Durante la pandemia que vivimos hace ya 4 años, apareció en redes una curiosa caricatura en la que veíamos a unos científicos observar detenidamente la ola que estaba provocando la crisis de salud en el mundo, sin percatarse de que otra gigantesca ola se aproximaba, esa ola es lo que hoy conocemos como el cambio climático.
Es indudable que lo que vivimos semanas atrás con los incendios en Quito y en varias provincias del país, junto a la fuerte sequía en diferentes zonas estratégicas está generando un terrible impacto ambiental en los ecosistemas a nivel nacional que a su vez genera daños que se tardarán años en recuperarse. Sin hacer de menos estos terribles acontecimientos, es importante que miremos la coyuntura para sentarnos a pensar seriamente en como el cambio climático ya está afectando gravemente nuestra forma de vida, como los incendios provocaron caos y pérdidas económicas graves para la ciudades afectadas, cómo la actual falta de energía eléctrica -la peor en la historia reciente, más allá de si hubo o no planificación- nos está afectando en cosas tan simples como poder usar el microondas o ver la televisión y un poco más allá, cuál es el esfuerzo que debemos hacer mantener vivo y activo al aparato productivo del país.
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Estados Unidos y muchos otros países han definido al cambio climático como un riesgo de seguridad nacional y en ese contexto, vale la pena preguntarnos, ¿si Ecuador tiene una agenda para enfrentar este gran problema?
Si las empresas no toman en cuenta este aspecto en sus matrices de riesgo es más que probable que, en el mediano y largo plazo, la sostenibilidad de sus negocios se vea afectada. Así, desde la perspectiva del riesgo, deberíamos preguntarnos, por ejemplo, si ¿las empresas aseguradoras están listas para enfrentar el cambio climático?, o si ¿se han realizado simulaciones por inundaciones costeras por posibles impactos en la infraestructura nacional de plantas, carreteras, plantaciones?
Una solución al cambio climático es empezar a trabajar en la regeneración de los ecosistemas para revitalizar sistemas naturales alterados por la mano del hombre y que así vuelvan a cumplir sus funciones básicas, para lo cual se vuelve importante restaurar espacios degradados, reforestar y cuidar la biodiversidad entre otros. En el caso de la agricultura es esencial restaurar los hábitats, plantando árboles y regenerando la biodiversidad para evitar la erosión del suelo y al mismo tiempo facilita la generación de mayor productividad. Otras opciones están enmarcadas en la remediación o restauración de hábitats con limpieza de ríos, playas o la reforestación de espacios que han sido perjudicados por la tala desmedida o el tomar acción en las áreas afectadas por incendios.
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Viendo un poco más allá de lo ambiental, hay que entender también que las acciones que los gobiernos y empresas realicen para recuperar los ecosistemas traerán consigo beneficios directos en la economía como una reducción de ciertos rubros y gastos en la salud pública debido a las afectaciones relacionadas directamente con el cambio climático. Además, habrá mayores oportunidades para el desarrollo económico debido al nacimiento de negocios sostenibles como el ecoturismo en el que se pueden crear nuevas fuentes de riqueza gracias a la regeneración de espacios contaminados, a la vez que se reducen los riesgos por posibles catástrofes ambientales sobre las cuales estamos ya sintiendo algunos efectos.
Hay empresas que ya han implementado procesos hacia este cambio y que empiezan a gozar de una mejor reputación, de innovación de productos o servicios, así como también la oportunidad de acercarse a nuevos mercados. Véase por donde se vea, tomar acciones sobre este concepto es un buen negocio para todos.
Es tiempo de ir a la acción, es momento de alcanzar un compromiso nacional y global para afrontar estos retos. Las sinergias, alianzas o incentivos que se faciliten para la sociedad y, particularmente, a las empresas para trabajar en esta problemática es esencial con el fin de contrarrestar el cambio climático desde ahora. No mañana, No después. No seamos como esa caricatura en la que aún no nos damos cuenta de lo que lamentablemente se nos viene. (O)