Es una expresión aparentemente contradictoria u opuesta al sentir general o al parecer de quien escucha (DDU, G. Cabanellas). El vocablo puede ser empleado en sinónimo de “sofisma”, definido según la misma fuente como un argumento falso con apariencia de verdadero; en la dialéctica constituye un recurso extremo de defensa. Para la RAE, es el hecho o expresión supuestamente contrarios a la lógica; también el uso de expresiones que encierran estimada contradicción entre sí. Significa “lo contrario a la opinión común”, proveniente de “paradoxa” en su origen latino y griego.
Hay cierta tendencia a confundir la paradoja con el “oxímoron”. La primera quedó conceptuada. Si bien responde, en instancia inicial, a un modo retórico, sí que puede tener una connotación metafísica. La tiene cuando pretende servir para transmitir realidades de difícil comprensión, o que entrañan incompatibilidades. El oxímoron, en cambio, es en esencia una figura narrativa en la que coexisten términos antagónicos en semántica. Por ejemplo, “la dulce amargura del insensible que siente el dolor ajeno”.
En esfuerzo académico para redactar este artículo nos topamos con el “príncipe de las paradojas”. Prolífico escritor, en cuya obra utiliza la paradoja y la ironía como técnicas de relato. Citamos al literato y filósofo inglés G. K. Chesterton (1874 – 1936): “debo mi éxito a haber escuchado con todo respeto buenos consejos, y luego hacer fielmente lo contrario”.
El potencial del sabio para desatender admoniciones inútiles es proporcional a la capacidad del hombre vulgar para aconsejar sobre aquello distante de su incumbencia. De allí que buena manera de subsistir en una sociedad no racional en lo suficiente, es abstraerse de la irracionalidad reinante. Cuán incoherente es que mientras más se esfuerza “la masa” por escapar de su mediocridad, más se hunde en la obscuridad de su luz.
La paradójica ironía chestertoniana toma expresivo cuerpo en los locos… a quienes no les falta razón, referidos en su obra Ortodoxia (ensayo de 1908). Afirma que al discutir con un orate, lo más probable es que el “cuerdo” salga perdiendo. Y es así en tanto sostiene que la inteligencia del primero es rauda, siendo que “no tropieza con el obstáculo del buen juicio”. El loco que se abstrae de la realidad – en verdad de manera paradójica – está según el autor mejor capacitado para comprenderla… por cuanto el insano mental posee la pasmosa habilidad de concatenar detalles y factores con un instinto “más complicado que un laberinto”.
Lo expuesto es evidente en sectores sociales que, convencidos de su lucidez, evalúan las realidades desde una perspectiva que es la suya mas no la global. Simplifican sin ética sus análisis de los fenómenos sociopolíticos circundantes. Los “delirantes” que exigen solidaridad, compromisos y sacrificios, a la inversa, al vivir marginados están mejor capacitados para apreciarlos sin contaminaciones de mera forma que contradicen a la razón. La paradoja está en tachar de locos a los locos, cuando la verdadera locura radica en los lúcidos inconscientes de su demencia. Gran parte de las reacciones sociales violentas tienen origen en la “lucidez de los irreflexivos”… no en la enajenación cerebral de los insanos que demandan justicia social.
Al emprender en contra de las apariencias que no son tales pero contextos auténticos, el resultado es el caos. En La esfera y la cruz, Chesterton relata el caso de Lucifer quien, al enfrentarse con el monje Miguel, acomete la demolición de todas las cruces, figura deforme representativa de lo monstruoso. Conforme avanza en su cometido, se percata que su rededor está plasmado de “malditas cruces” y que por tanto al echarlas abajo destroza todo su mundo. El mensaje sociológico es claro: la concreción de una sociedad equitativa no se logra desmantelando plantes pero implementando soluciones de fondo para deformaciones estructurales.
El lucifer sociópata es el ente para quien las cruces son los actores sociales que se rebelan contra el statu-quo material imperante. Vive estúpidamente convencido de que al eliminarlos con la indiferencia (necedad pasiva), o negándoles la asistencia que requieren para enfrentar la vida en dignidad (tontería activa), desaparecerán por arte de magia. No se da cuenta Lucifer que al así proceder, al igual que en la parábola, destruye a aquellos de quienes necesita para conservar sus prerrogativas, y por consiguiente su espacio de bienestar. Recordemos que con ocasión de la pandemia quedó comprobado que ese universo es compartido, en pareja, por solventes y por necesitados.
Paradoja: quienes carecen requieren de los que tienen, pero quienes tienen no pueden privarse de los que no poseen algo para repartir. (O)