El "acontecimiento" tal vez más relevante de las historias eclesiástica y política de la Iglesia católica es la "Reforma protestante" que enfrentó en el siglo XVI, originada en su propio desafuero. Si bien germinó a lo largo de siglos previos, como consecuencia de la resistencia e incapacidad del alto clero a percatarse del sostenido deterioro de la institución en todas las facetas de su quehacer, en 1517 el monje agustino Martín Lutero emprende en un serio cuestionamiento al papa y lo que representaba de negativo, que era mucho.
Lutero nace en Eisleben, Alemania, en 1483; fallece en la misma ciudad en 1546. Estamos ante un religioso que pronto toma conciencia de las graves contradicciones teológicas de la Iglesia católica. Liga estas con el interés romano en mantener una hegemonía ajena de lo estrictamente piadoso. De hecho, la Iglesia se había convertido, desde siglos atrás, en institución manipulada por fuerzas políticas y económicas que sustentaban su dominio en un supuesto poder divino... y viceversa. El catolicismo aprovechaba de la ignorancia de gran parte de la población, la cual asumía como válidas "enseñanzas" que de no ser respetadas condenaban a los hombres al fuego del infierno. El absurdo mensaje subsiste en nuestros días, así como quienes lo avalan.
Tal vez te puede interesar: La Inquisición (I)
Todavía hay "gentes" para las cuales sus transgresiones sociales serán sancionadas en el más allá, y no en este mundo como reacción a su apatía en solidaridad. Es el caso de los fundamentalistas católicos, identificados en su mayoría con la impresentable extrema derecha política, que neciamente se resisten a comprender que las injusticias sociales son germen de la violencia que se encargará, tarde o temprano, de llamarlos al orden. Convencidos de que sus "pecados" serán perdonados en comunión, son indolentes ante la miseria del prójimo.
Como profesor de la Universidad de Wittenberg, Lutero comienza a increpar la comercialización de bulas que perdonaban pecados a cambio de monedas. El clímax llega con las noventa y cinco tesis que clava en la iglesia de la localidad, a raíz de la venta de indulgencias para reparar la basílica de San Pedro y financiar las insolencias papales. Inicia una enconada lucha con la jerarquía romana, consumada por León X con su condena y excomunión, y por el emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico con la proscripción de Lutero luego de la Dieta de Worms.
Los sucesos ubican a Lutero en el ojo de la tormenta... no solo religiosa pero política, en momentos en que buena parte de Europa disputaba la supremacía del soberano (conocido como Carlos I en España). La ceguera de Roma, y de Carlos en su afán de mantener la Iglesia a su lado para consolidar el Imperio, fue aprovechada por príncipes alemanes en su propósito de independizar a sus territorios del papa y del emperador. Entre ellos particular mención hace la historia de Federico de Sajonia. Queda, pues, expedito el camino a una verdadera revolución teológica con aristas estatales conocida como la Reforma protestante, que daría origen a la ineficaz Contrarreforma católica.
No te pierdas este artículo: La Inquisición (II)
La fiereza del clero por conservar su supremacía -mística y terrenal- lleva a Roma a concebir un aparataje de manipulación de las Escrituras. Contra esto se rebela el alemán, para quien "todo está regulado y ordenado en exclusiva de acuerdo con el Evangelio, que es donde se encuentra Jesucristo", no en el palabreo del papa. Reprueba las "creaciones" eclesiásticas de la liturgia, los sacramentos (salvo por el bautismo) y el culto a los santos, entre otras elaboraciones romanas. El luteranismo desarrolla una nueva soteriología (doctrina de la salvación) para la que el hombre es la base de su propia salvación. Califica a las relaciones espirituales como "supersticiones que limitan la libertad del cristiano... y de trampas que aspiran a enriquecer al papa".
La Reforma protestante, al margen de sus connotaciones religiosas, conforma por igual un llamado de atención a las relaciones sociopolíticas imperantes en la Europa del siglo XVI. Carlos V resistía ceder en algo su poder, para lo cual requería de una iglesia fuerte sin perjuicio de los subterfugios profanos inventados al designio. En realidad, el emperador y el papa se manosearon mutuamente. No obstante, aquel sí que en el fondo sabía que en lo político le tocaba hacer concesiones para complacer en algo a gobernantes y pueblos de su vasto imperio, en especial a los alemanes. Ante ello arranca con una reforma de la administración del Imperio, que en la práctica fue el inicio de la desmembración imperial. Máxime en tanto la religión dejó de ser el factor de unidad que venía siendo. Subsistiría hasta que Napoleón da el puntillazo final a inicios del siglo XIX. En todo caso, después de Worms el Imperio nunca volvió a ser el mismo. (O)