Los orígenes de la Inquisición se remontan a finales del siglo XII en el sur de Francia, como "práctica y rutina" válidas para frenar el avance de las ideas albigenses, propias de comunidades que ejercían su cristianismo sin sometimiento a la iglesia oficial. A lo largo de su desarrollo, la Iglesia católica ha sido hábil en forjar controles tendientes a subyugar a los fieles no necesariamente con designios espirituales. Sin perjuicio de lo expuesto, la historia del cristianismo y de la política europea identifican la partida de lo que sería la institución en el IV Concilio de Letrán (1215), convocado por Inocencio III. En él participaron obispos de Europa Oriental, que no lo habían hecho en concilios anteriores. Por primera ocasión un sínodo se instaló con un propósito claro... emprender en medidas concretas contra fracciones sociales que desafiaban de forma abierta al poder teopolítico de Roma, ya corrupto.
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En Letrán IV intervino santo Domingo de Guzmán. Referimos al fundador de la Orden de los Dominicos, a la que Tomás de Torquemada (1420-1498) se incorporaría unos dos cientos años después. Este dominico fue Inquisidor General de los reinos de Castilla y Aragón, y confesor de la corte de Isabel la Católica. Es uno de los personajes más infames y sádicos de la historia de la humanidad. Fue gestor de la expulsión de los judíos de la Península Ibérica. Bajo el argumento de que practicaban en secreto su religión -siendo él mismo judío converso- igual persiguió a quienes habían renunciado a su culto para adherirse al catolicismo. Amasó grande fortuna en la tierra; desconocemos cómo le fue en "el cielo".
A través de varios de sus cánones, el Concilio de Letrán dicta directrices y enseñanzas que con el pasar de los años/siglos conformarán las bases sobre las cuales la Inquisición solidificará su diabólico actuar. Entre esas cimientes está, por ejemplo, la obligación de confesarse una vez al año y comulgar en Pascua. Mediante la primera se identificaba a los pecadores merecedores de castigo por el Santo Oficio. Emblemáticas son las transgresiones de la carne, para delectación sexual del confesor. ¡Pensar que tan morbosa rutina subsiste!
También citamos a la veneración de las reliquias y al rol del clero en la formación de conciencias, así como de distintas manifestaciones de la vida de los católicos. Igual instauró la "doctrina" de la transubstanciación... conversión del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Estas y muchas otras "prácticas" de la Iglesia católica fueron bien aprovechadas por la Inquisición para condenar a la población tanto al infierno terrenal como a aquel del más allá. La tortura fue la mayor y mejor arma mundana de los tribunales del Santo Oficio.
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Al margen del progreso que tiene el régimen inquisitorio durante los siglos XIII a XV, adquiere particular importancia histórico-religiosa, y consiguiente política, con la Inquisición española consolidada entre 1478 y 1481. Relevancia política en tanto como muchas de las erudiciones católicas, incluidos sus dogmas, persiguen en esencia "poder profano". Si bien la Inquisición fue de hecho un "tribunal", cabe conceptuarla como las disposiciones y prevenciones emanadas de la iglesia, con el objetivo de precautelar la ortodoxia religiosa y los intereses eclesiásticos, y ligados a estos los órdenes sociopolíticos y económicos instituidos.
Sin perjuicio de aspectos de fe bajo los cuales, con el manto de la Inquisición, se cobijan los Reyes Católicas (Fernando e Isabel), Carlos V y Felipe II, es evidente que sobre todo estaba la necesidad de reforzar la hegemonía española. Giraba alrededor de cuatro factores: descubrimiento de América y reconquista de la Península Ibérica, ascensión de Carlos V como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y afianzamiento de las colonias en tierras americanas.
La Inquisición identifica, entonces, dos riesgos que debían ser enfrentados: la "amenaza judía" y la expansión de la Reforma protestante. En torno a estos se concibe -en la Península, en sus colonias y en prácticamente toda la Europa de Carlos V- un régimen de control "espiritual y material" por parte de la Iglesia católica. Intervención que rinde inconmensurables frutos para esta y para los reinos en que predominaba. Si bien los réditos religiosos fueron importantes, los económicos fueron aún mayores.
En 1834, la regente María Cristina abole la Inquisición, que en los hechos había caído en desuso en España y en toda Europa. Desde 1965 (Pablo VI), la Iglesia católica cuenta con la Congregación para la Doctrina de la Fe, sucesora de la Inquisición. Antes se denominó Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición (Pablo III, 1542) y Sagrada Congregación del Santo Oficio (Pío X, 1908). (O)