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La octava Cruzada es continuación de la séptima, encabezada por el mismo Luis IX, quien muere de disentería tan pronto la inicia. Ello marca el fin de las Cruzadas. Los Estados Cruzados dejan de existir en 1291. Última posesión cristiana en la región fue la isla de Arwad (Siria), que en 1302 fuera conquistada por los mamelucos.

9 Abril de 2025 11.39

En la "aventura" cruzada acompañaron a los papas dos componentes de la sociedad medieval como factores determinantes de su estructura dirigente. Por cierto, escoltados por masas del pueblo europeo, que en la práctica fueron la carne de cañón necesaria a los propósitos materiales de aquellos. Referimos a los caballeros y a los mercaderes. Unos y otros desempeñaron un importante rol, al tiempo de tomar mutua ventaja. Sus habilidades en el mercadeo de las guerras de Dios, promovidas por la maniobrera Iglesia católica, rindieron frutos al margen de que en lo militar no fueron del todo exitosas. Para finales del siglo XIII las tierras conquistadas habían vuelto a control musulmán, dominio que se mantiene en el XXI, salvo por el Estado de Israel.

Los terratenientes feudales, ante la inexistencia de ejércitos orgánicos, se rodearon de hombres fieles a ellos... los caballeros, dispuestos a defenderlos a cambio de ser reconocidos como parte de la élite social. Con el devenir de los tiempos concibieron un verdadero Código de Caballería, definitorio de sus virtudes: la lealtad, la gratitud, el valor, la generosidad, la disciplina y la fe ciega en el Dios cristiano. Con base en la última, no fue difícil a la Iglesia, a los reyes y a los príncipes embarcar en las Cruzadas también a los desposeídos de bienes terrenales... con el mensaje de que serían recompensados con vida eterna en el paraíso. Su ingenuidad tampoco llegó a tanto. De hecho, los caballeros y parte del "pueblo" que los seguían acumularon riquezas que levantaron envidias entre los reyes y la Iglesia, al punto que fueron tras de ellos. Icónico es el caso de los Templarios.

En cuanto a los mercaderes, sí que sus ambiciones por el cielo fueron nimias. Sus anhelos y aspiraciones eran menos contemplativos. Les interesaban las fortunas que podían atesorar transportando a los cruzados, vendiéndoles pertrechos y comercializando con los Estados Cruzados. Emprendieron en todo lo que podía rendir beneficios cuantificables en dinero, incluyendo el tráfico de cristianas y de moras, pues los cruzados -evidentemente- no podían vivir del solo amor a Dios; necesitaban del carnal. Las mujeres de los cruzados debían permanecer en Europa... pero eso sí, con cinturón de castidad. El papel de los mercaderes fue decisivo en el florecimiento económico de ciudades europeas. Entre estas, Venecia, Génova y Marsella. Los modernos economistas desarrollistas justificarían a los mercaderes medioevales por el solo hecho de los patrimonios que acopiaron.

Las Cruzadas reconocidas son ocho. La primera fue abordada en una crónica previa. La segunda (mediados del siglo XII) se dio en reacción a la reconquista musulmana de Edesa. Pretendió la toma de Damasco sin éxito. Al cruzar Anatolia, las tropas cruzadas enfrentaron ataques turcos con representativas bajas para los europeos. En ruta a Tierra Santa, los cruzados recuperaron Lisboa, Almería y Tarragona. La tercera es conocida como "La Cruzada de los Reyes"; tal vez la de mayor perfil al haber participado Ricardo Corazón de León, Felipe II de Francia y Federico I Barbarroja. Frente al fracaso en recuperar Jerusalén, en poder de Saladino, este y el rey de Inglaterra suscribieron el Tratado de Ramla habilitante de peregrinaciones cristianas a la ciudad.

La cuarta tuvo lugar con el advenimiento del siglo XIII. Comenzó atacando la ciudad cristiana de Zara, que rivalizaba con Venecia en el control del Adriático. A renglón seguido, los "defensores de la fe" convencieron a los cruzados de tomar Constantinopla para asegurar la supremacía de Venecia en el Mediterráneo. Se apropiaron de la ciudad, lo cual implicó la proclamación del Imperio -Latino- de Constantinopla, que terminó sus días en 1261. Los hechos relatados son clara demostración de que la defensa del cristianismo era secundaria.

En 1217 se inicia la quinta Cruzada. Fracasa en su intento de conquistar Egipto y volver a dominar Tierra Santa. A orillas del Nilo los europeos son derrotados por tropas musulmanas. Diez años después, Federico II Hohenstaufen, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, retoma Jerusalén, Belén y Nazaret en la sexta Cruzada. Lo hace aprovechando la crisis política que atravesaba Al-Kamil, sultán de Egipto y Siria. A mediados del siglo XIII, Luis IX de Francia emprende en la séptima. Termina con la prisión del rey luego de ser derrotado en Egipto y fracasar en una recuperación de Jerusalén. La octava Cruzada es continuación de la séptima, encabezada por el mismo Luis IX, quien muere de disentería tan pronto la inicia. Ello marca el fin de las Cruzadas. Los Estados Cruzados dejan de existir en 1291. Última posesión cristiana en la región fue la isla de Arwad (Siria), que en 1302 fuera conquistada por los mamelucos.

Terminaban dos siglos de historia religiosa que dejan en entredicho a la Iglesia católica por lo que representó en cuanto a matar a seres humanos en nombre de Dios. ¡Dios lo quiere!, en palabras de Urbano II. (O)

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