Las noticias del déficit fiscal (que cerró 2023 arriba de los US$ 5 mil millones) junto a la coyuntura política, a veces nos nubla la mente a las posibilidades que tiene el Estado ecuatoriano para poder mejorar su situación.
De esta manera, el Estado puede, por el lado de los ingresos, aumentar el Impuesto al Valor Agregado (IVA), el Impuesto a la Renta, el Impuesto a la Salida de Divisas (ISD), aranceles y salvaguardias. También puede volver a cobrar impuestos verdes a los vehículos o cobrar impuestos por un año hasta recuperar el equilibrio fiscal, como el impuesto al patrimonio o impuestos a las ganancias extraordinarias, así como llevar a cabo una remisión de intereses, que genera ingresos extraordinarios. Además, puede reducir el gasto tributario, el cual proporciona beneficios fiscales a ciertos artículos y actividades.
Por el lado del gasto, puede recortar subsidios como el de los combustibles, reducir sueldos y mejorar el sistema de compras públicas, para tener un gasto de calidad y que no genere escándalos de corrupción. Adicional a ello, se puede reducir la inversión pública y el gasto de capital, aunque esto ha tenido implicaciones como la reducción de la producción petrolera y los apagones, ambos consecuencia de la falta de inversión.
Por el lado del endeudamiento, también se puede conseguir financiar el déficit. Las facilidades petroleras se han ido pagando y Ecuador podría volver a hacer uso de estos instrumentos, como el gobierno anterior lo intentó, aunque sin éxito, antes de entregar el poder. Además, hace se poco el FMI aprobó un aumento en la asignación de Derechos Especiales de Giro, por lo que Ecuador mejora su situación frente a este organismo.
Y si hablamos de la administración de activos del Estado, allí también se pueden generar ingresos, como por ejemplo acelerar los permisos para la ejecución de proyectos mineros y la concesión de las frecuencias a las telefónicas. A esto se suma que aún está pendiente la venta del Banco del Pacífico.
Muchas opciones, poca voluntad
Todo lo nombrado no son más que las diversas opciones mencionadas por distintos funcionarios del gobierno, opinólogos y economistas, de acuerdo a las necesidades de la coyuntura en los últimos años. La pregunta es: Si hay tantas opciones, ¿por qué existe déficit?
Por un lado, siempre hay voces que se quejan de la farra de recursos estatales y piden que se baje el gasto público. Y algo de éxito han tenido: según el FMI, si comparamos el gasto promedio del 2013 al 2018 con lo que se gastó en el año 2022 en rubros como sueldos, adquisición de bienes y servicios y gasto de capital, estos bajaron 0.6%, 1.3% y 3% del PIB, respectivamente.
Queda entonces la incógnita sobre cómo se puede bajar más el gasto sin reducir subsidios. El subsidio a los combustibles es ineficiente, porque beneficia más a los que tienen mayores ingresos, además de que incentiva la contaminación ambiental, el contrabando y otras acciones ilegales. Eliminarlo permitiría superar problemas fiscales y destinar buena parte de los ahorros al Bono de Desarrollo Humano. Así, se podría mejorar la situación de los grupos en la base de la pirámide, lo cual contribuiría a volver más eficiente el sistema de subsidios. Sin embargo, cada vez que se lo ha intentado eliminar, hemos vivido agresivas protestas como las de octubre del 2019 y junio del 2022.
Por el lado de los ingresos, Ecuador tiene una tasa de IVA baja en comparación a los países de la región, por lo que el FMI ha recetado el aumento de este impuesto. Obviamente, esta acción también generaría problemas políticos, porque a nadie le gusta pagar más impuestos. Estos bloqueos políticos tanto para aumentar ingresos como recortar gastos, resultan en un abultado déficit.
Es ahí donde la pelota pasa del terreno financiero al terreno de la política. Existen varias opciones para manejar el déficit fiscal, pero se requiere una gestión política adecuada, que permita elegir una estrategia que combine las posibilidades aumentar el dinero que le queda al Estado, para poder hacer su funcionamiento sustentable a largo plazo. Al final, el déficit fiscal refleja la habilidad política del jefe de Estado. (O)