Larga vida a don Ramón
A veces los malhumorados nos resultan familiares, pero ¿por qué nos identificamos con Ron Damón? Qué duda cabe que el mal humor mejora las capacidades para afrontar los problemas porque, los malhumorados, son personas menos crédulas, piensan con más claridad y tienen una mayor capacidad comunicativa que los que están en permanente felicidad.

Es inevitable no sentir simpatía por alguien cuyo apodo es “Lombriz de Aguapuerca”. Don Ramón, tan mundano y extraordinario a la vez, representa, a través de sus rabietas, un lugar común en el cual se identifican tantas personas que inclusive se ha convertido en un referente mundial. Este personaje sin nacionalidad del “programa número uno de la televisión humorística” es un tipo cotidiano que podría haber salido de un parque, de un estadio (le va al Necaxa), una calle cualquiera o de una vecindad. 

Pero Ron Damón, como también le dicen, representa lo opuesto a la visión buenista de la sociedad. Este personaje es todo lo contrario a lo que nos enseñan nuestros padres. ¡Y sin embargo nos cautiva! Es la antítesis de lo que la sociedad espera de un hombre adulto y es justo lo que no nos enseñan en el colegio. Este cascarrabias es un modelo de todo lo políticamente incorrecto: gruñón, eterno deudor, orgullosamente vago, desempleado. Sin embargo, ahí está, presente en el imaginario popular. Es la parte de todo ser humano que se sale del manual. Es la vida hablándonos, con la utilización de cualquier recurso, para poder sobrevivir. 

Representa alguien que se busca la vida por necesidad (reclama cuando le despiertan “a las diez de la madrugada”) y sostiene que “no existe trabajo malo, lo malo es tener que trabajar”; sin embargo, y de manera muy curiosa, es un ícono de lo que quisiéramos ser. Parecería ser que el éxito del “Costal de papas… pero sin papas”, está en ser el perfecto retrato del pícaro que vive sin empleo, sin profesión ni título conocido, porque ser normal es aburrido. 

Pero la imagen con la que usualmente lo asociamos es con la de un hombre enfadado. A veces los malhumorados nos resultan familiares, pero ¿por qué nos identificamos con Ron Damón? Qué duda cabe que el mal humor mejora las capacidades para afrontar los problemas porque, los malhumorados, son personas menos crédulas, piensan con más claridad y tienen una mayor capacidad comunicativa que los que están en permanente felicidad. Así lo dice Joe Forgas quien asegura que “la irritabilidad, en dosis moderadas, tiende a promover un estilo de comunicación más concreto, más armonioso y, en definitiva, más exitoso. Mientras que el humor positivo parece promover la creatividad, la flexibilidad y la cooperación, el mal humor fomenta la melancolía y activa una forma de pensar más atenta, reflexiva y cuidadosa, lo que hace a una persona prestar más atención al mundo externo y le ayuda a lidiar con situaciones complicadas”. ¡Qué viva el malhumor!

Por eso lo que nos llama la atención del “Medio kilo de pellejo” no es la picaresca, que nos hace reír, sino que tiene la personalidad suficiente para ser lo que quiera ser. Nadie más podría ser don Ramón, excepto él. Por eso es irrepetible. Y por eso es querido y admirado.

Este inconfundible personaje ícono de la cultura pop en América Latina se ha convertido en leyenda siendo un referente de todo lo políticamente incorrecto. Pero este factor humilde también enseña. Tal vez, con profunda sabiduría es capaz de decir: "la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena", a pesar de que siempre termina sufriendo la peor parte. Pero es consecuente, porque a pesar de las bofetadas, aunque siempre son injustas porque nunca hace nada para merecerlas ya que trata de evitar que las travesuras provoquen males mayores, no se desquita. 

 Usualmente admiramos lo que carecemos y, en este caso, nos identificamos con alguien que no se reprime siendo auténtico, aunque tenga muchos defectos que no quisiéramos emular. Representante inconfundible de “la chusma”, nos encanta por ser un tipo auténtico con “Cara de Burro Castigado”. Representa todo aquel que lucha por lo que cree, convencido de lo trágico de su destino y, aunque parezca que tiene una vida adversa, no deja de ser fiel a lo que es, un adorable “Esqueleto Rumbero”. Por eso, ¡larga vida a Ron Damón! (O)