En la obra de Antoine de Saint-Exupéry, "El Principito" (en francés: Le Petit Prince), nos sumergimos en el peculiar viaje del pequeño príncipe a través de distintos asteroides, culminando con su llegada a la Tierra.
El primer encuentro del Principito es con un rey cuyo deseo de gobernar es insaciable; su capa cubre todo el planeta. Al llegar, el rey declara que el Principito es su súbdito y se muestra contento de tener a alguien a quien gobernar. Cuando el Principito bosteza, el rey le ordena que deje de hacerlo. El Principito explica que eso no es posible, lo cual lleva al rey a ordenarle que bostece cuando él quiera, y cuando se lo ordena… el Principito pierde los deseos de hacerlo. Ante esto, el rey busca evitar la desobediencia, estableciendo leyes que él considera razonables.
Este episodio del rey en el asteroide se convierte en una poderosa metáfora para contrastar la situación política que ha enfrentado el Ecuador, especialmente visible en tiempos de elecciones. A lo largo de su historia republicana, el país ha tenido gobernantes que, al igual que el rey del asteroide, buscan el poder como medio para satisfacer sus egos, en lugar de usarlo para solucionar los problemas fundamentales que afectan a la sociedad que rigen. El rey nos muestra hasta qué punto el deseo humano de ser reconocido socialmente - una inclinación natural del hombre como ser gregario - puede degenerar en soberbia, codicia y soledad cuando exigimos un reconocimiento o admiración superficial de lo cual muchas veces no somos dignos.
En medio de la inseguridad, la corrupción, el estancamiento económico y la falta de oportunidades, el pueblo ecuatoriano mantiene su histórico anhelo de líderes que, al menos, sean razonables y conscientes de las necesidades de que son titulares. Se requiere que los gobernantes miren más allá de sus propios intereses y vanidades, y adopten una perspectiva centrada en verdadera vocación de servicio que permita el desarrollo y el bienestar de todos los ciudadanos.
Al igual que el Principito eligió partir del asteroide del rey, reconociendo la falta de autenticidad y sentido en su reinado, los ciudadanos ecuatorianos podemos y debemos tomar una decisión razonada, despojada de pasiones y alejarnos del asteroide del conformismo y la ambición desmedida y del asteroide del mínimo esfuerzo y de los egos inflados.
Tenemos dentro de unas semanas la oportunidad de desterrar a los falsos reyes disfrazados de malos políticos de nuestro planeta llamado Ecuador, que no han sintonizado con las necesidades del país. De elegir verdaderos líderes que no solo se preocupen por construir la apariencia de servir al pueblo, sino que realmente pongan en práctica las acciones necesarias para transformar positivamente el ahora y el devenir de la nación.
En conclusión, El Principito y su interacción con el Rey, nos brinda una simple pero poderosa lección que puede ser aplicada a la situación política en Ecuador. Al igual que el rey del asteroide, muchos gobernantes confunden el medio con el fin y buscan llegar al poder únicamente para satisfacer sus egos y ambiciones de diversa índole, cubriendo con su capa todo horizonte visible, descuidando por tanto los problemas reales que afectan a la sociedad.
Es vital no abandonar aquel anhelo de líderes razonables - que puedan ver más allá de su propia nariz - que antepongan el bienestar colectivo por encima de sus intereses personales. Siguiendo el ejemplo del Principito, los ecuatorianos nos enfrentamos una vez más a la oportunidad de alejarnos y desterrar el ideal acomodaticio de nuestro asteroide, eligiendo líderes auténticos y exigiendo durante su mandato acciones comprometidas para construir un presente sólido que asegure un futuro mejor para nuestra nación. (O)