Si buscaba una razón más para preocuparse por la continuidad de nuestra existencia como civilización, ha llegado al lugar adecuado. Aquí hablaremos del peligroso conflicto que se desarrolla entre Estados Unidos y China por el dominio de Taiwán y su formidable industria de los microchips o microprocesadores. Un conflicto que amenaza con una confrontación directa entre dos superpotencias nucleares.
Primero, un poco de historia y contexto. Durante siglos, Taiwán estuvo bajo el dominio de la dinastía Qing de China, volviéndose étnicamente Han en su mayoría, como en el resto de China. Entre la ocupación japonesa y la Segunda Guerra Mundial, se desató en China Guerra Civil entre los comunistas liderados por Mao Zedong y los nacionalistas liderados por Chiang Kai-shek. No alargo más el cuento; los comunistas ganaron en el continente en 1949, y los nacionalistas se retiraron a la isla de Taiwán donde establecieron la República de China. Desde entonces, la Republica de China y la República Popular China en el continente nunca han firmado oficialmente ningún acuerdo de paz. En resumidas cuentas, ambos bandos reconocen la famosa "Política de Una China", según la cual Taiwán es parte de China, pero no están de acuerdo sobre quién es la legítima autoridad sobre todo el territorio chino. Taiwán es contemplada como una provincia en rebeldía por Beijing, que ha mantenido una posición clara: la integración de Taiwán es inevitable y se hará por la fuerza si es necesario. No es sorprendente que los ejercicios militares por parte de China en la región hayan aumentado significativamente en los últimos años y que las violaciones del espacio aéreo taiwanés sean casi parte de la rutina.
A estas alturas, se estará preguntando por qué este conflicto que se da al otro lado del planeta es algo que vale la pena tener bajo el radar. Le cuento que Taiwán se ha convertido en una pieza clave en el escenario geopolítico del siglo XXI. Más allá de la posición geoestratégica de la isla y de su economía rimbombante, está el dominio absoluto de Taiwán en la industria de los microprocesadores avanzados. El 92% de los microprocesadores de 10 nanómetros o menos son producidos en Taiwán. Estos son esenciales en casi todas las tecnologías civiles y militares modernas: smartphones, automóviles, equipamiento médico... armas. De hecho, es muy probable que el dispositivo electrónico que usted está usando en este preciso momento para leer este artículo contenga un microprocesador producido en Taiwán, en una de las diez gigafábricas de la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC). Esta empresa, más una institución que una simple corporación, juega un papel crucial en el diseño y fabricación de microprocesadores para empresas líderes en tecnología como Intel, Nvidia, AMD y Apple. TSMC es posiblemente la empresa más importante del mundo de la que nadie ha oído hablar. En resumen, Taiwán se ha convertido en la maquiladora del mundo para producir los componentes más esenciales de nuestra tecnológica cotidianidad.
Si ahora se está preguntando, "¿cómo pudimos permitir que una tan grande vulnerabilidad se diera?", la respuesta es muy simple: la plata. Como usted se imaginará, producir un microprocesador no es tarea fácil; se necesitan cientos de equipos extremadamente complejos y costosos, operando en un ambiente más limpio e inmaculado que el quirófano del Vaticano. Producir un microprocesador fue y sigue siendo muy costoso. Aquí entra en la historia Morris Chang, fundador de TSMC. Entre los cincuenta y ochenta, Chang trabajó en Texas Instruments, una empresa de microprocesadores en Estados Unidos. Después de una brillante carrera en la empresa, Chang tuvo una idea aún más brillante: las compañías de tecnología deben centrarse en el diseño de los microprocesadores y dejar la producción a una empresa especializada, en Taiwán por ejemplo, donde los costos serían mucho menores que en Occidente. Al principio, sus jefes no vieron la idea con buenos ojos y lo relegaron a una posición sin futuro. Sin embargo, las autoridades taiwanesas vieron el potencial de la visión de Chang y le brindaron el apoyo y el capital necesarios para hacerla realidad. TSMC fue fundada en 1987 y poco a poco, gracias a sus precios competitivos y tecnología inigualable, se ha convertido en el principal proveedor de la industria mundial de los microprocesadores avanzados. Nadie ha logrado replicar la capacidad de producción y tecnología de TSMC y sus gigafábricas. Estas son tan indispensables para la industria de los microprocesadores, y por ende para todas las industrias tecnológicas, que se ha convertido en un arma disuasiva frente a cualquier ataque o invasión. Frente a un ataque, las gigafábricas podrían ser, de manera accidental o voluntaria, las primeras víctimas colaterales, lo que devastaría y frenaría las industrias tecnológicas a nivel mundial. Por esto, a TSMC la llaman el "escudo de silicio" que protege a Taiwán, haciendo referencia a este semiconductor que se utiliza en los microchips.
Ahora, vamos al meollo del asunto: Quien tiene a Taiwán de su lado tiene el control sobre la tecnología más avanzada y, por ende, el poder. En el ámbito de la defensa, Taiwán se ha vuelto invaluable tanto para Estados Unidos como para China. Una posible toma de control de Taiwán por parte de China podría tener repercusiones significativas en el complejo militar-industrial de Estados Unidos y viceversa. Además, en la actualidad, China continental está rodeada por territorios insulares aliados de Estados Unidos, lo que le permite a Estados Unidos limitar seriamente el potencial despliegue de la flota China en el Océano Pacífico y, en última instancia, en todo el mundo. La toma de control de Taiwán por parte de China le permitiría romper este cerco. Además de la importancia geopolítica, el cálculo de Beijing en un posible ataque a Taiwán también se ve influenciado por problemas demográficos y económicos internos. Se espera que la población china alcance su pico en 2025 y comience a disminuir, mientras que la población en edad laboral ya ha alcanzado su máximo y está disminuyendo a un ritmo acelerado. La economía China también ha dejado de crecer como lo había hecho en los últimos 30 años; ahora crece al 5%, cuando no hace mucho sus tasas de crecimiento eran de dos cifras. Esto quiere decir que, si "la integración de Taiwán es inevitable" y que la fuerza es el camino, es probable que China ataque cuando esté en su punto de mayor fuerza, es decir, en algún momento de esta década. Por su parte, el gobierno actual de Estados Unidos, que no quiere una China aún más fuerte, ha declarado que apoyaría a Taiwán en caso de una invasión, además de proporcionarle a Taiwán toneladas de ayuda militar.
El final feliz de esta historia es poco probable. Solo queda esperar que la diplomacia y la disuasión prevalezcan. En todo caso, hacia el 2026, puede que sea hora de renovar la computadora, el smartphone y otras tecnologías. ¡Por si acaso se vuelven escasas! (O)