Cuando pensamos en los países que conforman América del Sur, pocas veces se nos viene a la cabeza Surinam, Guyana o Guayana Francesa. Estos tres territorios están más cerca de suelo ecuatoriano que Chile, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina. Sin embargo, nuestra relación con ellos es casi nula. La barrera del idioma podría ser una explicación, debido a que el francés, inglés y neerlandés dominan esas regiones. Otro obstáculo podría ser el transporte, debido a que es más fácil encontrar un vuelo directo desde Europa que desde sus países vecinos.
A pesar de ello, dentro de esta misteriosa trinidad, uno de sus integrantes brilla con más fuerza, la nueva mina de oro de Sudamérica, Guyana. Con una población de alrededor de 800.000, una extensión territorial de 214.970 km2 y un pronóstico de crecimiento de su Producto Interno Bruto (PIB) de 27 %, los expertos ubican a esta excolonia española, holandesa e inglesa como la economía de mayor crecimiento del mundo en 2024. Pero, ¿cómo lo lograron?
Respuesta sencilla: petróleo, muchísimo petróleo. Solo para tener una idea, antes de que Guyana descubriera sus reservas petroleras, el PIB per cápita (o lo que la economía genera por persona cada año) era de US$ 11.000. Ahora, su PIB per cápita supera al de Italia (US$ 20.564) y, en su trayectoria actual, podría superar a EE.UU. a finales de este año. El tamaño de los pozos de oro negro es tan grande que Nicolás Maduro ha intensificado su lucha para recuperar la región del Esequibo, que representa el 70 % del territorio de Guyana.
Aunque, Shakespeare lo tenía claro: no todo lo que brilla es oro. La fiebre de petróleo acarrea también sus consecuencias. En los países que tuvieron un boom petrolero se observaron problemas como la hiperinflación, la agitación social y política, un aumento en la brecha de riqueza y corrupción, muchísima corrupción. Ahora la incertidumbre recae en responder a las siguientes inquietudes, ¿cómo esta nación debe actuar para evitar caer en la maldición petrolera? ¿cómo salir de la paradoja de la abundancia y asegurar un crecimiento firme? En pocas palabras, ¿cómo actuar para que el pan de hoy no se convierta en el hambre del mañana?
Por suerte hay casos positivos a tomar en cuenta como Noruega. Después de que se descubriera petróleo y gas en el Mar del Norte en la década de 1960, Noruega creó un fondo soberano. Invirtió la mayor parte de sus ganancias petroleras en empresas que cotizaban en bolsa a escala internacional. Se estima que este fondo posee, en promedio, 1.5 % de las acciones de gigantes como Coca Cola, Nestlé, Amazon, Samsung, entre muchas otras. Esto evito generar una hiperinflación y un crecimiento excesivo de su moneda. Ahora, cuando el sorbete llegue al final del pozo, aún contarán con una riqueza considerable para asegurar la prosperidad de sus futuras generaciones.
Y aunque el modelo nórdico no puede ser tratado como un copy/paste, especialmente en economía, aún se puede aprender mucho de un modelo que superó su fe ciega al extractivismo y que vio una solución más sana para el futuro. Si Guyana no logra encontrar un crecimiento equilibrado y sostenible, podríamos estar viendo el nacimiento, no de una futura promesa, sino de un inevitable desastre en la región porque cuanto más grandes son, más fuerte suelen caer. (O)