Con la llegada de la inteligencia artificial, se ha iniciado, desde mi perspectiva, una nueva era de automatización de procesos y transformación en diversos campos, incluido el educativo.
Desde mi experiencia como docente, ha sido un recurso que me ha permitido actualizar, dinamizar y resumir presentaciones, además de facilitar la ejecución de ciertas tareas docentes. Gracias a ello, he optimizado mi tiempo y, diría, también ciertos recursos cognitivos, pues aquello que antes me resultaba abrumador, hoy, con la IA, ya no me desgasta tanto.
La inteligencia artificial ha despertado lo que diversas investigaciones señalan como un factor clave para la motivación: la curiosidad. Recuerdo que, en una de mis clases, tuve la oportunidad de crear, con el apoyo del equipo de innovación, un recurso llamado Maestro Sócrates sobre el inicio tardío del lenguaje, en el que mis estudiantes universitarios dialogaban con la IA sobre este tema en mi curso de desarrollo del lenguaje. Aunque podría parecer que este recurso me reemplazaba, en realidad, había sido generado con insumos que yo misma proporcioné.
No te pierdas este artículo: Vocación vs. Expectativas: cómo los padres influyen en la elección de carrera de sus hijos
Lo interesante de Maestro Sócrates fue que, en lugar de que solo los estudiantes formularan preguntas, la IA también las generaba, convirtiéndose así en un diálogo interactivo. Al preguntarles sobre su experiencia, mencionaron que no esperaban que la IA les hiciera preguntas ni reforzara sus respuestas, pero que les pareció un recurso innovador e interesante.
A partir de este ejemplo, surge una pregunta: ¿sustituirá la IA a los docentes o será una herramienta para potenciar su labor? Y, por otro lado, ¿cómo deberíamos prepararnos los docentes para integrar la tecnología sin perder el valor humano y esencial de la enseñanza?
Lo que puedo afirmar es que la IA es un recurso que, sin duda, despierta curiosidad y me ha brindado apoyo en tareas que antes me tomaban horas realizar. Sin embargo, como toda herramienta, debe utilizarse de manera adecuada.
Desde una perspectiva ética, es fundamental que tanto docentes como estudiantes reconozcamos los límites del uso de la IA. Muchos profesores hemos experimentado la frustración de recibir tareas realizadas al 100% con inteligencia artificial. Un estudio realizado en España reveló que el 82% de los estudiantes de entre 14 y 17 años ha utilizado la IA para hacer tareas escolares. La preocupación radica en que, si se limita a un uso mecánico, puede afectar procesos clave del aprendizaje como el pensamiento crítico y la creatividad.
Tal vez te puede interesar: El día del fracaso.
Hace pocos días, revisando redes sociales, encontré un post que mencionaba que "seis de cada diez estudiantes tienen dificultades para registrar, analizar y verificar la información que consultan en libros o sitios web" (Susana Araujo, directora ejecutiva del INEVAL). Si trasladamos esta situación al uso de la IA en las tareas escolares, posiblemente ocurra lo mismo y se convierta en un simple "copia y pega" de lo que la IA genere, sin reflexión ni análisis.
El uso de la inteligencia artificial nos lleva a cuestionamientos éticos y pedagógicos. Como docentes, debemos verla como una aliada y no como una enemiga, pero también tenemos el reto de diseñar procesos de evaluación en los que la IA funcione como un recurso de apoyo y mediación, y no solo como una vía para el facilismo académico.
Todavía nos queda un largo camino por recorrer en el uso de herramientas de inteligencia artificial en la educación, pero su permanencia es innegable. Lo importante es aprender a integrarla de manera responsable y efectiva. (O)