Los números impresionan. Hoy en día un ser humano promedio pasa casi siete horas al día frente a una pantalla que está conectada a internet. Allí trabajamos, nos distraemos, nos educamos, hablamos con la familia y los amigos. Y de esas siete horas, la mayor parte se emplea en dispositivos móviles (cerca de 3 horas y 40 minutos).
Allí están el teléfono, la laptop, la tablet, la televisión y los smartwatch. Diferentes investigaciones sugieren que, en promedio, las personas pueden interactuar con al menos tres o cuatro pantallas diferentes a lo largo del día. Sin embargo, esta cifra puede ser más alta para ciertos grupos como los jóvenes que son muy activos en redes sociales y juegos en línea.
En mi caso en particular, mis dos hijos adolescentes son parte de esas estadísticas. Cada uno tiene un smartphone y una computadora portátil que, casi siempre, les acompaña en sus actividades académicas. Mi hija es franca y me dice que dos horas las dedica para tareas y unas cuatro las pasa distraída en chats con sus amistades y mirando tiktoks, reels o series en plataformas de streaming. Entiendo o quiero creer que otros papás viven una realidad parecida.
Yo reconozco que paso frente a la laptop al menos siete horas en los días de trabajo y otras dos o quizás tres frente al teléfono respondiendo mails, revisando material de trabajo, en redes sociales y distrayendo la mente con películas, series y partidos de fútbol, de tenis y otros deportes. A esto debo sumar al menos tres horas más a la semana por tareas académicas. No sé si eso es bueno o malo, pero estoy seguro de que en un tiempo los números serán mayores.
Hace cerca de 30 años los estudiosos del comportamiento humano hablaban de la televisión como una caja tonta por el poder que tenía de mantener distraída a las personas. Era un calificativo fuerte, que a mi gusto estaba demás porque hay que reconocer que el ocio es parte de la vida moderna y porque también hemos aprendido bastante frente a esa caja tonta, que hoy en día no es la única.
Hoy tenemos más cajas tontas y mantengo la idea de que no son malas por naturaleza, sino por el uso que les podemos dar. Un refrán popular señala que todo exceso es malo y en el caso de las pantallas la frase calza a la perfección. Queda claro entonces que el poco control que podemos tener sobre ellas trae efectos nocivos que son ciertos y preocupantes. Lo paradójico: estamos leyendo esto en una pantalla.
Entre las consecuencias negativas de esta adicción se encuentran la dificultad para dormir, dolores de cuello, molestias en los ojos, pérdida de la visión, entre otros. Pero los más preocupantes están la ansiedad y la obesidad. Román Turro, médico español pionero en tratamientos médicos de la obesidad endoscópicos, mencionó hace pocos días en un encuentro científico en Quito que en su país la tercera parte de la población sufre de obesidad. "Los estudios señalan que los niños pasan entre seis y siete horas diarias frente a las pantallas". Los estudios dicen que los niños no deben pasar más de dos horas al día frente a dispositivos y los más radicales plantean que los niños no deben usar estos aparatos.
Antes de avanzar preguntémonos: ¿qué es lo primero que hacemos al despertar: revisar el teléfono o ejercitarnos? ¿dormimos con el teléfono en el velador o lo dejamos fuera del dormitorio? ¿apagamos la laptop o solo la dejamos en modo de hibernación? ¿los que usamos smartwatch nos angustiamos cuando está fuera de línea o no? ¿si despertamos a la medianoche o a la madrugada le damos una ojeada al teléfono? Las respuestas inquietan y, en algunos casos, asustan.
A continuación les comparto algunos síntomas de esta adicción a las pantallas que, paradójicamente, me las dio otra pantalla, la del Chat GPT.
-El tiempo se nos va. Empezamos con un reel, saltamos a un tiktok y sin darnos cuenta han pasado 20 minutos o más.
-Si no miramos una de estas pantallas nos sentimos ansiosos, es como si nos estuviéramos perdiendo de algo.
-Posponemos tareas y puede pasar que esto afecte nuestro rendimiento laboral o académico.
-Si preferimos mirar a una pantalla en lugar de una actividad social presencial es momento de hablar con alguien.
-Otros síntomas son: ponernos de mal genio, no poder dormir, dolores de cabeza, cansancio de los ojos, etc.
La cosa es grave, pero no se sientan solos. Hay millones de personas que pasan por esto y entre las sugerencias para salir adelante están:
-El deporte. Nada como practicar algún deporte, individual o colectivo, para contrarrestar la ansiedad del mundo de las pantallas.
-Una caminata también ayuda. Pueden ser 20 o 30 minutos, solos y sin el teléfono.
-Un estrechón de manos, un abrazo, un café o una cerveza con los amigos y con el smartphone en modo avión.
Estas y otras actividades, tan comunes hace 15 años o más son básicas a la hora de apagar y olvidarnos de esas cajas tontas que nos gustan tanto. (O)