Hasta el año pasado había todo un debate entre los economistas acerca de si la aceleración observada en inflación en las principales economías desarrolladas respondía a elementos transitorios o permanentes. Cuando la subida de precios responde a elementos transitorios los bancos centrales son mucho más reacios a implementar una política monetaria contractiva (por ejemplo, subida de tasas de interés), optando más bien por no hacer nada y esperar que dichos shocks transitorios se disipen. Entre los elementos transitorios mencionados se incluían las disrupciones en la cadena de suministro, subidas en teoría temporales de los costos de transporte internacional y la escasez de ciertos insumos, materias primas y chips para la producción de bienes y servicios. Por lo contrario, cuando se considera que la inflación se explica por elementos permanentes y se evidencia en presiones de salarios y subida en el precio de los activos, los bancos centrales reaccionan y suben la tasa de interés de manera paulatina para evitar una recesión.
Los bancos centrales, especialmente en países desarrollados, se equivocaron en los últimos años y pensaron que la inflación era transitoria cuando en realidad resultó ser permanente. Cuando se dieron cuenta de su error, la inflación se encontraba muy por encima de la inflación objetivo, y para bajarla se requiere ahora subir la tasa de interés a niveles tan altos que pueden generar una recesión y una corrección en el precio de los activos reales y financieros demasiado fuerte. Consideremos la situación en Estados Unidos e Inglaterra, con una inflación anual a abril de 8.3% y 7.8%, respectivamente. La regla de Taylor, una fórmula de política monetaria para encontrar los niveles de la tasa de interés de política monetaria que debería regir para llevar la inflación hacia su meta y la economía hacia el pleno empleo, sugiere que las tasas de política monetaria deberían estar en 9.8% en Estados Unidos y 12.8% en Inglaterra (información obtenida de Bloomberg). Actualmente la tasa de política monetaria en ambos países se ubica en 1%.
La subida de la inflación es en la actualidad un fenómeno mundial, y el Ecuador no es una excepción. Cifras reveladas recientemente por el Instituto de Estadísticas y Censos dan cuenta de una aceleración de la inflación, aunque contrario a lo que se vive en otros países, en nuestro caso el punto de partida es bastante bajo. La inflación anual de los consumidores en Ecuador alcanzó en mayo 3.4%, una cifra relativamente baja, pero muy por encima del 1.9% observado a finales del año 2021. Mucho más preocupante es la inflación anual que sufren los productores que para el mes anterior alcanzó ya el 7.8%. La diferencia entre la inflación a nivel de productor y consumidor sugiere que los productores no están trasladando la subida en sus costos de producción a los consumidores, optando más bien por sacrificar su margen de rentabilidad. Sin embargo, esta no es una situación que se podrá mantener en el tiempo, y más temprano que tarde los consumidores ecuatorianos sentirán la subida de precios en los puntos de venta.
Esto quiere decir que los consumidores sufrirán una caída de sus ingresos en términos reales, es decir, una pérdida de su poder adquisitivo dado que no se ve actualmente una subida de salarios en línea con la inflación. Deberán entonces sacrificar el consumo de ciertos bienes y servicios, concentrándose en aquellos que son imprescindibles. Los empresarios por otro lado deberán manejar con precaución sus costos, inventarios y ciclos de caja. (O)