Los debates entre candidatos a la Presidencia se han hecho famosos. Hasta hace varios años pasaban casi desapercibidos. Hoy se han vuelto claves, determinantes en algunos casos. Ciertamente, los medios, las redes y las encuestadoras han elevado su relevancia. Se viene el encuentro (desencuentro) Noboa - González con pronóstico reservado. Tendrá lugar el domingo 23. Esta vez se advierte explosivo, tensado al máximo. Noboa salió vencedor la última ocasión, pero ahora las coordenadas son distintas.
"La previa" es una expresión incrustada en nuestro lenguaje desde hace pocos años. Llegó de la mano del fútbol y sus comentaristas argentinos. De ahí heredamos (copiamos) una parte del habla y de las prácticas deportivas. Pasado el tiempo, la expresión se ha filtrado a otras esferas: eventos culturales y políticos, como es el caso de nuestro debate. Así que estamos en la previa. Calentando, calibrando, como se dice.
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Para el vis-a-vis del 23, los candidatos llegan arrastrando imágenes, ejecutorias, padrinos, errores. Noboa comparece con sus obras de gobierno por delante: construcciones, becas, créditos, apresamientos, respuestas a la emergencias. Fortaleza que le confiere el hecho de ser Presidente, pero riesgo por el desgaste natural y la sobre exposición. Luisa, que no tiene obras que mostrar, aparece convencida de haber dado la vuelta a su imagen: mujer autónoma, fuerte, sin sumisión, con propuesta, con iniciativa para dialogar con cualquiera. La debilita la injerencia imparable de Correa y varios líderes RC.
Los dos candidatos arriban con cargas polémicas en su espalda. Luisa con su alineamiento al cuestionado Socialismo XXI y su incondicionalidad con Maduro, Ortega, antítesis de vida democrática. Noboa con su adscripción a peligrosas políticas de Trump, buscando acceder a recursos y a asesoría en seguridad. Estas cargas producen desconfianzas, cuando no franca oposición.
Noboa y los correístas vienen también con broncas y heridas abiertas. Resaltamos los conflictos en la Asamblea (juicios, requerimientos, denuncias, contratos), las disputas con el Alcalde de Guayaquil (investigaciones, denuncias, juicios, cierre de empresas), la debacle de la "Liga Azul" (juicio, chats). En principio, Luisa, para no contaminarse, delega a sus militantes gran parte de la bronca con el Presidente. Ofensivas y réplicas, en muchos casos confusas y superficiales, inundan las noticias. Lo más probable es que aporten poco. La gente no como cuento.
El Presidente y su rival han levantado también propuestas, algunas atractivas, otras polémicas, otras irrealizables. Vale subrayar por el lado de Noboa: reforma a la Constitución, asesoría internacional en seguridad, atracción de inversión extranjera, fomento de empresas mixtas o concesiones, cero corrupción. En el lado del correísmo, Luisa ha posicionado: depuración de fuerzas del orden, renegociación de la deuda, fortalecimiento del estado, mejora de servicios, alejamiento de la órbita de Trump y los EU. Colegas suyos sueltos de lengua, han hablado de ecuadólares y leyes de comunicación.
Sorpresas y pronósticos
Por lo que se conoce, y por las experiencia, los estrategas de campaña preparan sorpresas, medidas de efecto y alto impacto para las últimos semanas. No será raro conocer en estos días hechos espectaculares: una denuncia inesperada, una noticia de gravedad, un negociado comprometedor, alguna alianza despreciable, una mancha oculta del pasado, un atentado misterioso, algún sorprendente símbolo propagandístico. Señal inequívoca que la disputa de votos se jugará hasta el último minuto.
Los candidatos comparecerán al debate con sus cuentas alegres bajo el brazo. Con una votación tan cerrada (17 mil de diferencia), el nicho de sus esfuerzos, a más de mantener a sus adherentes, ha sido el mismo: votantes de otros candidatos (Iza y Andrea sobretodo), partidarios del voto en blanco y nulo, ausentes. Noboa y Luisa llegarán con los cifras frescas de encuestas, especialistas y adivinos.
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En la previa del fútbol estamos invitados como espectadores. En el debate, en cambio, nos hallamos, involucrados hasta el copete. Tanto que la jugada final será nuestra, será nuestro el voto que decidirá las vidas de millones de compatriotas.
Podemos esperar impávidos o podemos al menos, aguzar nuestros sentidos para filtrar al máximo los mensajes. Podemos reflexionar a fondo sobre el valor del voto nulo, del blanco y de las ausencias, mismas que siendo legítimas y explicables, aportan casi nada. Y lo esencial: debemos votar pensando en el país y no en proyectos personales o de un sector violentista o revanchista. La paz se convierte hoy en el factor decisorio. Nos impele a apostar por quien mejor la garantice. (O)