Con ocasión de la cuaresma -época de recogimiento dirán quienes gustan de apelar a convencionalismos para consolidar su catolicismo- emprendemos en un análisis histórico-religioso de las Cruzadas. Lo haremos en tres entregas. Las Cruzadas cuentan entre los "inventos" de la Iglesia católica para mantener su hegemonía religiosa y política. Fueron expediciones castrenses organizadas desde Europa con el objetivo de recuperar el control del Oriente Medio, que se encontraba bajo dominio musulmán por varios siglos. El término tiene origen en la cruz que adornaba los uniformes de los soldados participantes en las excursiones, referidos como "los cruzados", de la palabra latina "crucesignatus". En el colmo del cinismo clerical concibió a esta iniciativa militar bajo el lema "¡Dios lo quiere!", lo cual justificaba matar al prójimo en su nombre.
Todo era legítimo al fin de imponer la supremacía de la religión católica, asumida por el poder eclesiástico y por los reyes como la única verdadera y, por ende, la única válida, la cual por cierto no lo es. La empresa caló perfecto en una sociedad inmersa en prejuicios e ignorancia alentados por la Iglesia. Obsesiones y barbarie que siguen presentes. El historiador contemporáneo Thomas Asbridge (1969), profesor de Historia Medieval (Queen Mary, University of London), refiere que los cristianos habían sido "programados para pensar en sí mismos como seres contaminados por el pecado". Agrega que ello los convertía en ideales para ser persuadidos por la Iglesia de que "los rigores penitenciales del viaje del peregrino" tenían propiedades purificadoras... y creaban condiciones para la limpieza de infracciones extáticas. De hecho, la Iglesia católica desarrolló una "teoría del pecado" carente de mínimos principios de racionalidad.
Lee también: El conocimiento en Immanuel Kant
La contraparte eran los beneficios materiales que las Cruzadas traían consigo, pues al tiempo de expiar deslices místicos generaban riquezas terrenales. Así, los cruzados aseguraban su ingreso al paraíso, aun cuando lo hacían matando a otros seres humanos; en el ínterin, gozaban de caudales en la vida no eterna. En todo caso, las gracias económicas no eran para todos los penitentes, pero en exclusiva para quienes ostentaban imperio. Para los otros era suficiente saber que de los pobres es el reino de los cielos.
El papa Urbano II (1042-1099) venía por algún tiempo recibiendo pedidos de ayuda del Imperio Bizantino ante el acoso de los selyúcidas. A finales de 1095, convoca e instala el Concilio de Clermont, Francia. Logra sugestionar a los creyentes sobre el imperativo de emprender en el rescate de tierras y sus "lugares y sitios" santos, pertenecientes a los católicos al haber Jesucristo nacido, crecido y padecido en ellos. Ninguna atención mereció el hecho cierto de que el Salvador, ni fue cristiano, ni fue europeo, pero judío nativo de esos lares. La justificación era legítima siendo que igual transmitía un mensaje del papel de la Iglesia como defensora de la fe. Al mismo tiempo, tendía una mano a los reyes y a los señores feudales, quienes exponían que su poder lo recibieron del Dios católico.
La teoría nazi del "espacio vital" no es novedad del siglo XX. Paul Johnson (1928-2023), en la Historia del cristianismo, comenta que en su sermón pronunciado en Clermont, Urbano II describió el "problema". Afirma que el pontífice preguntaba si los europeos podían tolerar que los musulmanes no compartan las tierras por estos habitadas. Decía: Asia, una tercera parte del mundo, han convertido en su patria; se han apoderado de África... solo resta que lo hagan con Europa, de la cual también hay una porción en su poder. Según Johnson, el papa resume sus afanes expansionistas y colonialistas al señalar que las tierras de la Europa cristiana apenas son suficientes para alimentar a sus habitantes. Puede apreciarse la justificación geopolítica de las Cruzadas.
Para varios historiadores, el antisemitismo europeo se afianzó con las Cruzadas. La Iglesia desarrolló absurdas, y por tanto objetables, tesis alrededor del pueblo judío como perseguidor de los primeros cristianos y colaborador de las conquistas islámicas. La expulsión de los judíos de Europa, algunos siglos después, y la política del nazismo tienen su origen remoto en las ideas de la Iglesia católica alentadoras de los cruzados. En plena época cruzada, el IV Concilio de Letrán (1215) prohibió la tenencia de tierras por miembros de la comunidad judía.
Te puede gustar: Indoctrinación radical
Si bien no haciendo referencia específica a las Cruzadas, con oportunidad de la cuaresma del año 2000, Juan Pablo II pidió perdón por veinte siglos de pecados de la Iglesia católica. Transgresiones contra pueblos, culturas, razas, tradiciones y religiones, así como contra los propios Evangelios y la palabra de Cristo, mediante tergiversaciones de aquellos y de esta con designios alejados del amor, de la paz, de la solidaridad y de la verdad... más cercanos a intereses mundanos que nada tienen de espirituales. (O)