de su "éxito mediático".
Similar situación vivimos desde el 2007 en Ecuador.
Rafael Correa, desde su posesión, demostró su total aversión a la prensa independiente. Creó su programa "Las Sabatinas" que se transmitía por cadena nacional, especialmente a través del gran imperio mediático que construyó.
Nunca ha tenido ningún problema para atacar a los medios independientes. Lo hacía y lo hace con pasión y desenfreno. Los insultó, denigró a los periodistas, se apropió de medios de los banqueros corruptos, creo otros, cerró ilegalmente a los que, de acuerdo a su criterio, molestaban por las investigaciones y denuncias que publicaban.
Comparando con la realidad mejicana, los medios y periodistas independientes, de buena fe, posiblemente, convirtieron a las expresiones y actitudes obsesivas del mandatario expuestas en su programa de las Sabatinas en el principal eje informativo de la semana. Difundiendo y proyectando entre lectores, radio escuchas y televidentes, Información, opiniones y análisis centrados en esas actitudes presidenciales, lo convirtieron también en el gran actor y protagonista permanente.
Hemos visto que Correa no distingue o comprende la diferencia entre verdad o mentira. Hasta ahora, busca el impacto de sus expresiones en ese pueblo desesperado por promesas, soluciones y sueños. Sería muy difícil conocer el número de ocasiones en que ha mentido, manipulado cifras y situaciones, al igual que AMLO, para mantenerse con alto porcentaje de popularidad, por la acción y difusión de los mismos medios vilipendiados y destruidos que han sostenido que la información publicada, de manera especial, debe demostrar su independencia. Nunca el sistema informativo independiente imaginó que, al convertirlo en principal actor y contradictor político, lo sostiene como importante fuente noticiosa, su mejor herramienta de popularidad.
Muy a su pesar, en Ecuador todavía existen varias publicaciones y periodistas cuyas investigaciones han denunciado la corrupción de ese gobierno, por lo que esa popularidad que antes alcanzaba cifras preocupantes, se ha reducido hasta alrededor del 20%, una imagen sustentada en sus mentiras, escándalos, denuncias de persecución y el desordenado estrépito que sus ex funcionarios y colaboradores, fugados o en prisión, difunden, ocultando la verdadera y profunda destrucción que el correísmo dejó a su paso, lo que da la impresión, algunos medios han olvidado.(O)