Lo primero que debe ocurrir para poder escoger un buen pollo es tener hambre y un pretexto. Seguramente sucede un domingo cualquiera cuando alguien dice: “Por qué no nos comemos un pollito”. El problema resulta, como sucede en una democracia con los candidatos, que hay gente que no sabe elegir pollos. Eso es un riesgo muy elevado porque si la persona que sale a elegir el pollo no sabe, pone en riesgo a toda su familia. Es una tarea que se dice fácil, pero en realidad resulta complicado: no se trata únicamente de ir a la percha y escoger. Implica meditar, estudiar bien al candidato, reconocer cuál está fresco y entender bien las características de cada uno de los ejemplares en exposición. Por eso, aquí unas breves ideas para poder elegir correctamente un buen pollo.
Siempre es mejor elegir el animal que tenga un color uniforme. Eso sí, no cualquier color. Nunca se puede escoger un pollo que esté golpeado o con alguna mancha extraña. Los pollos manchados es mejor no escogerlos nunca. Como quien dice, escoja un pollo honrado y sin manchas. Si las sombras vienen en tonalidades rojizas, mejor abstenerse. Si son azules, peor. Si las manchas vienen combinadas azul con rojo, puede resultar un pollo tóxico y lelo. Evítelos a toda costa, están dañados y no se pueden componer. Ni siquiera con un buen hervor. Estos están descompuestos de fábrica y solo provocan contaminación y envenenamiento a quien lo consume. Por eso no hay que escoger nada que venga en esa presentación. No son buenos para el cuerpo.
Se dice que la comida entra por los ojos. Por eso, una vez visto, es importante asegurarse de que la textura del pollo sea firme y húmeda sin que sea pegajosa o, por el contrario, esté muy seca. El pollo, si es fresco, debe tener un olor neutro. Evite un pollo con olor penetrante a corrupción y siempre tome en cuenta su aroma. Que huela a limpio.
El vendedor de pollos es listísimo. Puede convencer de que compren uno con manchas azules y rojas, que son los infectados de bacterias. Por eso hay que estar siempre atento cuando uno va al mostrador. Al que no sabe comprar, el tipo que vende pollos (que si sabe) toma el peor pollo y se lo encaja. Los vendedores de pollo son lo más astuto que hay. Iluminan el mostrador con luces de distintos colores. Por ahí viene un pollo azul, le pone luces amarillas y le queda el pollo verde. Entonces ahí ya cambia (aunque solo en apariencia). También, a veces he visto que contratan a falsos clientes para decir, ese es mi pollo. Usualmente les dan sánduche de pernil (o cualquier cosa que no sea pollo). “Yo se lo reservé ayer”, dice el farsante. Se pelea, usualmente, por el azul que es el que intentan vender a como dé lugar.
Siempre exija mirar el pollo a la luz natural y es recomendable que esté desplumado. Es decir, que se presente desnudo y sincero. Para escoger un pollo fresco, tenga en cuenta que la piel tiene que ser blanca o amarilla. Nunca azul ni blanda. Lo que hay que hacer es tantear el pollo. El color dependerá del origen genético del animal. Podría ser extranjero, aunque siempre hay que desconfiar si no se sabe bien su origen. Por ejemplo, he sabido que pollos croatas a veces son alimentados con sobrealimento, lo que genera un pollo musculoso y lleno de hormonas mercenarias. Conviene saber que el pollo muy amarillo contiene más grasas que el blanco. Sin embargo, a veces no es bueno que sea muy amarillo porque puede venir seboso y coimeado. No sería bueno para la salud.
En cambio, si está congelado, asegúrese de que esté bien duro y sin escarchas ni roturas. Puede proliferar la incorporación de bacterias. Descarte las aves sucias y que por su naturaleza no se bañan: el gallinazo, por ejemplo. También, descarte las aves mal peladas. Esto indica desprolijidad en el manejo del pollo y puede hacer pensar en problemas bacteriológicos. Tampoco confíe si el vendedor le pone música de saxofón. Eso solo distrae al momento de comprar el pollo desprolijo.
Aunque uno no sabe de qué manera son criados los pollos, siempre hay una diferencia entre el pollo de criadero y el de campo. Usualmente este último es más flaco y poderoso. Por eso, escoger el de la villa es un riesgo porque la carne puede estar muy dura. Se recomienda solo para hacer caldos o en caso de hambre extrema.
Si ya le fue bien con un pollo, no tontee. Escoja oto pollo. Que esté fresco, brillante, bien de pechuga, todo un pollo normal.
Es un hecho que siempre va a haber pelea por el pollo codiciado. Solo no se deje engañar porque si escoge mal, se queda sin pollo, con hambre y con la posibilidad de que el desplumado sea usted. (O)