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cumplir la ley
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A veces los ciudadanos nos quejamos y hacemos alarde de no estar de acuerdo con una ley, un reglamento, una ordenanza, una norma de conducta. Sin embargo, parecería que el ser humano, escudado en un derecho a la libertad de expresión, estaría exento de cualquier límite para protestar.

18 Febrero de 2022 15.30

Mi mamá dice que, comúnmente, la primera palabra que los niños aprenden es “no” porque las personas allegadas, que están aportando en su proceso de formación, les dicen “no toques eso”, “no hagas eso”, “no comas eso” y unos cuantos “no” adicionales; es decir normas establecidas en el hogar y que los niños, a través de una escondida de mano o un silencio, transmiten el cumplimiento de esas directrices.

Conforme los años transcurren, acudimos a la primaria y secundaria, y en estos espacios educativos los maestros forman a los niños y adolescente en aspectos más generales, como las ciencias exactas y sociales, por supuesto, con el acompañamiento de otro tipo de materias como el arte, la educación física, la música, entre otras. 

En esas etapas existe un horario, un procedimiento académico, determinadas calificaciones que se deben alcanzar. En definitiva, normas que se deben cumplir, pues de lo contrario existen, por ejemplo, consecuencias disciplinarias.

Posteriormente, en las instituciones de educación superior, ya sean públicas o privadas, la labor de los decentes es formar futuros profesionales, en las diversas ramas que los jóvenes hayan escogido porque es su anhelo convertirse en abogado, comunicador, ingeniero, arquitecto, economista?

De igual manera, en la universidad se tienen que cumplir procesos para que, al culminar la carrera, reciban un título, de lo contrario no podrían ejercer su profesión.

Este breve recorrido por la formación de las personas es para evidenciar que todo el tiempo debemos cumplir con normas, no solo las jurídicas sino también las sociales, las de conducta. Como referencia, el fin de las normas de conducta es provocar un comportamiento y establecer lo que debe ser, además son válidas cuando exigen un proceder intrínsecamente obligatorio.

En el caso de las jurídicas las cumplimos cuando no circulamos en un vehículo por la restricción de pico y placa, cuando pagamos nuestros impuestos, cuando actuamos sin discriminación, porque así lo establece una ley y ante su incumplimiento existe una sanción.

Por su parte, las normas sociales, por ejemplo, los lineamientos de actuación en una institución, los códigos de conducta, también deben cumplirse, pero, ¿qué pasa ante una inobservancia de una conducta socialmente aceptada? Pues, no cabe más que el reproche social.

Pero a veces los ciudadanos nos quejamos y hacemos alarde de no estar de acuerdo con una ley, un reglamento, una ordenanza, una norma de conducta. Sin embargo, parecería que el ser humano, escudado en un derecho a la libertad de expresión, estaría exento de cualquier límite para protestar.

Ahora, el culpable y el que merece recibir todo tipo quejas subidas de tono, ofensas, discriminación, es quien pide el cumplimiento de estas normas. También los ciudadanos nos escondemos en el error del otro. Constantemente, se escucha “¿y por qué él si puede y yo no?”. He llegado a escuchar respuestas positivas a la pregunta “él incumple una norma, ¿usted lo quiere hacer también?”. Mi hermano suele responder a esos escenarios “dos errores no hacen un acierto”. ¡Cuanta verdad!

Con el respeto a las normas podemos construir una mejor sociedad, enseñar a las futuras generaciones que las normas se hicieron para cumplir y que quienes están en la vereda de hacer cumplir no son los equivocados. (O)

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