Las desigualdades en América Latina: algunas paradojas
La preocupación por luchar contra la desigualdad no solo es un tema de derechos y de justicia; se debe también a la evidencia de que ésta podría tener consecuencias negativas para el proceso general de desarrollo, incluida una reducción de la tasa de crecimiento económico.

América Latina es conocida como la región donde existen más desigualdades en el mundo. Con la excepción de África al sur del Sahara, esto es válido con respecto a casi todos los indicadores conocidos, desde los ingresos o gastos en consumo hasta la mayor parte de los resultados de salud y educación.

No es un fenómeno nuevo; entre los factores causantes, generalmente se hace alusión a la desigualdad en los ingresos y a la pobreza. Sin embargo, la pobreza y la desigualdad, aunque son temas relacionados, son diferentes. Existen también corrientes que encuentran en la globalización neoliberal a una causa fundamental de la desigualdad. (Saraví). Y también se la ha estudiado  hurgando sus raíces históricas, sus causas y efectos,  su conceptualización. 

Las desigualdades son de varias clases, o se presentan de diversas maneras: entre pobres y ricos; entre hombres y mujeres, entre quienes  tienen patrimonio y quienes no lo poseen, entre quienes pueden acceder a una buena educación y quienes no la tienen, entre trabajadores formales e informales; entre personas de diversos orígenes étnicos;.(P. Salama). También existen diferencias profundas en la libertad o la capacidad de los distintos individuos y grupos de elegir la vida que desean llevar, es decir, de hacer las cosas que valoran. No es una exageración afirmar que todos los aspectos de la vida se ven afectados por una desigualdad generalizada.

La multidimensionalidad de la desigualdad social, y especialmente la complejidad de su expresión en las sociedades latinoamericanas contemporáneas, son dimensiones que despiertan cada vez mayor interés en los estudios, porque se refieren a sus connotaciones culturales, sociales y  subjetivas, temas que son  imprescindible para la comprensión de la desigualdad social.

La mayoría de los estudios contemporáneos se basan en la desigualdad de los ingresos entre hogares o individuos, medida normalmente por el coeficiente de Gini a partir de encuestas a los hogares. Pero la mala calidad de los registros o declaraciones de los ingresos, especialmente  de los sectores privilegiados, podría dar lugar a que  un mismo indicador pueda tener distintos significados en diferentes contextos. Entonces, la medición y comparación de los ingresos tiene una óptica limitada que no llega a la profundidad de las causas de las desigualdades.

 El análisis estructural de la distribución del producto nacional entre capital y trabajo -un gran paso en la superación del cuantitativismo de la economía clásica- ha permitido poner en evidencia  que su distribución también ubica a América Latina como una región altamente desigual. El indicador utilizado en este caso es la participación de los salarios en el Producto Interno Bruto (PIB),  pero La masa salarial no representa el total del mundo del trabajo. 

Entonces es difícil obtener conclusiones solo a partir de estos indicadores; las mediciones de la desigualdad y sus sustentos conceptuales  no siempre se ven reflejados en las formas que caracterizan a la experiencia cotidiana de la desigualdad que sufren las personas en el diario convivir, es decir la fragmentación social. 

Hay profundas desigualdades en las condiciones económicas de vida y al mismo tiempo procesos de segregación en diferentes manifestaciones del diario convivir: en donde se da una clasificación social que establece jerarquías y distancias sociales que trascienden los ingresos: la ubicación geográfica de la vivienda, la segmentación del sistema educativo, de la salud, en los espacios de consumo y entretenimiento.

La preocupación por luchar contra la desigualdad no solo es un tema de derechos y de justicia; se debe también a la evidencia de que ésta podría tener consecuencias negativas para el proceso general de desarrollo, incluida una reducción de la tasa de crecimiento económico. Esto se añade a los diversos roles del Estado: si la desigualdad es multidimensional, también la política pública debe ser multidimensional. (O)