De niño, viajar a Vilcabamba era una rutina mágica. Cada fin de semana, mi familia y yo nos subíamos al carro, atravesábamos la carretera serpenteante desde Loja y llegábamos a ese pequeño valle donde parecía que la vida avanzaba más lento. Pero con los años, algo cambió.
Lo notaba siempre de forma sutil, casi imperceptible: algún que otro rostro extranjero en el parque, un menú en inglés en uno de los restaurantes. Pero ese flujo inicial pronto se convirtió en una corriente constante. Los extranjeros no solo venían, también se quedaban. Las casas tradicionales fueron reemplazadas por hostales; las tiendas, por cafés y centros de yoga dirigidos a una clientela distinta. Las conversaciones en español comenzaron a ser opacadas por el inglés, y de pronto, el Vilcabamba que conocí empezó a desdibujarse.
Hoy, cuando camino por su parque central, siento una desconexión extraña. Vilcabamba sigue siendo hermoso, pero ya no se parece a lo que solía ser. Los domingos ahora están orientados más hacia el turista que hacia el vecino. Los precios de los productos locales han subido, y muchos habitantes se han visto obligados a vender sus tierras. ¿Qué significa este cambio para un lugar que siempre se definió por su arraigo y su calma?
El caso de Vilcabamba no es único. En Puerto Rico, la gentrificación está transformando comunidades enteras, y Bad Bunny, uno de sus artistas más representativos, ha puesto el dedo en la llaga. En su canción "El Apagón", denuncia cómo la Ley 22 (ahora conocida como Ley 60), que otorga beneficios fiscales a extranjeros adinerados, convirtió a la isla en un paraíso para millonarios, pero a costa de sus propios habitantes.
"El problema no es solo económico", dijo Bad Bunny en una entrevista reciente, "es cultural, es nuestra identidad". Según El Nuevo Día, entre 2019 y 2023, los precios de las viviendas en Puerto Rico subieron un 18 %, y más de 50.000 familias enfrentaron desalojos en los últimos cinco años. Las playas que antes eran de acceso público ahora están cercadas con letreros que dicen: "Private Property". En lugares como Santurce, el desarrollo inmobiliario está desplazando a comunidades enteras, y muchos se preguntan: ¿quién tiene derecho a decidir el futuro de estos espacios?
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La gentrificación no es exclusiva de Puerto Rico. En el sur de Ecuador, ciudades como Cuenca y localidades como Vilcabamba también sienten los efectos de este fenómeno global. Cuenca, una ciudad reconocida por su arquitectura colonial y su calidad de vida, se ha convertido en un destino popular para jubilados extranjeros, especialmente estadounidenses. Este flujo migratorio ha transformado su economía, posicionándola como una de las ciudades más caras del país.
En Cuenca, el gasto en vivienda ha experimentado un incremento significativo debido a la alta demanda de propiedades en zonas históricas y turísticas, lo que genera tensiones entre el desarrollo económico y la accesibilidad para los residentes. Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), las dinámicas del mercado inmobiliario han reflejado un encarecimiento generalizado, aunque cifras específicas sobre el promedio mensual pueden variar dependiendo de las fuentes y estudios locales.
En Vilcabamba, aunque a menor escala, el patrón es similar. La llegada de extranjeros ha traído consigo un aumento en los precios de la tierra y una transformación de los espacios urbanos. Según investigaciones, este proceso ha generado conflictos por el acceso a recursos como el agua, así como tensiones sociales debido a las diferencias económicas y culturales entre residentes y nuevos habitantes. La economía local, cada vez más orientada a satisfacer las necesidades de los visitantes internacionales, ha afectado el acceso de los lojanos a bienes y servicios asequibles.
La gentrificación suele presentarse como un sinónimo de progreso, pero este "progreso" tiene un precio que no siempre es evidente en las cifras. En Cuenca, el aumento de la canasta básica complica las finanzas de los habitantes; en Vilcabamba, la pérdida de espacios accesibles para los locales es palpable; en Puerto Rico, el desplazamiento masivo de comunidades está destruyendo la conexión entre los habitantes y su tierra.
Frente a este fenómeno, el reto no es evitar el cambio porque el cambio es inevitable. El verdadero desafío está en regularlo, en asegurarnos de que el desarrollo económico no excluya a las comunidades ni borre su identidad. Ciudades como Berlín y Barcelona ya tomaron medidas: límites en los precios de alquiler, regulaciones para propiedades destinadas exclusivamente al turismo, incentivos para negocios locales. ¿Qué estamos haciendo en Ecuador?
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En Vilcabamba, las autoridades podrían implementar políticas que frenen la especulación inmobiliaria, incentiven el comercio de la zona y fomenten un diálogo entre extranjeros y residentes del lugar. En Puerto Rico, revisar la Ley 22 sería un paso crucial para devolverle a la isla el control sobre su futuro.
Cuando pienso en aquellos domingos de mi infancia, me pregunto si es posible recuperar algo de esa esencia. Porque no se trata solo de preservar un lugar, sino de proteger las historias, los rostros y las voces que lo hicieron único.
En palabras del conejo malo: "Esto es mío y de mi gente". Y protegerlo no es solo una lucha, es una responsabilidad compartida. (O)