La sociedad, los directorios de las multinacionales y de las sociedades sin fines de lucro (Oenegés) se alinean en temas por sus siglas en inglés ESG (medio ambiente, sociedad, y gobernanza) influyendo en ello el interés de los inversionistas (impact investing y financing) y de los consumidores alrededor del mundo.
En el medio ambiente nuestra meta para 2050, como seres humanos flotando en esta pelotita azul en la infinidad del Universo, es limitar el calentamiento planetario entre 1,5°C y 2°C reduciendo las emisiones netas de gases de invernadero que entran al medio ambiente como producto de nuestras actividades diarias.
Desde la industrialización a la fecha, la temperatura global se ha elevado en 1,1°C. Los científicos creen que el límite de 2°C evitaría ciclos de retroalimentación que agravarían los efectos climáticos tales como la pérdida irreparable de bosques (cada año se pierde un área similar a Grecia) y de los casquetes polares.
Por ejemplo, producto de auditorías ESG cuatro bancos europeos restringieron el financiamiento a las exportaciones de petróleo del Amazonas (incluyendo el nuestro) con destino a Estados Unidos.
La ONG CERES, que coordina al Investor Network on Climate Risk, una red de más de 115 inversionistas institucionales con activos de más de USD 13 billones (o el 13% de la economía global), encontró que accionistas activistas comprometerán a las empresas a considerar el cambio climático.
En los aspectos social y de gobernanza, Richard Florida en un artículo en Bloomberg CityLab, titulado 'For a strong economy, focus on inclusive growth', indica que casi 40% del crecimiento de la economía de Estados Unidos entre 1960 y el 2010 puede ser atribuido a la mayor participación de la mujer y de diversos grupos étnicos en la fuerza laboral.
A nivel empresarial, Quantamental Research, una unidad de S&P Global Market Intelligence, encontró que de las empresas que forman el Russell 3000 aquellas con una gerente financiera generaron USD 1,8 billones (18 veces nuestro PIB) más en ingresos brutos entre el 2002 y el 2019.
Es por eso que el Corporate Board nos muestra como en países desarrollados se ha intensificado el enfoque en el desarrollo del capital humano para generar valor en el largo plazo.
Al mismo tiempo, McKinsey and Company en su reporte titulado 'Women in the Workplace 2020' calculaba que, durante la pandemia del Covid-19, los trabajos de las mujeres fueron 1,8 veces más vulnerables.
Una entrevista al profesor Gaurav Chiplunkar de la Escuela de Negocios Darden de la Universidad de Virginia titulado 'How barriers faced by female entrepreneurs impact us and stifle the Global Economy', nos indica que el techo de cristal (bloquear el avance de mujeres y minorías) es global aún para emprendedoras con base en países en vías de desarrollo: si deseas que mas mujeres trabajen formalmente se necesita incrementar el número de mujeres emprendedores. Por ejemplo, en una hacienda donde el dueño es masculino el 25% de los empleados son mujeres; pero, en cambio cuando las mujeres son las dueñas este pasa de 40%.
La tensión entre crecimiento e inclusión se basa en una falsa premisa, y es que uno de ellos necesariamente excluye al otro. Al final no se puede mejorar la movilidad social sin incrementar el tamaño total de la economía. Y lo que las sociedades en todos los países desean es mayor movilidad social.
El crecimiento incluyente es ambos un proceso y un resultado. Es alinear cómo se obtiene crecimiento o cómo a las personas se les provee acceso a las oportunidades, con la meta de tener prosperidad en el sentido más amplio de la palabra. Al final, las economías crecen más rápido, con mayor vigor y por períodos más largos, cuando la prosperidad se distribuye entre todos los segmentos de la población. (O)