En épocas de hipersensibilidad y doble moral como la que atravesamos, decir la verdad y poner los puntos sobre las íes puede resultar peligroso o incómodo por decir lo menos, muchas personas mienten y lo que es peor se mienten a sí mismos, hoy lo que importa es la corrección política y el allanarse a las nuevas tendencias, al lenguaje inclusivo, que en realidad es distorsivo y al mascotismo transformado en tema de largas, tediosas e inacabables tertulias.
Allí donde se hablaba de política, literatura, cine, arte, etc…, hoy se conversa de moda para animales, collares antipulgas y pulgos, marcas de comida para los graciosos perros, perras, gatos y gatas (no me extrañaría que aparezcan los perres y gates; las tenientas y tenientos, las mayoras y mayoros…).
Tiempos olvidados aquellos de respetar las canas y saludar a los mayores, ahora se estila suplir la soledad, adoptando perrihijos y abandonando viejos, en una suerte de ascenso de los animales y de degradación del ser humano en la clasificación de los seres vivos.
Los políticos tenían una solvente preparación intelectual, ahora, gaznápiros, pelafustanes y advenedizos balbucean dos o tres incoherencias y creen ser los padres de la Patria; antes se componía música de verdad, se escribía partituras llenas de armonía y sentimiento, ahora se repiten estribillos jadeantes e ininteligibles y son éxitos taquilleros y objeto de sonados premios. En cualquier caso, hay que ejercer el derecho de escoger lo que se consume, sin que sea necesario prohibir nada, esa es la forma racional y civilizada de vivir. Esa es la esencia de la libertad.
Visto como está el patio, cada día amanecemos más convencidos de la inconsciencia e inconsistencia de opiniones deschavetadas, pero hay que aguantar por aquello de la tolerancia y la convivencia pacífica, aunque signifique deambular de tumbo en tumbo hacia el despeñadero. Cuánta razón llevaba el mítico Jesús Quintero, el entrañable Loco de la Colina cuando decía: “…la incultura y la ignorancia siempre se habían vivido como una vergüenza, nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en toda su jodida vida…”
Hemos llegado al punto en el que, corruptos y corruptores presumen el dinero mal habido y son aceptados socialmente sin ningún resquemor, un punto máximo que podría llamarse corrupción 5.0. en tanto que, los honrados cumplidores de la ley, batallan sin tregua en busca de oportunidades que no llegan.
Nunca ha sido más cierto el tango “Cambalache” de Santos Discepolo, genial argentino que lo compuso en medio de la Década Infame en 1934, han pasado 90 años y su letra sigue vigente, no cabe duda que hay una maldad insolente, que es lo mismo ser derecho que traidor, que el atropello a la razón es pan de todos los días, que igual vale un burro que un gran profesor.
Sin embargo, no todo está perdido, hay que ajustar las velas, de acuerdo al viento que nos sopla, llegará el día en que los buenos sirvan de ejemplo y que los irredentos e impersecutos, aunque sea por equivocación, conveniencia o negocio, se conviertan.
No perdemos la esperanza, pronto las luchas que se libran con coraje y autenticidad pueden producir positivos resultados, en caso contrario, siempre será satisfactorio haber transitado por este mundo con dignidad y decoro, dejando claro que caminamos, sin claudicar, porque lo malo es malo, aunque muchos no lo crean. Mientras lo sepamos y sobre todo lo creamos, no todo está perdido.
Es probable que la gente decente sea calificada como ingenua o ilusa, porque busca integridad y constantemente quiere mejorar como personas, funcionarios, periodistas, empresarios, trabajadores o estudiantes, bendita ingenuidad que nos da la fuerza para seguir creyendo en el género humano, a pesar de las novelerías insustanciales.
Seguiremos caminando por el lado derecho de las calles, eludiendo los deshechos y la suciedad desparramada en las veredas, aunque a cada rato haya que bajarse de ellas y cederle el paso a los perros, cuando sacan a pasear a sus dueños, dueñas y dueñes… Ánimo país, podrían llegar tiempos peores… (O)