Las reflexiones sobre los beneficios de la meditación se han convertido en los últimos tiempos en un lugar común. Encontramos un sin número de textos, mensajes, invitaciones, talleres y consejos relacionados con este tema, sin embargo, existe un desconocimiento de su esencia y su real potencial.
Para empezar, hay que desmitificar está práctica que viene de oriente con un largo recorrido. Los conceptos que se han elaborado sobre ella en el mundo de las redes sociales, la inmediatez de la vida actual y la desesperación por cambios rápidos se alejan de la realidad, sin embargo, se quedan cortos respecto de sus efectos. La primera noción que nos viene a la cabeza cuando hablamos de meditar es la de poner la mente en blanco y dejar de pensar por completo, lo cual no solo es erróneo, sino que pueden generar un tremendo desconcierto y una pronta desmotivación para seguir trabajando en este sendero. La lógica detrás de este preconcepto es que, si no puedo parar de pensar, entonces no puedo meditar. Y es importante saber, que no podemos evitar el accionar de nuestra mente, como no podemos detener la circulación de nuestro torrente sanguíneo o frenar el bombeo del corazón. Lo que debemos aprender en inicio, es a observar esos pensamientos que llegan y dejarlos ir sin engancharnos en ellos, como cuando miramos una nube en el viento. Con entrenamiento los canalizaremos por el camino correcto.
Por otra parte, es fundamental aceptar que la meditación no es algo que hacemos y decidimos, sino un estado que se puede dar en ocasiones y que para ello contamos con ciertos procesos y prácticas desarrolladas desde diversas miradas y tradiciones. Generalmente nos referimos al uso de estas herramientas como meditación. Es una confusión común, pero en realidad las acciones como sentarnos en la famosa postura de loto, juntar los dedos de las manos o repetir un mantra, son técnicas de concentración que nos pueden llevar a meditar. Estos métodos varían dependiendo de las distintas enseñanzas, que pueden ir desde el budismo Zen, el uso de sonidos, muy utilizado por el hinduismo o formas relativamente nuevas como el mindfulness, todas ellas dirigidas a obtener un enfoque, el que, si es mantenido por un tiempo, puede guiarnos a la meditación. La experiencia nos demuestra que la mente no puede ser controlada por sí misma, es decir, los miles de pensamientos que arriban, muchos de los cuales se quedan en el subconsciente y otros nos visitan por segundos, no pueden ser detenidos pensando. Por esto, los pasos van encaminados a aquietar nuestro cuerpo físico, controlar la respiración, centralizar nuestra atención y como resultado disminuir nuestra actividad mental.
Sobre los efectos de esta práctica, también abundan percepciones equivocadas o al menos incompletas en la sociedad. La meditación no pretende la relajación ni eliminar las emociones que son propias del ser humano. El objetivo es mucho más profundo, pero sin duda genera varias repercusiones beneficiosas, como equilibrar nuestro ánimo, evitar la montaña rusa generada por los sentidos, disminuir el stress y propender a un equilibrio en nuestras reacciones. Pero el propósito de meditar es acercarnos a un estado de consciencia donde podamos decidir y actuar sin los prejuicios de las vivencias pasadas, de nuestra historia personal o la influencia del mundo que nos rodea. Donde la claridad y la ecuanimidad se conviertan poco a poco en parte de nuestra vida.
Meditar no es solo un recurso más para el ser humano sino una necesidad. En el mundo violento, siempre urgente, donde los egos, la comparación y los extremos nos llevan a tomar decisiones que al final solo nos crean más sufrimiento, este estado nos puede ayudar a vivir con una mayor lucidez en nuestras relaciones, en la actividad profesional y lo que es más importante, en la coherencia con nosotros mismos. Si no encontramos una salida como esta, corremos él serio riesgo de implosionar o extraviarnos en la maraña de nuestra mente. En este sentido, el meditador, con persistencia puede ir aminorando las tendencias insanas como la ira, la frustración, la ofuscación o el odio e ir remplazándolas por atributos como la serenidad, la paciencia, la generosidad y la compasion.
La senda que escojas para alejarte de la pesadumbre que causa una mente perturbada, dependerá de tu forma de ser, del cruce de caminos con un maestro, de la manera que tengas de conectarte o del ¨azar¨ de un encuentro. Tienes que descubrir el sistema que más se adecue a ti. Como dice mi maestro, ¨Lo importante no es la ladera por la que subes a la montaña, sino lo que puedes ver desde arriba¨. Lo cierto, es que una vez que estés en la cima por un momento y que puedas escuchar lo que te tienes que decir desde adentro, así como sentir el regocijo de esos segundos de profundo silencio, no te detendrás más en la idea de volver a tu centro. Luego, comprobarás que esos pequeños lapsos, influyen positivamente en tu diario vivir, en tu creatividad, en tus talentos.
Como consecuencia de la meditación sostenida, quizá más tarde, aunque sea por instantes, puedas tocar la maravillosa experiencia de residir en el presente, visitar el pasado ya no con nostalgia, sino como un implemento para disfrutar con conocimiento en este tiempo. Mirar al futuro, no con ansiedad, sino como un norte hacia donde caminar, desde el hoy, con un poco más de balance, dejando pasar lo trivial y valorando lo correcto. Ciertamente, meditar es una poderosa herramienta para tu vida, es un camino para la calma y la dicha, que te invito a transitar. (O)