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La verdad incómoda sobre el CO2 que está redefiniendo la energía

Nelson Baldeon

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Si el objetivo es reducir las emisiones globales, señalar al petróleo como el gran culpable es una visión incompleta. El enemigo real es la ineficiencia en el consumo energético y la lenta adopción de tecnologías limpias. Producir petróleo de manera eficiente y utilizarlo inteligentemente debe ser parte de la ecuación.

9 Abril de 2025 12.13

El petróleo ha sido durante décadas el centro de debates acalorados sobre el cambio climático. Los titulares globales suelen señalar a la industria petrolera como la principal culpable de la contaminación y el calentamiento global. Sin embargo, una mirada más profunda y técnica revela que este enfoque es, cuanto menos, simplista. Figuras clave del sector energético, incluido Chris Wright, el nuevo secretario de Energía de Estados Unidos, y CEO's de gigantes energéticas mundiales como ExxonMobil y Chevron, han afirmado recientemente que el problema climático no es la extracción petrolera per se, sino el uso final y la ineficiencia en el consumo energético.

Este planteamiento no es una defensa corporativa, sino un llamado a reconsiderar la narrativa ambiental basada en datos. La producción de hidrocarburos, en su fase extractiva, representa una fracción menor de las emisiones globales de CO₂. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), el upstream (exploración y producción) de petróleo y gas representa aproximadamente el 9% de las emisiones globales del sector energético. El grueso de las emisiones, cerca del 80%, ocurre cuando estos combustibles son quemados en motores, turbinas y sistemas de calefacción, es decir, en el uso final.

 ¿Dónde está, entonces, el verdadero desafío?

Chris Wright, un ingenierodel M.I.T con trayectoria en el sector de fracturación hidráulica y producción eficiente, lo expresó con claridad: "No es el petróleo, es la combustión ineficiente y el desperdicio energético". En términos sencillos, extraer un barril de petróleo genera menos emisiones que calentar agua con tecnologías obsoletas o movilizar un vehículo con motores de combustión interna diseñados hace más de 50 años.

Por ejemplo, un campo petrolero moderno, como los desarrollados en la Cuenca Pérmica en Texas, que utiliza electrificación de bombas y captura de gas asociado, emite menos de 6 kg de CO₂ por barril producido. En contraste, quemar ese barril en un automóvil estándar genera aproximadamente 400 kg de CO₂. Es decir, la verdadera batalla por las emisiones está en el uso final, no en el origen del recurso.

El mito del "petróleo sucio" 

La industria ha sido víctima de un sesgo cognitivo: lo visible siempre impacta más que lo estructural. Una plataforma petrolera en el océano o un taladro en medio del Amazonas genera imágenes poderosas. Pero lo que no vemos es que, en Asia y África, el 60% de las cocinas aún funcionan con carbón, leña o queroseno, fuentes con emisiones de carbono y partículas contaminantes hasta 20 veces mayores que el gas natural o los combustibles líquidos refinados. 

Además, los avances en eficiencia energética y captura de carbono están transformando los campos petroleros más modernos en operaciones de bajas emisiones. Noruega, por ejemplo, electrificó sus plataformas del Mar del Norte con energía hidroeléctrica, reduciendo hasta en 60% las emisiones por barril producido. Tendencias similares se observan en la cuenca Vaca Muerta en Argentina, donde se reemplazan motores diésel por eléctricos en los equipos de fracturación.

Latinoamérica y el caso de Ecuador: ¿hacia dónde mirar?

 Ecuador y la región andina tienen ante sí una oportunidad estratégica. En lugar de ceder a las presiones internacionales para cerrar la producción petrolera, el enfoque debe estar en descarbonizar las operaciones y optimizar el consumo. Petroamazonas, antes de fusionarse con Petroecuador, ya había logrado reducir la quema de gas asociado en campos como Shushufindi, disminuyendo así las emisiones fugitivas de metano, un gas con potencial de calentamiento global 25 veces mayor que el CO₂. 

Hoy, el camino inteligente no es abandonar el petróleo, sino hacerlo más limpio y aprovechar sus ingresos para invertir en la transición energética. Noruega financió su revolución verde con ingresos petroleros; Ecuador podría seguir un camino similar.

El futuro: eficiencia y captura de carbono

 La industria petrolera del siglo XXI está migrando hacia el concepto de "carbono neutral". ExxonMobil anunció inversiones por $17 mil millones en tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CCS), mientras que Occidental Petroleum busca producir "petróleo neto cero" mediante la reinyección de CO₂ en sus campos. Estas estrategias son clave para que el petróleo, lejos de desaparecer, se convierta en parte de la solución climática.

Conclusión: redefinir el enemigo 

Si el objetivo es reducir las emisiones globales, señalar al petróleo como el gran culpable es una visión incompleta. El enemigo real es la ineficiencia en el consumo energético y la lenta adopción de tecnologías limpias. Producir petróleo de manera eficiente y utilizarlo inteligentemente debe ser parte de la ecuación. 

Como bien dijo Chris Wright: "La pobreza energética es más dañina que el petróleo. La clave está en energizar el mundo con menos emisiones, no en privarlo de recursos". Esa es la conversación que Latinoamérica debe liderar. 

Porque el petróleo, bien manejado, no es el problema. Es, quizás, parte de la solución. (O)

 

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