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No violencia
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Hoy, los que creemos en la paz, tenemos frente a nosotros el desafío de confrontar nuestras creencias y conceptos teóricos con nuestra actuación en la práctica. Mirarnos sinceros más adentro. Sin aceptar atropellos, callar nuestras voces ni olvidarnos de nuestra propia supervivencia. Defender nuestros principios, pero teniendo la claridad de que el camino de la violencia, solo nos lleva a la perdición de nuestra esencia como seres humanos.

6 Julio de 2022 15.53

Los hechos que hemos  presenciado en las últimas semanas en Ecuador, como consecuencia del paro que se ha llevado a cabo, nos llevan a reflexionar sobre los niveles de violencia a los que puede llegar el ser humano en ciertas circunstancias, su naturaleza, sus alternativas y nuestra propia posición frente a ella.

En general, la violencia ha sido tan repetida en la historia del mundo que podríamos pensar que ésta es una característica de nuestra especie, quizá heredada durante el curso de su evolución. Se han realizado una infinidad de ensayos, análisis y críticas a este comportamiento, pero casi siempre con la mirada hacia los demás. Pocas veces nos vemos a nosotros mismos respecto de esta forma de actuar. Luego de los eventos de estos días, es importante observar y reclamar por aquellos atropellos por parte grupos violentos, pero a la vez girar la vista hacia adentro y  entender como  reaccionamos cada uno de nosotros ante ellos.

Yo por mi parte, me sentí abandonado de quien debe generar estabilidad, lleno de aprensión por los eventos y abusos inaceptables que sucedían en las calles, pero al mismo tiempo me encontré lleno de pensamientos violentos, casi pidiendo a gritos que se aplique la regla según la cual, a la violencia de quien agrede sólo es posible responder con violencia aún más fuerte de quien se defiende. Cuando fui consiente de lo que pasaba en mi mente, me sorprendí y me conflictué profundamente porque desde hace mucho tiempo me he considerado un pacifista. 

El tema definitivamente es complicado para quienes no tenemos los extraordinarios dotes de los grandes preconizadores de la no violencia como Gandhi, Mandela, Martin Luther King o el Dalai Lama, quienes tenían la capacidad de compadecerse del otro, incluso si se trata de un enemigo. Los seres ordinarios, luchamos día a día con nuestro propio drama personal. Lidiamos con aquellos pensamientos que nos generan ira, revancha o resentimiento y nuestra forma de responder a las presiones externas.  Es difícil reaccionar sin escoger el camino de la violencia, aun cuando fuere mental o intelectual, cuando nos sentimos amenazados.

Del otro lado, hemos sido testigos de cómo dentro de una protesta, aun legítima, los individuos que en su sustancia pueden ser serenos, pueden convertirse en personas llenas de rabia y capaces de realizar actos brutales cuando son estimulados  por la manipulación y la instigación por parte de lideres que pregonan la barbarie frontalmente. Actos por los que tendrán que responsabilizarse en todos los aspectos. Hemos podido  observar cómo esa rueda que inicia con un pensamiento ofuscado crea emociones negativas y desembocan finalmente en acciones que se vuelven imposibles de contener, las que encontraran reacciones de iguales o mayores proporciones. La receta perfecta para el caos y el sufrimiento.

En todo caso hemos presenciado lo ardua que puede ser la tarea de evitar la violencia. Tal vez, para poder reconciliarnos con nuestros espíritus pacifistas en tiempos convulsos, vale la pena mirar las enseñanzas de aquellos notables talentos que honraron este camino y tratar de aplicarlos a nuestra realidad. Entender que siempre hay alternativas para hacer llegar nuestro reclamo sin agredir a nuestros semejantes.  Por otra parte, abrazar la convicción de que la abstención de la violencia no es sinónimo de debilidad, un reclamo o una respuesta pacífica no significa falta de firmeza ni ausencia de convencimiento y por lo tanto no implica renunciar a nuestros legítimos derechos y deseos de tener una vida en paz, pero justa. 

Los tiempos que atravesamos nos dan una oportunidad para observar y tal vez más importante: observarnos. Tal vez sorprendernos de lo que ha pasado con nuestra mente y sentimientos y buscar la causa y no solo los efectos de estos acontecimientos. Esto ya será un paso inmenso. Sin duda hemos experimentado momentos duros en lo externo y coyunturas extremas en lo interno que debemos procesar. Hoy, los que creemos en la paz, tenemos frente a nosotros el desafío de confrontar nuestras creencias y conceptos teóricos con nuestra actuación en la práctica. Mirarnos sinceros más adentro. Sin aceptar atropellos, callar nuestras voces ni olvidarnos de nuestra propia supervivencia. Defender nuestros principios, pero teniendo la claridad de que el camino de la violencia, solo nos lleva a la perdición de nuestra esencia como seres humanos. (O)

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