La niña del violín
Debemos reflexionar sobre la necesidad de un control parental de estos dispositivos, limitar el tiempo en pantalla y restringir ciertas aplicaciones que podrían generar distracciones poderosas. Los adultos poseemos mayor autocontrol frente al uso de dispositivos (o al menos así debería ser) en comparación con niños y adolescentes, quienes aún no son completamente capaces de inhibir y continuar con sus actividades, como en el caso de la niña del violín.

Hace algunos días presencié una escena que inspira la redacción de esta columna.

 Mientras esperaba a mi hijo en el conservatorio, una niña ingresó con su violín al hombro y su celular en la otra mano, mirándolo con gran concentración y agrado, incluso mientras caminaba. Se dirigía hacia una mesa donde usualmente hay varias sillas, probablemente para esperar la hora de su clase. Sin apartar la vista de su celular, intentó sentarse, pero no se dio cuenta de que faltaba una silla y cayó al suelo. Su violín, afortunadamente en su estuche, y su celular salieron disparados.

Quiero aclarar que, aunque esta historia sea para destacar el uso excesivo de dispositivos electrónicos y su impacto, mi intención no es demonizarlos ni insinuar que debamos prohibirlos. Sin embargo, surgen preguntas sobre su uso, como, por ejemplo: ¿los dispositivos digitales disminuyen nuestra capacidad de prestar atención?

Si volvemos al ejemplo anterior podríamos afirmar que sí, pero qué nos dice la neurociencia y psicología cognitiva. Primero varios autores no descartan que los adolescentes de hoy puedan tener más dificultades para sostener la atención que los de antes. Sin embargo, la causa que los investigadores en este ámbito atribuyen a tal circunstancia descarta un cambio en la capacidad para prestar atención. En realidad, lo que habría cambiado es su entorno, el cual se lo pone mucho más difícil para prestar atención, esto es, ofrece muchas más distracciones, a menudo poderosas (Wilmer, et al., 2017 citado por Ruiz, H. 2024).

Y sin duda algo poderoso es el celular. De ahí que sea común ver a niños, niñas y adolescentes utilizar sus dispositivos y realizar cualquier otra actividad al mismo tiempo como: jugar, comer, caminar entre otras cosas, con el riesgo de que se hagan daño, como el caso de la niña del violín.

Lo que provoca todo esto es que utilizar dispositivos electrónicos les resulta atractivo, hay acceso fácil, permanente e instantáneo a múltiples opciones de entretenimiento y, además, les recompensa (sienten satisfacción cuando lo hacen) por tanto, resulta difícil competir con ellas. Sobre todo, si las tareas en las que deseamos que pongan atención requieren de un esfuerzo cognitivo donde no se visualiza de manera inmediata su valor y significado, como por ejemplo mientras deben estudiar.

“El mero hecho de tener el móvil a nuestro alcance puede generar suficiente distracción como para afectar al rendimiento en tareas cognitivas exigentes” (Thornton et al.,2014)

Pero ¿Qué sucede con los adultos? Un dato interesante muestra que los adultos consultan sus celulares una media de 150 veces al día, o una vez cada 6 o 7 minutos del tiempo que pasan despiertos (Gazzaley y Rosen, 2016 citado por Ruiz, 2024). Todos sabemos que esto es cierto.

En conclusión, es importante reconocer que la llegada de los dispositivos electrónicos ha facilitado el acceso inmediato y cómodo a la información, lo cual es atractivo y gratificante. Existe un cambio en los hábitos de atención que afecta a niños, adolescentes y adultos por igual.

Ante esta realidad, debemos reflexionar sobre la necesidad de un control parental de estos dispositivos, limitar el tiempo en pantalla y restringir ciertas aplicaciones que podrían generar distracciones poderosas. Los adultos poseemos mayor autocontrol frente al uso de dispositivos (o al menos así debería ser) en comparación con niños y adolescentes, quienes aún no son completamente capaces de inhibir y continuar con sus actividades, como en el caso de la niña del violín.

Lo ideal es que los niños y adolescentes sean libres, no presas de un entorno atractivo, pero potencialmente esclavizante. (O)