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Si se quiere una dolarización fortalecida, se insiste, se necesita un buen manejo económico en lo macroeconómico y con la aplicación de reformas económicas.

27 Marzo de 2025 14.30

Si los problemas del país se solucionaran con normas, decretos o leyes sería simple eliminar la delincuencia, la pobreza, el desempleo o la injusticia. Bastaría con establecer en algún instrumento legal la prohibición de robar, mentir, acusar indebidamente a alguien o perseguir a personas. Son situaciones de exigen acciones que van más allá de la normativa vigente, fenómenos que requieren acciones efectivas de las políticas públicas las que podrán ir mejorando estos inconvenientes de la sociedad.

En lo que a una moneda se refiere, es la confianza la que permite que la misma permanezca en el tiempo y vaya generando certidumbre y seguridad. Sin confianza no hay moneda o ésta tiende a desaparecer. En los años 1998 y 1999, el Ecuador registró un Fenómeno del Niño muy agresivo, el precio del barril del petróleo fue inferior a los USD10, el desequilibrio fiscal era severo y la quiebra  del 70% del tamaño bancario puso el desenlace terminal a la crisis. Las personas, las familias y las empresas ya venían de un proceso de ahorrar en dólares, muchas transacciones ya se hacían en esa moneda y los activos y pasivos del sistema financiero ya mostraban un 70% en la divisa norteamericana. Esto significaba que el Banco Central, dentro del ámbito de la política monetaria, solo controlaba un tercio del total de dinero en la economía, lo que hacía insuficiente el rol de estabilización económica por parte del Instituto Emisor. La demanda de dólares era absolutamente acelerada, lo que a su vez empujaba el tipo de cambio al punto que entre diciembre de 1998 y enero 2000, en 13 meses, la depreciación cambiaria llegó al 260% y la inflación se disparaba cerca del 70% anual. El Banco Central buscaba alimentar la oferta de dólares pero el drenaje de dólares de la reserva monetaria internacional ya era incontenible, inclusive ofreciendo tasas de interés en sucres cercanas el 300% anual que buscaban bajar la demanda de la divisa con rendimientos en moneda nacional altamente atractivos.

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Con esa realidad que con el paso de las horas se tornaba inmanejable, el gobierno de la época optó por anunciar el 10 de enero del 2000 la dolarización de la economía, estableciendo el canje de sucres por dólares a un tipo de cambio de 25.000 sucres por dólar. Esa cotización fue el resultado del monto de liquidez de las reservas internacionales frente a la magnitud de especies monetarias en circulación. Si la decisión de dolarizar habría sido antes o el monto de reservas internacionales habría sido mayor, el tipo de cambio de la dolarización habría sido menor. A su vez, si la cifra de reservas externas requería cubrir de inicio una mayor cantidad de dinero depositado en el sistema financiero, el tipo de cambio habría sido necesario sea más elevado. Sin embargo, de cualquier manera, los recursos que estaban circulando equivalentes a la época de USD 445 millones cubrían el monto de las especies monetarias en circulación y el grueso de los sucres depositados en el sistema financiero se sujetaban al calendario del congelamiento bancario que se aplicó, lo que significaba que en el tiempo podían ser retirados.

Este refrescamiento de lo sucedido desde una óptica estrictamente económica muestra que la dolarización en el Ecuador se presentó por un problema de mercado, empujado por la crisis antes anotada, lo que implica que el acto de dolarizar fue una ratificación de algo que la sociedad ya había decidido. 

Es por lo explicado que si el día de mañana se incluye en la Constitución de la República al dólar como moneda oficial y de curso legal, esa constancia en nada garantiza la perdurabilidad o la permanencia del régimen cambiario de la dolarización. Será el resultado de la calidad de la política económica que se aplique lo que permita mantener la dolarización y su fortalecimiento en el tiempo. Podrá estar escrita en piedra ese acto jurídico pero será el manejo de la economía lo que garantice su presencia en el mercado.

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La dolarización en el Ecuador, cabe resaltar, ha sido un arma de protección económica ante gobiernos dispendiosos, pues ha imposibilitado que financien desequilibrios fiscales con la depreciación cambiaria o la impresión inorgánica de dinero. No obstante, la iniciativa económica perversa también ha actuado, como fue la entrega de cerca de USD 8 mil millones de las reservas internacionales para atender objetivos de gasto público. Inflaron el Balance del Banco Central, pues esas transferencias no tenían el respaldo necesario, se creó por tanto una suerte de ecuadólares que hacía imposible su mantenimiento en el tiempo. Una economía abierta al exterior donde los pagos al exterior por importaciones o la cobertura del servicio de deuda externa se realizan en dólares reales y no en transferencias ficticias alejadas del soporte real de moneda. Esas acciones tuvieron que ser corregidas en el programa económico del 2020 y se las atiende gradualmente y por varios años a través de los egresos en el presupuesto del estado.

El estímulo al ingreso de dólares vía exportaciones, inversión extranjera directa, financiamiento externo para el sector privado y público y remesas es la forma de alimentar la liquidez y la dolarización versus las importaciones y pagos de deuda y flujos de capital al exterior que son las formas de salida de liquidez. El valor neto entre los conceptos de ingreso de dólares frente a los rubros de salida de divisas conforma la liquidez doméstica que sostiene la dolarización. Esto debe complementarse con un manejo sano de las finanzas públicas, un sector financiero sólido debidamente regulado y supervisado y reformas económicas, como la atinente al mercado laboral para que la contratación de trabajadores se facilite y no sea una restricción como el esquema aún vigente.

En economías con moneda propia los desequilibrios macroeconómicos como déficits fiscales permanentes son normalmente cubiertos con depreciaciones cambiarias o emisiones de dinero, lo que provoca ajustes en precios, vale decir, aumentos de las tasas de inflación, incrementos del tipo de cambio y alzas en las tasas de interés. En cambio, los desajustes macroeconómicos en economías sin moneda propia, vale decir en países dolarizados, los impactos del desorden macroeconómico se reflejan más en cantidades, es decir, en un menor nivel de actividad económica, más pobreza y más desempleo.

Si se quiere una dolarización fortalecida, se insiste, se necesita un buen manejo económico en lo macroeconómico y con la aplicación de reformas económicas. (O)

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